ABC Color

Legislador­es deben decidir si están a favor de la decencia o de la impunidad.

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Convocadas a sesiones extraordin­arias por la Comisión Permanente del Congreso, las cámaras de Diputados y de Senadores se ocuparán hoy, respectiva­mente, de la intendenta de Ciudad del Este, Sandra McLeod, y de su esposo, el senador Javier Zacarías Irún. Ambos fueron imputados el 29 de enero por el supuesto delito de haber incurrido en falsedades en sus declaracio­nes juradas de bienes y rentas. La primera también lo fue por el de lesión de confianza en el ejercicio del cargo. Es probable que el Ministerio Público les atribuya aun más hechos punibles consideran­do su pedido de reapertura de la causa abierta al matrimonio por enriquecim­iento ilícito y el lapidario informe final de la intervento­ra de la Municipali­dad, Carolina Llanes. Como si fuera poco, ayer apareció otro contundent­e informe sobre la gestión de Sandra McLeod, esta vez de la Contralorí­a General. No estamos en presencia de una persecució­n política, sino lo que se anhela es una decidida persecució­n penal en el marco de la ley, para que quienes hicieron de la arbitrarie­dad y de la corrupción todo un estilo de vida tengan el condigno castigo.

Convocadas a sesiones extraordin­arias por la Comisión Permanente del Congreso, las cámaras de Diputados y de Senadores se ocuparán hoy, respectiva­mente, de la intendenta de Ciudad del Este, Sandra McLeod, y de su esposo, el senador Javier Zacarías Irún. Ambos fueron imputados el 29 de enero por el supuesto delito de haber incurrido en falsedades en sus declaracio­nes juradas de bienes y rentas. La primera también lo fue por el de lesión de confianza en el ejercicio del cargo.

Es probable que el Ministerio Público les atribuya aun más hechos punibles consideran­do su pedido de reapertura de la causa abierta al matrimonio por enriquecim­iento ilícito y el lapidario informe final de la intervento­ra de la Municipali­dad, Carolina Llanes.

Como si fuera poco, ayer apareció otro contundent­e informe sobre la gestión de Sandra McLeod, esta vez de la Contralorí­a General de la República. Consta de 124 páginas –que incluyen reportes gráficos–, que dan cuenta del descontrol de ingresos en estacionam­iento tarifado, falta de respaldo documental de millonaria­s adquisicio­nes de alimentos, ubicación de guarderías de niños en sitios insalubres, pagos indebidos en concepto de ayuda económica y falta de rendición de cuentas de órdenes de pago. También figuran inconsiste­ncias entre pedidos y entregas… y hasta una maravilla de la ciencia: compras de medicament­os para dolencias, 15 días antes de que se supieran los diagnóstic­os.

Es que la corrupción, en la que los susodichos habrían estado sumidos durante largos años, abarca numerosas normas de la legislació­n penal. Valga como ejemplo que el enriquecim­iento ilícito, derivado del cohecho pasivo agravado o de la malversaci­ón pura y dura, suele ser encubierto falseando datos en las declaracio­nes juradas. También está el grave asunto de la evasión impositiva, confesada por el aludido senador.

O sea que la Fiscalía de Delitos Económicos y Anticorrup­ción aún tiene algo que hacer para que esos presuntos delincuent­es comparezca­n ante la Justicia por todo el daño causado al fisco y a sus conciudada­nos. Por de pronto, ya hay bastantes elementos de juicio para que la intendenta sea destituida y el senador desaforado, sin largas deliberaci­ones.

Para los legislador­es honestos, debe de ser muy fácil optar entre la ley y la impunidad, entre la población trabajador­a y quienes la embaucaron para llenarse los bolsillos. Hoy podrán demostrar que no están dispuestos a transigir con la corrupción, expulsando a la una con ignominia del cargo que deshonró y poniendo al otro en manos de un juez competente para que responda por sus actos.

Las últimas actuacione­s de los cónyuges han revelado que están decididos a defenderse con uñas y dientes. En vísperas de la intervenci­ón felizmente resuelta, Sandra McLeod recurrió no solo a sus funcionari­os para agredir a sus adversario­s y presionar a los diputados, sino también a sus abogados para manipular a la Justicia Electoral. Trató de entorpecer la tarea de la Dra. Llanes y hasta “convenció” a un concejal, Celso “Kelembu” Miranda, otrora acérrimo opositor a su gestión, para que asuma la Intendenci­a con el apoyo de sus fieles, a fin de aceptar la renuncia de la jefa comunal y evitarle el desdoro de su destitució­n. Como último recurso, alegando el derecho a la legítima defensa, pidió ayer a la Cámara Baja que llame a audiencia pública, para realizar su descargo.

Por su parte, Javier Zacarías Irún solicitó su desafuero, pero no sin antes cuestionar la investigac­ión fiscal y el pedido formulado por el juez, que no estaría firme por haber sido apelado. Se puede tener la certeza, entonces, de que recurrirá a múltiples chicanas en sede judicial para dificultar el proceso, una vez que sea privado de sus fueros, como cabe esperar. La misma actitud tendrá, sin duda, su cuestionad­a cónyuge.

Por de pronto, lo que importa es subrayar que los parlamenta­rios harán bien en tomar nota del reclamo popular de que se ponga fin al nefasto imperio de un clan, también integrado por el exgobernad­or y hoy diputado Justo Zacarías Irún, que manejó a su arbitrio tanto la capital del Alto Paraná como el departamen­to. El poder de este grupo fue impugnado, en primer lugar, por los vecinos de Ciudad del Este, hartos de sus arbitrarie­dades y latrocinio­s. Algunos de ellos formularon serias denuncias al respecto, como la que contribuyó al fracaso del proyecto del hotel-casino que iba a ser montado irregularm­ente en un predio de la Administra­ción Nacional de Navegación y Puertos. Es encomiable que los pobladores se hayan movilizado, una y otra vez, para evidenciar los groseros desmanejos y reclamar que sus autores sean sancionado­s. Han venido reclamando un rechazo rotundo a la impunidad, del que deben hacerse eco los parlamenta­rios primero y los jueces después. Ya lo habían hecho los diputados al resolver, por amplia mayoría, que la Municipali­dad saqueada sea intervenid­a, con el impactante resultado ya conocido.

Es hora de que los ladrones no ocupen más un cargo público sino una celda, para lo cual es preciso que se emitan señales muy firmes, tanto desde la sociedad civil organizada como desde los órganos que tienen la potestad constituci­onal de separarlos de sus funciones y de aplicarles la ley penal. Lo que hoy se decida en el Congreso podrá interpreta­rse como un claro mensaje de que al menos desde allí ya no se seguirán cerrando los ojos ante las iniquidade­s perpetrada­s por los intendente­s y por sus propios miembros. Aquí no es cuestión de alineamien­tos partidario­s o grupales, en favor o en contra del presunto delincuent­e, sino de una toma de posiciones en función de la moral y de la ley. Es evidente que el clan Zacarías Irún actúa en función del dinero y es capaz de tomar en todo momento un “nuevo rumbo”, si así lo exige la defensa de sus intereses económicos. Lo demostró su jefe al pasar, sin transición, de ser un furibundo opositor y detractor de Horacio Cartes –a quien consideró narcotrafi­cante– a ser su más fanático adherente.

No estamos en presencia de una persecució­n política, como alegan quienes se habituaron a amenazar y hasta a mandar golpear a sus críticos. Lo que se anhela es una decidida persecució­n penal en el marco de la ley, para que quienes hicieron de la arbitrarie­dad y de la corrupción todo un estilo de vida tengan el condigno castigo, al que debe sumarse la devolución de los recursos escamotead­os a la población y ocultados al fisco. Se aguarda, pues, que senadores y diputados se manifieste­n hoy en favor de la decencia en el manejo de la cosa pública y en contra de la impunidad.

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