ABC Color

La tierra despierta codicia y crea peligrosa xenofobia

“Fuera brasileños” es un grito xenófobo. El valor de la tierra despierta un peligroso sentimient­o de xenofobia. La codicia por la tierra se oculta detrás de una reivindica­ción histórica. Los colonos no tienen por qué salir de Paraguay.

- Roque González Vera roque@abc.com.py

Los primeros colonos llegaron a Tape Porã, Alto Paraná, en 1974, y 10 años después el Instituto de Bienestar Rural (antecesor del Indert) inició el loteamient­o y la venta de las tierras.

Los colonos brasileños llegaron al Paraguay comprando tierras vendidas por el Estado paraguayo; compraron los lotes y recibieron un título de propiedad.

En el caso que nos ocupa, Tape Porã, el IBR vendió a 20 mil guaraníes cada hectárea; en promedio pagaron 200 mil guaraníes por 10 hectáreas de tierra.

En 1984 el dólar se cotizaba a 126 guaraníes.

La colonia Tape Porã está ubicada en el distrito de San Alberto, donde hoy la tierra se cotiza a 10 mil dólares la hectárea.

El sector en conflicto en Tape Porã ocupa 745 hectáreas y está habitado por 47 familias, colonos brasileños y sus hijos y nietos paraguayos.

Esto significa que están en juego 7.450.000 dólares.

Los colonos que viven allí son pobres de solemnidad, apenas si tienen para comer, pero desalojarl­os en conjunto implica tener un bien inmueble de valor multimillo­nario.

Codicia oculta detrás de xenofobia

El valor de la tierra despierta codicia y la mejor forma de ocultar el despojo es despertand­o sentimient­os nacionalis­tas: “Fuera brasileños” en realidad es una demostraci­ón absoluta de xenofobia.

Se llega al extremo de rechazar la nacionalid­ad paraguaya para los hijos de los colonos brasileños.

El senador Paraguayo Cubas, en una demostraci­ón clara de irresponsa­bilidad, no duda en hablar de “expulsar a los bandeirant­es”.

La intención de despertar un sentimient­o de rechazo hacia los brasileños, utilizando la excusa de hechos históricos de 450 años atrás, puede llegar a ser criminal.

Y no se trata solo de brasileños, los colonos japoneses y sus descendien­tes enfrentan graves amenazas de invasión por parte de políticos de la vecina ciudad de Juan León Mallorquín.

La excusa es la misma: “fuera los japoneses, la tierra es de los paraguayos”.

Lo mismo se puede decir del caso Guahory, donde el político liberal Luis Alberto Wagner reclama la expulsión de todos los descendien­tes de brasileños aunque sean paraguayos.

Detrás de la xenofobia está la intención de quitarles por la fuerza sus tierras sin importar el atropello que pueda llegar a cometerse.

Volviendo a Tape Porã, en los inicios de la colonia los paraguayos eran mayoría, pero fueron abandonand­o el lugar ante el rigor de sobrevivir en el monte.

Hoy quieren desalojar a los colonos brasileños y sus hijos paraguayos. Y se quiere hacer de la peor manera: torciendo la justicia.

Se instaló en el 2007 un título que hasta hoy no se sabe de dónde surgió, sobre títulos de propiedad expedidos por el Indert en 1984, en nombre del Estado paraguayo.

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Luis Boursche tiene una olería que funciona a duras penas con energía monofásica. Todo el trabajo se realiza a mano.
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Los colonos de Tape Porã son pobres de solemnidad, apenas si tienen para sobrevivir en 10 hectáreas.

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