Un dictador que quemó sus naves
Rolando Niella
La Venezuela dictatorial de Maduro produce tristeza y asombro. ¿Cómo es posible que uno de los países más ricos de la región esté sumergido en una crisis humanitaria de tales proporciones? ¿Qué clase de inhumano gobernante rechaza ayuda humanitaria ante un desabastecimiento masivo de comida y medicamentos?
Más asombroso aún es que todavía existan personas que justifican y defienden al régimen autoritario de Maduro. Hoy en día solo pueden apoyar a Maduro aquellos que sencillamente no son demócratas y están dispuestos a apoyar una dictadura con tal de que sea “ideológicamente de su gusto”.
Parece mentira, con toda la experiencia que, por desgracia, tenemos en la región con gobiernos autoritarios de todo tipo. ¿No hemos aprendido aún que las dictaduras no tienen ideología y que los dictadores y sus aliados se aferran al poder como garrapatas, que se alimentan chupando la sangre de sus ciudadanos y se enriquecen confiscando los recursos de su nación?
Hace bien la oposición venezolana en rechazar la mediación del Papa Francisco, porque el régimen de Maduro ha utilizado las anteriores mediaciones solamente para aliviar sus tensiones, ganar tiempo y endurecer su persecución a la oposición. Jamás ha mostrado la más mínima intención de ceder o negociar nada en absoluto.
Con todo, lo más grave es que Nicolás Maduro, a lo largo de los últimos años y ante la pasividad internacional, haciendo gala de mucha soberbia y poca inteligencia, ha ido quemando sus naves. Hoy en día no tiene margen de maniobra para llegar a una forma satisfactoria para él de dejar el poder, así que se aferrará al mismo por más que el resultado de tal actitud lleva directo a un baño de sangre fratricida.
Entiendo que esa es la causa de que la cabeza del gobierno provisional, Juan Guaidó, haya ofrecido una amplia amnistía a Maduro y sus secuaces si se avienen a un abandono pacífico del poder. Guaidó es el último de una serie de líderes opositores, la mayoría de los cuales están en la cárcel o en el exilio; pero es también el primero que, como presidente de la Asamblea Nacional, ha contado con la oportunidad y el respaldo internacional suficiente para acorralar a la dictadura de Maduro.
Por más que muchos opositores deseen que se haga justicia, la amnistía que ofrece Guaidó es una propuesta inteligente y pragmática para evitar un baño de sangre. Por eso mismo, probablemente será rechazada por el régimen de Maduro que, hasta el momento, no ha mostrado ni inteligencia ni pragmatismo, sino solo soberbia y violencia.
El caso de Venezuela, por otra parte, es una advertencia bien clara para todos los países que, como nuestro Paraguay, tienen una democracia disfuncional y una clase política corrupta. Es fácil que cualquier aventurero autoritario se presente como salvador de la patria y llegue al poder.
Esos catastróficos “salvadores de la Patria” barren con la clase política, pero no para acabar con la corrupción, sino para apropiarse de ella e incrementarla. Maduro no es más que un delincuente y un matón insensible y como tal se ha comportado desde el poder, destruyendo a su país.
Buena parte de los autoritarismos del siglo XX no llegaron al poder mediante golpes de Estado, sino a través del propio sistema institucional democrático: así llegó Hugo Chaves, Maduro es solo su heredero. Así llegaron también al poder Hitler y Mussolini… Todos ellos desmontaron el sistema institucional democrático e instalaron una dictadura.
Los resultados están a la vista: represiones, persecuciones, exilios masivos, guerras civiles o internacionales y países literalmente desvastados como si por sus tierras hubiesen pasado las siete plagas de Egipto… En resumidas cuentas: lo que ocurre en Venezuela podría estar sucediendo fácilmente en nuestro país.
Desde luego hay que apoyar a los venezolanos por solidaridad ante la catastrófica situación que están viviendo, pero también por nosotros mismos para prevenir que alguna vez lleguemos a una situación similar.