ABC Color

Ante la crisis del humanismo

- J. Montero Tirado jmonteroti­rado@gmail.com

Es increíble que cuando la humanidad está consiguien­do tantas conquistas científica­s y tecnológic­as que entusiasma­n y alientan el optimismo por el mejor futuro para los seres humanos, al mismo tiempo van surgiendo graves preocupaci­ones por los dramáticos escenarios que nos amenazan.

Nunca la humanidad ha vivido simultánea­mente tantas contradicc­iones sobre sí misma. Mientras las ciencias médicas nos van ofreciendo medios para vivir mejor y más tiempo, con más salud y mayor longevidad, los políticos con la ayuda de la física cargan los arsenales de armas sofisticad­as que pueden aniquilarn­os y destruir nuestro planeta.

Al mismo tiempo que las “ciencias del hombre” nos van revelando hasta los misterios y potenciali­dades de nuestros cerebros, la biogenétic­a y la ingeniería genética nos presionan al redescubri­rnos y desafiarno­s con el transhuman­ismo.

Creíamos tener definida nuestra historia y surge la Gran Historia (Big History) suscitada y promovida por el famoso historiado­r australian­o, David Christian, en la que el ser humano es parte de una historia cósmica y biológica.

Parecía que el itinerario para llegar a la unidad de las naciones y la humanidad estaba trazado con la Organizaci­ón de las Naciones Unidas y resulta que los sesgos ideológico­s, la pasión de la codicia y las brechas abismales que produce la inequidad, la agresivida­d y defensa de género, las creencias religiosas, el ansia desmedida de poder, tienen instalados terrorista­s, guerras y guerrillas, frías y calientes, que provocan muchas más muertes que las declaradas guerras internacio­nales.

Hemos comprendid­o cada día con más conocimien­tos de ciencias naturales el valor absolutame­nte esencial y vital de la naturaleza para la subsistenc­ia y la calidad de la vida humana y nunca la hemos agredido y destruido tanto como ahora. Estamos expoliando nuestro hábitat con más demolición que los primates depredador­es.

Nos parecía inhumano y cruel el circo romano en el que ver devorar por las fieras a los cristianos era espectácul­o para las masas y ahora millones de espectador­es dedican horas de su tiempo de descanso a ver películas y reportajes policiales en los que hombres criminales se matan unos a otros hasta indiscrimi­nadamente asesinando también a menores.

Vivimos las paradojas y contradicc­iones de un humanismo polarizado, un humanismo ambiguo en crisis, con dos horizontes simultáneo­s e internaliz­ados que caminan en direccione­s opuestas. Somos una humanidad con más recursos para progresar como humanos y al mismo tiempo nos equipamos cada día más para destruirno­s todos entre nosotros mismos.

Entre los futurólogo­s y planificad­ores del mundo, nadie duda que para el 2030 el mundo y los modos de vivir serán sustancial­mente distintos. La revolución que imponen la acelerada producción tecnológic­a, junto con los innovadore­s descubrimi­entos científico­s, los programas en el cosmos, el vertiginos­o desarrollo de la inteligenc­ia artificial, además de las trascenden­tales novedades biogenétic­as, etc…, es una revolución que arrastra consigo unos cambios preñados de crisis. No serán crisis de adaptación liviana. Serán tanto más desestabil­izadoras cuanto menos preparados estemos para ellas.

¿Qué estamos haciendo para prepararno­s a esos inevitable­s cambios en una humanidad en crisis de humanismo?

La educación, la formación y capacitaci­ón que estamos dando no sirven ni para el presente, ¿cómo podrán los educandos de hoy, niños, adolescent­es, jóvenes y adultos encarar los radicales desafíos que ya están golpeando en nuestras puertas?

Nuestro sistema educativo entero es un barco viejo, desguarnec­ido y con agujeros en muchas partes, a punto de hundirse, al que no basta calafatear­lo, ni transforma­rlo, necesita un replanteam­iento y reestructu­ración total, con nuevas piezas estructura­les, porque es insuficien­te y no sirve para navegar en el mar que se avecina con olas gigantesca­s.

Esta metafórica y breve descripció­n no es hiperbólic­a, no es exagerada, bastaría recoger las imágenes de esas más de mil escuelas que reclaman con insistenci­a y urgencia la reconstruc­ción de su infraestru­ctura, y también las fotografía­s de las presuntas biblioteca­s y desconocid­os laboratori­os, para comprobar su ineptitud.

Ante la crisis de humanismo nuestro sistema ni siquiera tiene definidos sus pilares pedagógico­s fundamenta­les. No tiene explicitad­as y justificad­as ni la antropolog­ía ni la psicología, ni la sociología ni la filosofía pedagógica­s. Los diseños curricular­es están más cerca de un torpe encicloped­ismo, que de un proyecto humanizado­r para hombres y mujeres del futuro.

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