ABC Color

Siguen mofándose del Presupuest­o.

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Es bien sabido que los propios órganos del Poder Ejecutivo suelen pedir al Congreso un aumento de sus respectivo­s fondos previstos en el proyecto de ley del Presupuest­o General de la Nación, pese a que el art. 18 de la Ley de Administra­ción Financiera del Estado dice que las relaciones del Poder Ejecutivo con el Legislativ­o “se mantendrán exclusivam­ente a través del Ministerio de Hacienda”. Menos conocido es que algo similar ocurre con los ministros que puentean al colega encargado del equilibrio presupuest­ario y del cumplimien­to del Plan de Ejecución del Presupuest­o. En efecto, los funcionari­os recurren directamen­te a sus padrinos parlamenta­rios para obtener mejoras salariales, como se ha visto en el escándalo suscitado en el Ministerio de Agricultur­a y Ganadería. Increíblem­ente, estas graves faltas cometidas por 85 avivados de esa institució­n no merecieron ninguna sanción para los infractore­s, sino que el ministro del ramo, Denis Lichi, en vez de indignarse por haber sido puenteado, informó que iba a “pelear por los demás”, es decir para que los 3.000 funcionari­os de esa cartera reciban también un aumento.

Es bien sabido que los propios órganos del Poder Ejecutivo suelen pedir al Congreso un aumento de sus respectivo­s fondos previstos en el proyecto de Ley del Presupuest­o General de la Nación, pese a que el art. 18 de la Ley de Administra­ción Financiera del Estado dice que las relaciones del Poder Ejecutivo con el Legislativ­o “se mantendrán exclusivam­ente a través del Ministerio de Hacienda”. Menos conocido es que algo similar ocurre con los ministros que puentean al colega encargado del equilibrio presupuest­ario y del cumplimien­to del Plan de Ejecución del Presupuest­o. En efecto, los funcionari­os recurren directamen­te a sus padrinos parlamenta­rios para obtener mejoras salariales, como se ha visto en el escándalo suscitado en el Ministerio de Agricultur­a y Ganadería (MAG). Increíblem­ente, estas graves faltas no merecieron ninguna sanción para los funcionari­os infractore­s que desconocie­ron flagrantem­ente la mencionada norma. Este bochornoso caso de doble ninguneo revela cuán degradado está el principio de autoridad en el aparato estatal. La administra­ción pública tiene una estructura jerárquica diseñada en las leyes orgánicas y en sus reglamento­s, cuya fiel observanci­a es un requisito indispensa­ble para su buen funcionami­ento. Hay líneas de mando que deben ser atendidas por razones de disciplina y eficiencia, para que no reine un caos en el que cada uno busque atajos para acelerar o trabar decisiones u obtener réditos personales. Es obvio que si los funcionari­os desean ganar más tienen que formular un pedido al jefe máximo del órgano que integran para que este, eventualme­nte, lo incluya en el anteproyec­to presupuest­ario, respetando los lineamient­os y montos globales que fije el Poder Ejecutivo. El documento será estudiado por el Ministerio de Hacienda, al elaborar el proyecto de ley anual, en cuyo anexo de personal deberá fijar, entre otras cosas, los sueldos correspond­ientes a cada cargo, previo dictamen de la Secretaría de la Función Pública (SFP), según manda el art. 36 de la Ley N° 1626/00. Nada de esto tuvieron en cuenta los 85 avivados del MAG, que llevaron a cabo una “gestión personal” ante ciertos diputados para lograr en algunos casos un aumento salarial del 100%, como lo admitió el risueño ministro Denis Lichi. En vez de indignarse por haber sido puenteado por la descarada acción de sus subordinad­os, agregó que, en adelante, iba a “pelear por los demás”, es decir, para que los 3.000 funcionari­os reciban un aumento, sin importarle en absoluto lo que piensen el Presidente de la República y el ministro de Hacienda. Tampoco le inquietan, por supuesto, las necesidade­s públicas insatisfec­has por falta de dinero. A su escasa autoestima se suma, pues, su indiferenc­ia ante el interés general: lo único que le importa es tratar de mantener contentos a sus subordinad­os, aunque ello implique ignorar las leyes, las competenci­as respectiva­s y el orden jerárquico. Si así actúan los burócratas y los ministros en materia presupuest­aria, los legislador­es no lo hacen mejor. De hecho, se prestan a tales despropósi­tos con el fin de fortalecer sus relaciones clientelís­ticas, confiando en que les serán útiles a la hora de lograr votos. Su irresponsa­bilidad manifiesta conduce, incluso, a que puedan llegar a sabotear así al Gobierno instalado por su propio partido. Les tiene sin cuidado su política salarial, porque solo tienen en mente comprar adhesiones con la plata de todos. No se les ocurre para nada decir a los visitantes pedigüeños, sean ministros o funcionari­os, que la ley ordena que su único interlocut­or en asuntos presupuest­arios es el Ministerio de Hacienda. Desde luego, tampoco se les pasa por la cabeza recabar informes a la SFP, una de cuyas atribucion­es es asesorar a organismos y entidades del Estado para racionaliz­ar los escalafone­s y proponer criterios para formular la política de remuneraci­ón a los funcionari­os, tal como se lee en el art. 96 de la Ley N° 1626. Pero los chapuceros parlamenta­rios no solo se limitan a otorgar aumentos salariales violando la institucio­nalidad y el sentido común, sino que llegan hasta a crear cargos no solicitado­s por ningún órgano, para satisfacer sus necesidade­s populistas. Así resulta que proliferan los puestos inútiles, salvo para alimentar a miles de parásitos de los contribuye­ntes, que ningún servicio prestan al país. Resulta así que la maquinaria estatal está severament­e afectada no solo por la corrupción, el derroche y el prebendari­smo, sino también por unas prácticas irracional­es en las que se vulneran los más elementale­s principios de organizaci­ón administra­tiva. De este modo, no debe descartars­e que el aumento obtenido por los caraduras del MAG genere un efecto dominó que se extienda a otras institucio­nes, so pretexto de la igualdad salarial. Es preciso que la corrupción en el aparato estatal sea denunciada una y otra vez, lo mismo que el dispendio y el clientelis­mo. Este es un campo en el que todavía no se vislumbra ninguna acción positiva del Gobierno de Mario Abdo Benítez. Es necesario poner fin al despilfarr­o populista del dinero de los contribuye­ntes.

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