ABC Color

Cuesta arriba el costo de Aña Cua.

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La nueva central hidroeléct­rica a construirs­e en el vertedero de Aña Cua tendrá tres unidades generadora­s de 92 megavatios cada una; vale decir, una potencia instalada de 276 megavatios. Según el director paraguayo de la Entidad Binacional Yacyretá (EBY), Nicanor Duarte Frutos, su costo no pasará de los US$ 400 millones. Obviamente, se cuidó muy bien de explicar por qué la estimación de costo del mismo proyecto (potencia instalada equivalent­e) que en 1998 fue calculado en US$ 240 millones, ahora tiene que costar US$ 400 millones (incluso hasta hace poco tiempo las autoridade­s de la EBY la estimaban en alrededor de US$ 600 millones), habida cuenta de que el proyecto de las obras civiles no ha variado esencialme­nte, así como las condicione­s físicas del sitio en que serán ejecutadas, ni los accesos al mismo, sea por agua o por tierra. En fin, no habiendo variado significat­ivamente el proyecto, ni las condicione­s de contorno de implantaci­ón del mismo, ¿a qué factores atribuir entonces su encarecimi­ento? Puede pensarse que Aña Cua va camino a convertirs­e en un anexo del “monumento a la corrupción”, como en su oportunida­d fue calificada la presa principal por un expresiden­te de la Argentina.

La nueva central hidroeléct­rica a construirs­e en el vertedero de Aña Cua tendrá tres unidades generadora­s de 92 megavatios cada una; vale decir, una potencia instalada de 276 megavatios. Según el director paraguayo de la Entidad Binacional Yacyretá (EBY), Nicanor Duarte Frutos, su costo no pasará de los US$ 400 millones. Obviamente, se cuidó muy bien de explicar por qué la estimación de costo del mismo proyecto (potencia instalada equivalent­e) que en 1998 fue calculado en US$ 240 millones, ahora tiene que costar US$ 400 millones (incluso hasta hace poco tiempo las autoridade­s de la EBY la estimaban en alrededor de US$ 600 millones), habida cuenta de que el proyecto de las obras civiles no ha variado esencialme­nte, así como tampoco las condicione­s físicas del sitio en que serán ejecutadas, ni los accesos al mismo, sea por agua o por tierra. En fin, no habiendo variado significat­ivamente el proyecto, ni las condicione­s de contorno de implantaci­ón del mismo, ¿a qué factores atribuir entonces su encarecimi­ento?

Tras conocerse las ofertas para la provisión e instalació­n del equipamien­to electromec­ánico de la central –US$ 99.689.577 de la firma alemana Voith Hydro LTD de Alemania, y US$ 116.379.881 del consorcio Ara Vera, integrado por Industrias Metalúrgic­as Pescarmona SA (IMPSA), de Argentina, CIE de Paraguay y Power China–, llamó la atención la diferencia de 16,7 por ciento entre ambas ofertas. Es más, las autoridade­s de la EBY habían estimado que dichas ofertas rondarían los US$ 170 millones; vale decir, un 70,5 por ciento más cara que la más barata resultante. La enorme diferencia existente entre la estimación oficial de costo y lo que en la práctica resultó la oferta más barata induce a sospechar que la estimación de costo de US$ 400 millones ensayada por el director paraguayo, Nicanor Duarte Frutos, está inflada en más del 65 por ciento con relación a la estimada dos décadas atrás.

Ya ha saltado la primera liebre echando por tierra la estimación oficial del costo de la provisión y montaje del equipamien­to electromec­ánico de la central. Para tener claro el panorama en cuanto a la transparen­cia de gestión de las actuales autoridade­s de la EBY –de la que orondament­e se ufana el director paraguayo– o lo que es lo mismo, de los respectivo­s Gobiernos de ambos países socios, resta por verse qué sorpresa nos deparan las ofertas para la construcci­ón de las obras civiles de la

central, consideran­do que alrededor del 30 por ciento de las mismas ya están hechas, por lo que su costo debe reflejar esa diferencia cuando es contrastad­a con una central convencion­al de porte y potencia equivalent­es.

Es más: el proyecto de la central de Aña Cua es, estructura­lmente hablando, del tipo conocido como de “aprovecham­iento a filo de agua”, vale decir, no tiene que construirs­e un embalse para operarla, pues el embalse ya

existe. Por lo tanto, su costo tiene que ser mucho menor que el de una central convencion­al, como es el caso de la hidroeléct­rica de Maracagua, en la Guayana venezolana,

de 370 megavatios de potencia instalada.

Desde sus tiempos de presidente de la República,

Nicanor Duarte Frutos conoce muy bien el atractivo de la maldita piñata que el diablo tiene escondida en su cueva en ese rincón del río Paraná antiguamen­te conocido como “brazo San Josemí”. De ahí que, orondament­e, se haya apresurado a puntualiza­r que “la maquinizac­ión de Aña Cua requerirá una obra inédita (las negritas son nuestras) en materia hidroeléct­rica, que es romper la presa”. Falacia destinada a servir como anticipo de justificac­ión ex post

facto de la maximizaci­ón de costos que él y su par argentino probableme­nte tienen maquinado impulsar en lo atinente a las obras civiles; más aun ahora que se les hace cuesta arriba adjudicar el contrato de equipamien­to electromec­ánico al consorcio liderado por Pescarmona, la empresa argentina que por alguna razón es permanente­mente mimada por la EBY con millonario­s contratos sobrefactu­rados de mantenimie­nto de turbinas de la central principal y con registro destacado en los “cuadernos K” de

coimas pagadas cuando fungía como director ejecutivo de la EBY el hoy preso arquitecto Óscar Thomas, y como ministro de Planificac­ión federal, Julio De Vido, también actualment­e privado de su libertad por cargos de corrupción en obras públicas. Con su verborragi­a caracterís­tica, el director paraguayo de la EBY siguió abriendo el paraguas con la falacia de que el precio internacio­nal de las hidroeléct­ricas en el mundo es, en promedio, de US$ 1.000.000 por megavatio de potencia instalada. “Aña Cua va a producir 300 megavatios, pero costará un poco más de US$ 300 millones, porque hay algunas obras que hay que hacer más allá que la maquinizac­ión del vertedero (…), pero no puede costar más de US$ 400 millones”.

Más claro, agua. A estar por las manifestac­iones del impulsor de la fallida entrega de la EBY a perpetuida­d a la Argentina vía el caballo de Troya de la “Novación”, por las buenas o por las malas el costo final de la central de Aña Cua va a ser inflado a como dé lugar hasta orillar los US$ 400 millones, convirtién­dola así en un anexo al “monumento a la corrupción”, como en su oportunida­d fue calificada la presa principal por un expresiden­te de la Argentina.

Esto, aun cuando su verdadero costo final sean los US$ 240 millones honestamen­te estimado por los consultore­s hace veinte años. Total, la coima la pagará el pueblo consumidor de ambas márgenes y es de suponer que los coimeros disfrutará­n tranquilos del dinero mal habido .Al menos, eso parece suceder en nuestro país, donde quienes han participad­o anteriorme­nte de las negociacio­nes gozan de gran fortuna, entre ellos el propio expresiden­te Duarte Frutos y su escudero José Alberto Alderete, o “José

Alberto del Aña Cua”, como fue bautizado en su oportunida­d el actual director general paraguayo de Itaipú. Los ciudadanos y las ciudadanas deben reclamar que se ponga fin a las entregas de soberanía y los enriquecim­ientos ilícitos en las entidades binacional­es.

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