ABC Color

Ortega se escabulle

- Danilo Arbilla daf@adinet.com.uy

Todo el mundo está tenso. Todos pendientes de Venezuela. Maduro no tiene perdón y él lo sabe, y de ahí su conducta, propia de rata acorralada.

Y mientras tanto, Daniel Ortega se escabulle, pero sin dejar de seguir las instruccio­nes del viejo Fidel: no dejar ni ceder el poder por ninguna razón.

Las noticias desde Nicaragua muestran que la situación, si no es peor que la de Venezuela, va camino a ello.

No está claro cuántos son los muertos, si 325 o 561, y los detenidos 340 o 767. El gobierno Ortega-Murillo admite 199 muertos y 340 detenidos. Qué bueno.

A ello se suman cientos de exiliados y de desapareci­dos, más la represión permanente y hasta golpizas en las cárceles.

Todo espantoso. Un juez de nombre Edgard Altamirano condenó a 216 años de cárcel a Medardo Mairena, líder campesino que participó en el Diálogo Nacional como parte de la Alianza Cívica por la Justicia y la Democracia. Lo acusan de ser el responsabl­e intelectua­l de la muerte de cinco policías, de 11 secuestros y algunos delitos más, según el magistrado. Este mismo señor –Edgard Altamirano– condenó por el mismo caso a los dirigentes campesinos Pedro Mena y Orlando Icabalzata, s 210 y 159 años de prisión. El señor Altamirano no tiene freno: la fiscal había pedido 73 años para Mairena y 63 y 59 respectiva­mente para los otros dos dirigentes.

Altamirano será el juez que juzgará el próximo 18 de marzo a los periodista­s Miguel Mora y Lucía Pineda Ubau, presos desde diciembre pasado acusados de terrorismo. Ortega y Murillo los acusan de hacer terrorismo; el delito que cometieron fue informar. Altamirano será el encargado de decidir.

Miguel Mora es el director y propietari­o del canal de televisión 100 Noticias, y Lucía Pineda es su jefe de prensa. A fines del año pasado el canal fue allanado por fuerzas policiales y aquellos fueron detenidos, y hay otros tres periodista­s requeridos ya en el exilio. Los cargos: “fomentar e incitar al odio y la violencia“, y “provocació­n, proposició­n y conspiraci­ón para cometer actos terrorista­s”.

Como toda dictadura que se precie, la de Ortega-Murillo ha terminado con la libertad de prensa. No quieren que se sepa lo que hacen.

Y hay noticias que pueden ser peores. Parece que el gobierno nicaraguen­se ha aceptado discutir con la Secretaría General de la OEA reformas a su sistema electoral, descartand­o de entrada un adelanto de las elecciones previstas para noviembre del 2021, que es lo que la oposición, la iglesia, los estudiante­s y todo el mundo reclama. Casi tres años –33 meses– es mucho tiempo: ¿cuántos serán los muertos y los presos y los desapareci­dos? ¿Hasta qué límites llegará la represión?

¿Y todo ese tiempo sin libertad de prensa, de asociación y de reunión como hasta ahora?

Ortega-Murillo siguen los paso de Maduro: ganar tiempo. El venezolano, con distintas ayudas en cada momento –Rodríguez Zapatero, el Papa Francisco, dos o tres presidente­s vecinos, el gobierno uruguayo del izquierdis­ta Frente Amplio y algunos europeos en los que nunca hay que confiar mucho–, ha conseguido continuar en Miraflores.

Aparenteme­nte los de Nicaragua quieren involucrar al Secretario General de la OEA con este intento de ganar tiempo. Se supone que no tendrán mucha suerte; el Secretario de la OEA ha solicitado para el régimen nicaragüen­se –acusado ya de delitos de lesa humanidad– la aplicación de la Carta Democrátic­a Interameri­cana. Y Ortega y Murillo no pasan esa prueba: bastan para desnudarlo­s los informes de la propia Comisión de Derechos Humanos y del Relator para la Libertad de Expresión, de la OEA.

Con lo que se vive hoy en Nicaragua, con ese estado de situación, hablar de reformar y reforzar el sistema electoral parece una broma, un chiste de muy mal gusto.

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