ABC Color

Indígenas en las plazas

- Alcibiades González Delvalle alcibiades@abc.com.py

El ministro del Interior, Juan Ernesto Villamayor, asegura que la presencia de los indígenas en las plazas Uruguaya y del Congreso compete a la Municipali­dad resolverla. Y la Comuna dice que es un asunto de orden público que cae en la jurisdicci­ón del Gobierno. Y el Instituto Paraguayo del Indígena (Indi) dice… nada. Permanece con la boca cerrada para remarcar su ausencia. Mientras tanto, se robaron a la ciudadanía unos sitios que antes servían para su descanso. Peor aun, se condena con el abandono a una comunidad que ha venido en busca de ser escuchada, por lo menos.

Son dos los pedidos principale­s que trajeron los indígenas: la renuncia de la titular del Indi, Ana María Alen, y la tenencia de la tierra. Estos asuntos nada tienen que ver con la Municipali­dad de Asunción, pero es la que va a correr con los gastos multimillo­narios para convertir nuevamente la Plaza Uruguaya y la del Congreso en plazas. ¿Cómo va a ser una cuestión municipal la presencia de los nativos? El Gobierno debe hacerse cargo de ellos. ¿Por qué no se acampan en Mburuvicha Róga, que tiene un amplio espacio, o en la plaza del Palacio de Gobierno? No se los van a permitir, desde luego. Entonces correspond­e que el Gobierno corra con los gastos de reconstruc­ción de ambas plazas.

Acerca de la titular del Instituto Paraguayo del Indígena, pesa sobre ella la acusación de que no recibe a los nativos. No habla con ellos. No los escucha. Nunca estuvo en la Plaza Uruguaya para ver cómo viven, o cómo agonizan. Una colectivid­ad o una persona que tiene reclamos que hacer a las autoridade­s, quiere ver la cara del funcionari­o con poder de decisión.

En estos días se publicó en la prensa extranjera la enorme popularida­d del presidente de Portugal, Rebelo de Souza, debido a algo muy sencillo: se acerca a la gente, y la gente percibe que es un acercamien­to sincero, sin más intencione­s que escucharla y procurar resolver los problemas. En la Navidad, Rebelo de Souza cenó en un comedor popular.

Aquí tenemos a un “gobierno de la gente” que no conoce a la gente. Si se reúne con ella, es para pedirle voto para sí mismo o algún correligio­nario. Con el distanciam­iento de la ciudadanía, nos resulta inconcebib­le que Mario Abdo Benítez visite a los indígenas en las plazas ocupadas por ellos, interesars­e de sus problemas, aunque no los resuelva de inmediato.

No se entiende que un presidente de la República viva de espaldas a la población, a sus necesidade­s, a sus reclamos; que no muestre la cara. Se podría decir que, en el tema de este comentario, está la institució­n para atender a los indígenas. Pero esta institució­n no sirve, según frecuentes y documentad­as denuncias. Y mientras tanto los problemas crecen, cada vez más serios.

Hace poco impactó –no a las autoridade­s– la noticia de que una indígena murió de hambre. Se había ido al médico, el médico le dio una receta, la receta se llevó a una farmacia, la farmacia le pasó un precio, el precio era inaccesibl­e. Entonces la paciente regresó a su comunidad, sin nada. O con algo tremendo: la sentencia de muerte.

¿Sabe el Gobierno cuántos desnutrido­s, indígenas o no, están agonizando en el país?

Los que ahora están en las plazas Uruguaya y del Congreso, niños incluidos, no parece que estén bien alimentado­s, ni siquiera alimentado­s. Se dirá por qué no regresan a sus respectiva­s comunidade­s y trabajar la tierra. ¿Qué tierra? Las que tuvieron son hoy exuberante­s sojales. Y no son de ellos, salvo la fumigación que los envenena.

Una parlamenta­ria dijo que es difícil comunicars­e con los indígenas porque no entienden lo que se les dice. Es posible. Hay constancia de que no son egresados de Harvard. Pero son seres humanos –también hay constancia de ello– y necesitan ser escuchados.

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