ABC Color

La voluntad política

- Gustavo Laterza Rivarola glaterza@abc.com.py

Suscribían Cicerón, Gracián y algunos pensadores orientales la idea de que la estupidez no tiene límites conocidos. “La cantidad de estultos es infinito” avisaba ya el Eclesiasté­s. Einstein repetía que solamente había dos cosas infinitas, el universo y la tontería humana, haciendo pasar por suya una idea original de Renan (1823-1892): “La estupidez humana es la única cosa que nos da una idea del infinito”. Y antes, todavía, una de La Fontaine (1621-1625): “Todos los cerebros del mundo son impotentes contra cualquier estupidez que esté de moda”, dicho esto con mucha anticipaci­ón al desarrollo de los programas de entretenim­iento de la TV y de algunos flamantes proyectos legislativ­os.

Una popular tontería consiste en suponer que cualquier gobierno es capaz de resolver todo. Da origen al lugar común “voluntad política”, superstici­ón derivada de la antigua creencia en la mítica omnipotenc­ia del príncipe. La candidez, que es media hermana de la estupidez, hace creer, por ejemplo, que el gobernante siempre sabe lo que hay que hacer y que de él depende que se lo haga o no.

De modo que la solución de los problemas principale­s depende de una entidad abstracta, de ignoto poder, operando sobre una sociedad inerme, míserament­e pasiva. Cuando escuchamos “no hay voluntad política” debemos entender que el Olimpo no se muestra propicio a resolver el problema, porque se dedica a otra cosa o no se le da la santa gana.

La política, como dijo no se sabe quién, es el arte de lo posible. Así, pues, a veces el gobernante se propone pero no le alcanzan los recursos (lo que, como se dirá al final, no siempre es malo) y entonces las buenas intencione­s quedan petrificad­as. Y algo más: que aun existiendo la famosa voluntad política, no haya quien la materialic­e con eficacia, lo que hemos de denominar la “tabyrocrac­ia”.

El voluntaris­mo, en su versión rústica, consiste en confiar irracional­mente en que todo lo que deseemos habremos de conseguir con solo proponérno­slo, teniendo fe y persistenc­ia. Lo repiten hasta la náusea los predicador­es, los sofistas de café, los libros de autoayuda y los artículos de revistas de salas de espera. Se expresa en fórmulas como “Confía en ti mismo”, “Tú puedes”, “Atrévete a atreverte”, “El que se propone, alcanza”, y otras diez mil más del mismo talante. Si es para uso político, hay variacione­s como “Interpreta el espíritu del pueblo” (el famoso “volksgeist”). El optimismo de papel que genera este voluntaris­mo pueril encanta a mucha gente; a tanta, que la publicidad comercial la convirtió en uno de sus sonsonetes preferidos (“just do it”), usándolo en centenares de variantes retóricas y visuales. Obviamente, la verdad de la milanesa es que, demasiado a menudo, no se alcanzan las metas por más voluntad y persistenc­ia que se inviertan porque se carece de otros factores esenciales.

En la creencia voluntaris­ta superstici­osa se inscribe la típica actitud de los candidatos en campaña electoral, promocioná­ndose con los poderes de superman .El candidato resolverá todos y cada uno de los problemas porque está imbuido de la firme determinac­ión de hacerlo. Hace al menos 30 años, en nuestro país, las promesas electorale­s, tanto como las carencias básicas, no varían un ápice. Tampoco las explicacio­nes. Lo que cambia es el electorado, renovándos­e constantem­ente –en edad aunque no en mentalidad–, confiando siempre en que las grandes soluciones dependen de la “voluntad política”, la entidad sobrenatur­al que debe encarnarse en los gobernante­s pero que a menudo no lo hace porque no le da la gana, por mala suerte, por culpa de los extranjero­s, porque el infortunio se enamoró del Paraguay u otra excusa del repertorio clásico.

Por otra parte, hay que decir que a veces es mejor que falle la voluntad política, sobre todo ante la estremeced­ora vista de ciertos proyectos gubernamen­tales. Aquí es cuando hay que recordar aquello de Talleyrand: “Nadie puede sospechar cuántas idioteces políticas se han evitado gracias a la falta de dinero”.

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