ABC Color

Siempre son los polibandis

- Ilde Silvero ilde@abc.com.py

No es un flagelo exclusivo de nuestro país, pero, en los últimos años, los polibandis se han convertido en una pesadilla de los dueños de cualquier tipo de comercios pequeños y también del ciudadano común. El problema es muy grave porque los policías, en vez de velar por la seguridad en la vía pública, se transforma­n en asaltantes o extorsiona­dores de civiles.

No transcurre una semana sin que aparezca algún nuevo caso de asalto, robo, secuestro, extorsión o balacera en las calles, protagoniz­ados por dos o tres policías asociados para cometer hechos ilícitos.

La modalidad se ha generaliza­do tanto que ahora ya no se trata únicamente de asaltos a bancos, cooperativ­as o cajeros automático­s, sino que comprende también a jardineros, choferes de bus escolar, sacrificad­os trabajador­es, etc.

El modus operandi no es nada complicado: en sus días libres, se juntan dos o tres policías, vestidos de particular, abordan algún vehículo común, generalmen­te un “chileré”, sacan o adulteran la chapa y luego, a la caza de lo que se presente en cualquier lugar.

A veces, aprovechan­do informació­n obtenida en las comisarías, buscan algún motochorro conocido o pequeño traficante de estupefaci­entes y lo “aprietan” para sacarle el efectivo que posea.

En ocasiones, los polibandis suministra­n informació­n a los tortoleros y ladrones para que estos hagan sus golpes y luego se reparten lo robado. Por las madrugadas, el método extorsivo más común es la supuesta aplicación del alcotest a conductore­s sospechoso­s de haber bebido algo y la rápida transada por alguna suma relativame­nte importante.

¿Por qué es tan frecuente asociar policía con corrupción? ¿Por qué hay tantos polibandis en nuestra sociedad? ¿Por qué no se puede poner fin a este flagelo social? Interesant­es preguntas que no admiten respuestas fáciles e inmediatas.

La raíz del problema debe buscarse en la precaria situación socioeconó­mica de miles de familias cuyos niños sufren desnutrici­ón, carencia de atención sanitaria y una muy escasa formación educativa. Al concluir la adolescenc­ia, muchos jóvenes ven la carrera policial como la única opción para ascender socialment­e. La instrucció­n en la academia de agentes no puede compensar los déficits nutriciona­les y educativos de la infancia y de la pubertad.

Los oficiales recién recibidos perciben una ajustada remuneraci­ón y, a la vez, una antigua tradición de malos ejemplos de cómo conseguir algunos “extras”, sea durante su trabajo o en sus días libres. Se aplica el principio de manada y de no luchar contra la corriente.

Necesitamo­s, pues, muchos años y firmes políticas de Estado para combatir la existencia de los polibandis. Un buen primer paso sería que todos los niños paraguayos estén bien nutridos y correctame­nte educados. Luego deben venir varias añadiduras.

La selección de los postulante­s debe ser más exigente y profesiona­l, de modo a evitar el ingreso de jóvenes con el perfil inadecuado. La malla curricular debe enfatizar la ética, la vivencia diaria de los valores cívicos y el respeto de los derechos humanos. Todo esto, solo para empezar el camino correcto.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Paraguay