Siempre son los polibandis
No es un flagelo exclusivo de nuestro país, pero, en los últimos años, los polibandis se han convertido en una pesadilla de los dueños de cualquier tipo de comercios pequeños y también del ciudadano común. El problema es muy grave porque los policías, en vez de velar por la seguridad en la vía pública, se transforman en asaltantes o extorsionadores de civiles.
No transcurre una semana sin que aparezca algún nuevo caso de asalto, robo, secuestro, extorsión o balacera en las calles, protagonizados por dos o tres policías asociados para cometer hechos ilícitos.
La modalidad se ha generalizado tanto que ahora ya no se trata únicamente de asaltos a bancos, cooperativas o cajeros automáticos, sino que comprende también a jardineros, choferes de bus escolar, sacrificados trabajadores, etc.
El modus operandi no es nada complicado: en sus días libres, se juntan dos o tres policías, vestidos de particular, abordan algún vehículo común, generalmente un “chileré”, sacan o adulteran la chapa y luego, a la caza de lo que se presente en cualquier lugar.
A veces, aprovechando información obtenida en las comisarías, buscan algún motochorro conocido o pequeño traficante de estupefacientes y lo “aprietan” para sacarle el efectivo que posea.
En ocasiones, los polibandis suministran información a los tortoleros y ladrones para que estos hagan sus golpes y luego se reparten lo robado. Por las madrugadas, el método extorsivo más común es la supuesta aplicación del alcotest a conductores sospechosos de haber bebido algo y la rápida transada por alguna suma relativamente importante.
¿Por qué es tan frecuente asociar policía con corrupción? ¿Por qué hay tantos polibandis en nuestra sociedad? ¿Por qué no se puede poner fin a este flagelo social? Interesantes preguntas que no admiten respuestas fáciles e inmediatas.
La raíz del problema debe buscarse en la precaria situación socioeconómica de miles de familias cuyos niños sufren desnutrición, carencia de atención sanitaria y una muy escasa formación educativa. Al concluir la adolescencia, muchos jóvenes ven la carrera policial como la única opción para ascender socialmente. La instrucción en la academia de agentes no puede compensar los déficits nutricionales y educativos de la infancia y de la pubertad.
Los oficiales recién recibidos perciben una ajustada remuneración y, a la vez, una antigua tradición de malos ejemplos de cómo conseguir algunos “extras”, sea durante su trabajo o en sus días libres. Se aplica el principio de manada y de no luchar contra la corriente.
Necesitamos, pues, muchos años y firmes políticas de Estado para combatir la existencia de los polibandis. Un buen primer paso sería que todos los niños paraguayos estén bien nutridos y correctamente educados. Luego deben venir varias añadiduras.
La selección de los postulantes debe ser más exigente y profesional, de modo a evitar el ingreso de jóvenes con el perfil inadecuado. La malla curricular debe enfatizar la ética, la vivencia diaria de los valores cívicos y el respeto de los derechos humanos. Todo esto, solo para empezar el camino correcto.