ABC Color

El delito de preguntar

- Danilo Arbilla daf@adinet.com.uy

Jorge Ramos, periodista de Univisión, no elige enemigo chico. Vicente Fox, Fidel, Donald Trump, Nicolás Maduro. Ni chicos físicament­e –todos grandes, mucho más “lomudos” que el colega mexicano– ni por sus “funciones”: todos presidente­s y en casos mandamases con atribucion­es extras y pretension­es mayores en la materia. Es que a Jorge Ramos le da por preguntar, y es sabido que a los hombres de gobierno les gusta poco que les hagan preguntas sobre aquellos temas que quieren evitar. Les cae mal.

Por supuesto que hay periodista­s que hacen preguntas tipo “centros a la olla” –hay de todo en el Reino del Señor–; algunos porque no les da para más –ni la cabeza ni el valor– y otros porque les resulta un buen negocio. Son casos que dan vergüenza y uno se pregunta ¿hasta cuando?, sin perder la fe en que en algún momento se hará justicia y se sabrá cuánto les pagaron.

Pero ese, por cierto, no es el caso de Ramos. Este hace preguntas que no le gustan a los señores gobernante­s, los que no son capaces de admitir que simplement­e se trata de los temas que interesan a la gente, de aquellos asuntos sobre los que la gente quiere saber y sobre los que el pueblo reclama informació­n.

El hombre de Univisión lo ejemplific­a claramente: viven en una burbuja, y para el caso específico de Maduro “en la burbuja del Palacio de Miraflores”, en donde “es todopodero­so” y “cree que solo él tiene la verdad y el poder”. Y va Ramos y a ese señor –un legítimo (en este caso, sí) energúmeno– le muestra un video, ni le pregunta, solo un testimonio de lo que pasa en Venezuela. Y Maduro reaccionó. Como tal.

Bien por Jorge Ramos. Lo suyo fue un notable aporte para el público, agregó mucha informació­n. Aventó dudas, muchas sembradas ex profeso. Sumó elementos contundent­es sobre Maduro y el régimen dictatoria­l bolivarian­o que somete a Venezuela. Pero no solo en ese plano, sino que al tiempo de desnudar a la propia tiranía y el tirano, le ha quitado algunas ropitas más a todos aquellos que han sido socios y cómplices del régimen, que con el cuento de ser partidario­s del diálogo, la vía pacífica y la reconcilia­ción, han respaldado a Maduro y le han dado tiempo. Todo ese tiempo, el de por lo menos los últimos dos años, en que los chavistas y sus colectivos fascistas han arrasado.

Pero esto de las preguntas indiscreta­s que molestan no solo pasa en Venezuela –lo que es previsible en una dictadura–, sino en otros lados, e infelizmen­te en los EE.UU., donde Trump –quien no le va a la zaga a Maduro en determinad­as legitimida­des– se ha transforma­do en uno de los mayores enemigos de la libertad de prensa y el derecho de los estadounid­enses a saber qué pasa, y lo que está pasando nada menos que en la Casa Blanca.

Noticias venidas desde Vietnam consignan que a tres correspons­ales, de las agencias Associated Press, Reuters y Bloomberg, no les fue permitido el ingreso al inicio de la cena entre Trump y el “jefe” norcoreano Kim Jong-un. No pudieron cubrir esa informació­n por orden de la Casa Blanca, según las noticias que indican a la vez que los tres profesiona­les integraban la lista de trece correspons­ales autorizado­s para “seguir a Trump”. ¿Y cual fue la razón?

Y ahí está la madre del borrego: estos periodista­s, poco antes le habían preguntado a Trump sobre las declaracio­nes de su exabogado Michael Cohen y si había dado marcha atrás –esto es, reculado– respecto a la desnuclear­ización de Corea del Norte.

Les dio por preguntar y el efecto fue similar a lo ocurrido en Miraflores cuando Ramos le mostró el video a Maduro. En el caso de Venezuela no habría que sorprender­se mucho pero lamentable­mente en el de Trump tampoco, dado todo los antecedent­es, lo que es tan o más preocupant­e.

Lo que importa, en definitiva, es que el público se entere de cómo son las cosas, razón por la cual no hay que dejar de preguntar. Les guste o no a los grandes señores.

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