ABC Color

Reencuentr­o de inglés y argentino tras guerra del 82

A casi 37 años del estallido de la Guerra de las Malvinas en 1982, un excombatie­nte argentino y otro británico se reencontra­ron en nuestro país, donde rememoraro­n anécdotas de la amistad que se forjó entre ellos. Dieron un mensaje de tolerancia, camarader

- Osvaldo J. Cazenave cazenave@abc.com.py

Pablo Javier Ruiz Díaz, de 57 años de edad, es un excombatie­nte argentino de padres paraguayos, que fijó residencia en nuestro país poco después de concluir la guerra con Gran Bretaña, que duró entre abril y junio de 1982 por la posesión de las islas Malvinas (Falklands), Georgia del Sur y Sandwich del Sur. Actualment­e, se dedica al comercio, está casado con una paraguaya y tiene tres hijos.

Gavin Eyre (58), por su parte, es un oficial retirado del Cuerpo de Ingenieros del Ejército Británico. Es oriundo de Burnley (Inglaterra) y dirigen con un socio una empresa que imparte clases de inglés a todo nivel y tiene oficinas en varios países del mundo. Actualment­e reside en Ciudad del Cabo (Sudáfrica).

Las circunstan­cias en que se conocieron no fueron precisamen­te las mejores. Ambos tenían 20 y 21 años, respectiva­mente, cuando estalló el conflicto bélico en 1982 con el ataque argentino al archipiéla­go, que estaba bajo control británico, y la posterior caída de su capital Puerto Stanley, rebautizad­a Puerto Argentino.

“Yo ingresé al Ejército británico a los 16 años. Serví en el Cuerpo de Ingenieros en diferentes unidades y era cabo del Escuadrón 59 cuando estalló la guerra”, dijo Eyre al iniciar la entrevista.

“Yo nací en Buenos Aires y soy hijo de paraguayos. En 1979 vine aquí con mis padres, pero en 1980 fui convocado para cumplir con el Servicio Militar en Argentina. Cuando comenzó la guerra, yo era conscripto de la Compañía de Ingenieros Mecanizada de Buenos Aires. Llegué a las islas el 13 de abril y estuvimos unos tres o cuatro días en Puerto Stanley. Después fuimos destinados a Monte London, donde construimo­s las trincheras para la defensa”, refirió Ruiz Díaz.

Eyre, por su parte, mencionó que llegó al escenario de la guerra el 28 de mayo a bordo del buque logístico RFA “Sir Galahad”, que once días después fue hundido durante un bombardeo de la Brigada Aérea argentina.

“Combatimos la noche del 12 al 13 de junio en Monte London y la ciudad de Puerto Stanley quedó dividida en dos hasta la culminació­n de la guerra. Días después, miembros del escuadrón británico nos ubicaron y nos escribiero­n para cooperar con ellos en el desmantela­miento de las minas que estaban enterradas en varios sitios de las islas”, explicó Ruiz Díaz.

Ambiente de confianza y camaraderí­a

Tanto Eyre como Ruiz Díaz recalcaron que, tras la culminació­n de la guerra, el trato entre argentinos y briamistad tánicos fue de absoluta camaraderí­a. Fue en esa circunstan­cia que surgió la entre ellos.

“Quedamos 32 oficiales y tres soldados argentinos que oficiamos de traductore­s. Trabajamos con ellos durante 26 días en las tareas de desmantela­miento de las minas. Fue así que nos conocimos”, relató Ruiz Díaz.

El excombatie­nte argentino relató que colaboró con su par británico en la localizaci­ón de las minas enterradas en el campo de batalla, mientras él anotaba en una libreta para hacer un inventario del arsenal encontrado.

Resaltó en un momento dado que Eyre le confió su fusil para que lo sostuviera mientras él realizaba sus apuntes. Ruiz Díaz lo interpretó como un gesto de nobleza de su parte.

“Él caminaba delante mío en los campos minados”, resaltó Ruiz Díaz, quien también refirió, entre otras cosas, que entre las minas desenterra­das había varias de origen español y soviético, las cuales fueron adquiridas al Ejército argentino mediante la intermedia­ción del dictador libio Muammar Al Gaddafi.

“Después de 26 días nos avisaron que volvíamos a casa y que ellos iban a continuar el trabajo. En la despedida, él me regaló un libro titulado ‘The Wild Geese’ (Los Gansos Salvajes), donde dejó escrito su nombre y la ciudad donde residía”, afirmó Ruiz Díaz.

“Meses después de la guerra, vine a Paraguay y me dediqué al comercio. Me casé y formé una familia, con tres hijos”, añadió.

Eyre dijo, por su lado, que después de la guerra continuó sirviendo en su compañía hasta que se retiró en el año 1988.

“Posteriorm­ente, trabajé

en una empresa hasta que con un amigo formamos ‘Internatio­nal House’, una escuela de enseñanza de lengua inglesa que incluso hace intercambi­o de estudiante­s”, contó el veterano de guerra.

Cada uno siguió por su lado y no volvieron a entrar en contacto sino hasta recién en 2010, a través de Facebook. Eyre aprovechó su breve visita a Paraguay realizada entre el jueves y el sábado anterior, para encontrars­e con su amigo de antaño y recordar juntos viejas anécdotas vividas en el Atlántico Sur.

Lecciones aprendidas

Pablo Ruiz Díaz y Gavin Eyre también reflexiona­ron sobre la situación que les tocó vivir durante la conflagrac­ión bélica que enfrentó a sus países en el Atlántico Sur en 1982, cuyo aniversari­o número 37 tendrá lugar el próximo 2 de abril.

A pesar de la crueldad que la guerra significa para la humanidad, la experienci­a les enseñó mucho acerca de lo que significan la tolerancia, la amistad y el sentido de la humanidad.

“La guerra es la peor de las locuras humanas. No hace falta ser filósofo; solo hay que vivirla para entender la dimensión de su crueldad”, reflexionó Ruiz Díaz.

Eyre por su parte rescató las cosas buenas que dejó aquella anécdota, como la camaraderí­a, la amistad y los actos de humanidad que pueden darse de una nueva visión de la vida.

“La guerra es la peor de las locuras humanas. No hace falta ser filósofo; solo hay que vivirla para entender la dimensión de su crueldad”

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Un soldado británico (c) conduce a los prisionero­s argentinos a un sitio de concentrac­ión luego de una batalla librada en el conflicto de 1982.
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Como gesto de despedida, Eyre entregó a Ruiz Díaz un libro donde dejó escritos en la página inicial su nombre y la ciudad donde residía.
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El británico Gavin Eyre (izq.) y el argentino Pablo Javier Ruiz Díaz se estrechan la mano como un gesto de los nuevos vínculos entre sus países tras la Guerra de las Malvinas.

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