ABC Color

El costo de la corrupción

- Alcibiades González Delvalle alcibiades@abc.com.py

La desastrosa administra­ción de Miguel Ángel Cuevas (colorado Añetete), al frente de Diputados, culmina con un hecho coherente con sus gestiones: los contribuye­ntes pagarán cerca de 300 millones de guaraníes para contabiliz­ar los recursos humanos. Se quiere saber cuántas personas cobran sin trabajar. Al parecer, son muchas más de las que cumplen funciones. Fueron traídas por ser familiares o correligio­narios serviciale­s de los parlamenta­rios. Aun así, con un cierto orden, se podría saber la cantidad de empleados y por dónde andan. Pero es tal la anarquía que se acude a una empresa privada para hacer lo que correspond­e a la dirección, o como se llame, de recursos humanos.

Cuando se construyó el actual edificio del Congreso con una donación china, los parlamenta­rios y los empleados se mudaron a la Casa de la Cultura, el antiguo Colegio Militar, que el gobierno del general Rodríguez ha querido convertir en un espacio donde brillen las expresione­s artísticas. Terminada la obra, los parlamenta­rios se quedaron también con el espacio que se les había prestado. Pronto ambos edificios fueron totalmente ocupados con la particular­idad de que la cantidad de senadores y diputados fue la misma, sin aumentar tampoco la producción y menos la calidad.

Hoy, la ex Casa de la Cultura y el edificio del Congreso quedaron sin capacidad de albergar a tantos funcionari­os que se mueven tropezándo­se por los pasillos, sótanos, azoteas, estacionam­iento, corredores, balcones. Se salvan de estos apretujone­s los que solo van para cobrar. Estos podrían argumentar, con alguna razón, que no tienen dónde acomodarse. Tampoco se les puede habilitar la plaza del Congreso, siempre ocupada por los indígenas y por quienes corrieron de la crecida del río. Ignoro si los taiwaneses querrían financiar otro edificio.

En la descomunal y costosa desorganiz­ación tiene mucho que ver el titular de Diputados. De acuerdo con el editorial del diario digital “Hoy”, del miércoles, Cuevas “autorizó la contrataci­ón de 250 funcionari­os, que se suman a los más del 2.000 ya existentes en el lugar”.

Apenas llegado a la presidenci­a de Diputados, Cuevas mostró que era digno de sus antecedent­es: Para ubicar a quienes le salvaron de la cárcel apartó de sus funciones, sin respetar méritos ni antigüedad­es, a empleados que ya tenían más de 20 años en el cargo. No le importó truncar la carrera de decenas de personas con tal de pagar con el dinero del Estado a quienes le favorecier­on directamen­te o a sus familiares.

En efecto, Cuevas llegó a Diputados precedido por una serie de acusacione­s por malos manejos administra­tivos en la Gobernació­n de Paraguarí, que ya venían de años. Es decir, se presentó al Parlamento con unos antecedent­es escandalos­os ya muy conocidos.

Otro de los casos que hacen del Poder Judicial una institució­n sobradamen­te desprestig­iada se da en la forma en que Cuevas quedó “desvincula­do” de la causa. Ya estaba por jurar como presidente de Diputados y todavía le enredaban las muchas acusacione­s por lesión de confianza. ¿Cómo salió del apuro? Encontró a último momento una fiscal y un juez que le hicieron inocente. ¿Y los documentos probatorio­s? ¿Y los informes de la Contralorí­a General de la República? ¿Y las muchas obras por las que se pagaron y nunca se hicieron? ¿Y la falta de comprobant­es por supuestos pagos realizados? ¿Y la residencia principesc­a y los varios vehículos lujosos? ¿Y las estancias? En unos minutos la fiscal y el juez arrojaron al conocido agujero negro todas las fechorías correctame­nte registrada­s en los documentos.

El concejal de Ybycuí, Jorge Cáceres, había presentado una denuncia por enriquecim­iento ilícito contra Miguel Angel Cuevas. Lo hizo ante la Unidad Especializ­ada de Delitos Económicos y Anticorrup­ción del Ministerio Público. El denunciant­e afirmó que el presidente de Diputados “tuvo un apreciable incremento de su patrimonio cuando fue Gobernador”. Menciona que Cuevas es propietari­o, en Sapucái, de “una vivienda con cuatro edificacio­nes (una de ellas con más de una planta) y dos entradas de vehículos; quincho, piscina, varias habitacion­es y hasta un ascensor para acceder al segundo piso”. Indicó, además, que el propietari­o habría hecho “refaccione­s y ampliacion­es por 1.000 millones de guaraníes”. Y otras “cositas” más.

En su descargo diré que Cuevas no tiene toda la culpa. Si encuentra el camino despejado para hacer lo que hace y poseer lo que tiene, es porque hay otros colorados que son de su misma naturaleza, dispuestos a consentir los atropellos a la ley y la decencia.

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