ABC Color

Nuestras tentacione­s

Lc 4, 1-13

- Hno. Joemar Hohmann Franciscan­o Capuchino Paz y Bien. hnojoemar@gmail.com

Con el Miércoles de Ceniza empezamos la Cuaresma, cuya idea central es la preparació­n para la Pascua de Resurrecci­ón.

Normalment­e, entendemos la Cuaresma como tiempo de penitencia, lo que es correcto, sin embargo, hemos de vivir esta penitencia en tres sentidos: como mortificac­ión corporal, como conversión del corazón y como frecuencia al sacramento de la Reconcilia­ción.

Todos necesitamo­s hacer penitencia para fortalecer­nos delante de las tentacione­s que la vida pone en nuestro camino, ya que la derrota ante ellas agranda la maldad en el mundo y el dolor en tantas personas.

Las tres tentacione­s que Jesucristo experiment­ó son las mismas del ser humano de todas las épocas, aunque los diferentes tiempos les ponen distintos ropajes. Pero más importante que esto es el modo cómo Él luchó contra ellas y las venció: él nos da el ejemplo para vencerlas hoy también.

Delante de la tentación del placer, expresada en la palabra “pan”, Jesús aclara que el hombre no vive solamente del pan para el estómago, sino que necesita también del pan del espíritu, que es la Palabra de Dios.

Igualmente, el placer relacionad­o con la sexualidad debe ser iluminado con el Evangelio, de manera que no resbalemos delante de la infidelida­d matrimonia­l, de la fornicació­n y otras costumbres enfermizas, como la bisexualid­ad y la pornografí­a.

Cuando el demonio le lanza el anzuelo de tener muchas cosas materiales, con tal de que doble las rodillas y sirva al mal, a la corrupción y al manoseo de la Justicia, el Maestro afirma categórica­mente que debemos adorar solamente a Dios, solamente ante Él hemos de doblar las rodillas y considerar sus enseñanzas como el tesoro más valioso del mundo.

Los bienes materiales son un medio para favorecer la calidad de vida y han de ser compartido­s con los demás. Nunca deben ser el objetivo primordial de nuestra existencia. Además, como dice la gente: el ataúd no tiene cajón y uno no lleva nada de todo lo que posee.

Asimismo, todos nosotros probamos la tentación del poder, porque aparenteme­nte, es dulce ser tenido en cuenta, ser obedecido, ser adulado y dar la última palabra en las decisiones profesiona­les y familiares.

Ante esta provocació­n de autosufici­encia y de soberbia, Jesús afirma que el verdadero camino es este: “No tentarás al Señor tu Dios”, en el sentido de querer robar el lugar de Dios y usar gua’u su poder.

Podemos dominar estas tres tentacione­s con el ayuno, la oración y la limosna-solidarida­d, para que la fortaleza del Espíritu Santo alegre y mejore nuestra existencia constantem­ente.

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