No hay sanción
Una sociedad cuyo sistema legal no garantiza la justicia está condenada al fracaso. Condenada a muerte. Donde no existe justicia no puede haber paz, y donde no hay paz no pueden existir libertad ni desarrollo económico –salvo el de algunos privilegiados– ni garantías de seguridad.
Los entretelones de este sainete criollo que es la política nacional son un ejemplo más que elocuente. En las cúpulas partidarias los “líderes” pueden salir en defensa de los mafiosos, se puede robar, hacer negocios con el Estado, jugando con barajas marcadas, y no pasa absolutamente nada.
El presidente de la Administración Nacional de Electricidad (ANDE), Pedro Ferreira, reconoció días atrás que la empresa estatal monopolizadora de un servicio público básico y elemental roba a sus usuarios con sobrefacturación del consumo, y no pasa nada.
El presidente del Jurado de Enjuiciamiento de Magistrados, Enrique Bacchetta, cuestionado por presionar en favor de un diputado investigado por presunta ligazón con el narcotráfico, ofrece una lacrimógena ex- plicación y eso basta y sobra.
En ninguno de los casos hubo sanción ni castigo. En un país medianamente serio –creo que no llegamos ni a eso–, como mínimo, hubiesen renunciado al cargo.
Si bien es cierto que no todo es tan negro en el panorama, pues en los últimos meses se pudo observar que algunos “poderosos” están siendo sometidos a la justicia, y hasta están presos, no dejan de revolotear en el pensamiento y el sentir del ciudadano “común” el justificado temor y la razonable duda de que todo no es sino expresión de simples encrucijadas y avatares políticos, y que en cualquier momento puede cambiar la historia y la impunidad una vez más saldrá victoriosa.
Los ejemplos enseñan que alguna “oportuna” mudanza de carpa política puede marcar la diferencia en el tono y el interés con que tal o cual expediente será “impulsado” o “cajoneado”. Total, no hay sanción, ni legal ni social.
¿Y el pueblo? Bueno, el pueblo tiene memoria frágil y flaca voluntad de presentar batalla. Se encuentra suficientemente domesticado para ello.