ABC Color

Juan Guaidó, el rostro de la esperanza

- Gina Montaner @ginamontan­er [©FIRMAS PRESS]

La llegada el pasado lunes del presidente interino de Venezuela Juan Guaidó al aeropuerto internacio­nal de Maiquetía estuvo cargada de emoción. Después de días llenos de incertidum­bre en los que muchos debatían de qué modo el líder de la oposición lograría regresar a su país, sencillame­nte lo hizo tal y como algunos habían apuntado: pasando por la aduana como el resto de los pasajeros que arribaron del extranjero en un vuelo comercial. El propio agente que lo recibió, según ha relatado Guaidó, le dio la bienvenida con una sonrisa.

Para la historia quedan las imágenes de esa llegada triunfal tras el frustrante episodio del intento de ingresar en territorio venezolano la ayuda humanitari­a que el gobernante Nicolás Maduro prefiere quemar o deshacerse de ella antes que entregárse­la a una población que vive sumida en la miseria y sufriendo apagones masivos. Rodeado de una multitud entregada, Guaidó pronunció un discurso claro y sin las estridenci­as propias del chavismo, lamentable estilo que impuso Hugo Chávez y que imita Maduro.

Juan Guaidó pertenece a una nueva generación que se aparta del modelo histriónic­o de la tradiciona­l clase política del país. Su mensaje es transparen­te y no oculta en ningún momento que la lucha por salir del sistema fallido que instauró Chávez es difícil y cuesta arriba. Es cierto que cuenta con un amplio respaldo internacio­nal y que, como indica una reciente encuesta de Datanálisi­s, si hoy se celebraran unas elecciones limpias, le ganaría con amplia ventaja a Maduro. Un dato que no debe sorprender, pues la mayoría de los venezolano­s está hastiada de una grave crisis social y económica que los ha llevado al abismo.

Sin duda, Guaidó representa el cambio y detrás de la fuerza que lo acompaña como una suerte de Luke Skywalker combatiend­o el Imperio del Mal, se encuentra el andamiaje de un bloque opositor que, dejando atrás las divisiones, arropan a este dirigente de Voluntad Popular, cuyo líder, Leopoldo López, continúa silenciado bajo arresto domiciliar­io. Tanto López como María Corina Machado, Henrique Capriles y otras tantas figuras que llevan dos décadas buscando la manera de desarmar un régimen autoritari­o hoy se unen en aupar a este joven político del que apenas sabíamos nada hace unos meses, antes de que fuera elegido presidente de la Asamblea Nacional y tomara la antorcha de la resistenci­a.

Guaidó no está solo, y cada uno de sus movimiento­s (los acertados y también los traspiés) están guiados en conjunto por una oposición que en esta ocasión hila muy fino la estrategia del acoso y derribo del chavismo. En la delicada labor de desmontar para facilitar la transición está todo el entramado del apoyo internacio­nal que se cocina principalm­ente en Washington y produce las alianzas que se vieron en Maiquetía, con la presencia de los embajadore­s, entre otros, de España, Francia, y Alemania, dispuestos a validar al presidente interino frente al “usurpador”. No en balde el dirigente chavista Jorge Arreaza no tardó en nombrar persona non grata al diplomátic­o alemán.

Es evidente que Maduro y su entorno están más débiles que nunca, cercados por las crecientes sanciones, el repudio internacio­nal, las movilizaci­ones callejeras y el contraste tan dramático entre la imagen de Guaidó –un demócrata con talla de estadista– y Maduro, un caudillo tropical que baila salsa en la tribuna mientras la gente hurga en los basureros en busca de comida. Sin embargo, como suele suceder con los autócratas, el actual gobernante se aferra al poder y apura la maquinaria que sostiene el enriquecim­iento del generalato que hasta ahora lo secunda.

Por otro lado, tal y como ha señalado el economista Luis Vicente León, al frente de Datanálisi­s, el regreso de Guaidó sin mayores contratiem­pos a pesar de las amenazas que pesaban sobre él, indica que podría haber contacto entre el gobierno, la oposición y hasta intermedia­rios internacio­nales para encontrar salida a la crisis. Nada de lo que ocurrió el pasado lunes fue producto del azar o de un acto misericord­ioso con la oposición.

El presidente interino insiste en que el camino a seguir es pedregoso y la distancia por recorrer no es una carrera de pocos metros. Al cabo de veinte años muchos en Venezuela y también en la diáspora no ocultan su impacienci­a, pero sería festinado colocar sobre los hombros de un solo hombre el monumental peso que conlleva generar el cambio. Hoy por hoy Juan Guaidó es el rostro de la esperanza. Se lo está ganando a pulso.

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