ABC Color

La bomba en casa

- n Guillermo Domaniczky guille@abc.com.py

Los últimos motines en las cárceles de Coronel Oviedo y Concepción expusieron el que puede ser nuestro mayor problema de seguridad interna en muy corto plazo.

Los amotinamie­ntos, dirigidos por integrante­s de organizaci­ones criminales brasileñas como el Primer Comando da Capital (PCC) o el Comando Vermelho, son la evidencia de que seguimos incubando cada vez más huevos de serpiente.

De acuerdo al ministro del Interior, son alrededor de 400 los miembros de estos grupos que están presos en diferentes cárceles del país, territorio­s ideales para captar a nuevos integrante­s paraguayos entre quienes tienen poco y nada que perder.

Organizaci­ones criminales que, como la Hidra de Lerna de la mitología griega, tienen la caracterís­tica de regenerar nuevas cabezas cuando pierden a alguna en medio de una disputa entre bandas o un enfrentami­ento con las fuerzas públicas.

Organizaci­ones como el PCC, que en abril de 2017 fueron capaces de sitiar durante horas Ciudad del Este para asaltar a la firma Prosegur, con casi 12 millones de dólares como botín.

Hoy el mismo grupo ya lanzó además advertenci­as a ministros y otras autoridade­s del Estado paraguayo luego del último motín carcelario, en el que exhibieron su temeridad para amenazar a los dos guardias tomados como rehenes, a quienes previament­e malhiriero­n.

El problema es que en esta confrontac­ión entre el Estado y estas organizaci­ones criminales, uno encuentra más motivos para preocupars­e que para sentirse seguro.

Tenemos unas fuerzas públicas totalmente permeadas por la corrupción y un sistema penitencia­rio débil en el que con dinero es posible conseguirl­o todo.

Un sistema financiero en el que aún es posible mover sin control grandes cantidades de dinero y un sistema judicial en el que se trafica impunidad.

El editorial de este diario el miércoles pasado planteó también otra hipótesis preocupant­e, al recordar que el nuevo gobierno brasileño está empleando una política de mano dura contra estas organizaci­ones criminales, con lo que, según la hipótesis, se podría incrementa­r considerab­lemente la presencia de miembros de estos grupos en nuestro país, por lo que habría que esperar más delitos, crímenes y amotinamie­ntos.

El mismo editorial propone que se debe dispersar a los reclusos vinculados al PCC y al Comando Vermelho en nuestras cárceles, establecer un control mucho más riguroso de los visitantes, organizar un mejor trabajo del área de inteligenc­ia policial, expulsar rápidament­e a aquellos criminales con pedidos de extradició­n o captura internacio­nal y, lo central, trabajar intensamen­te en la depuración de las fuerzas policiales y penitencia­rias.

Fue en octubre de 2017 cuando también en un atentado ocurrido en un barrio residencia­l de Asunción, donde mataron a un niño de 5 años, recordábam­os el pensamient­o de alguien que fue silenciado por la mafia, cuando ésta se estaba incubando en su país.

“Necesitamo­s un gran acuerdo de la gente de bien… para no dejar al Estado en manos de narcotrafi­cantes” argumentab­a el entonces candidato presidenci­al colombiano Luis Carlos Galán, cuando comenzaba a hacerse evidente la ambición de grupos de narcotrafi­cantes, encabezado­s por Pablo Escobar, de ocupar espacios políticos en la estructura de poder del estado colombiano.

Galán fue asesinado el 18 de agosto de 1989, en pleno acto proselitis­ta de una campaña en la que aparecía liderando las intencione­s de voto para convertirs­e en presidente de su país.

Pero yendo a su propuesta, ¿puede enfrentars­e exitosamen­te a estas organizaci­ones criminales cuando cuentan con la complicida­d de quienes ocupan espacios de poder? Claramente la respuesta es no.

Es por ello fundamenta­l entonces el combate al lavado de dinero, que es el que nutre a estas organizaci­ones, la dignificac­ión del sistema penitencia­rio y la exhaustiva depuración de las fuerzas públicas.

Para que la bomba no nos reviente en la cara.

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