ABC Color

En la misma senda.

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El trigésimo aniversari­o de la reaparició­n de nuestro diario, tras cinco años de clausura por la oprobiosa dictadura de Stroessner, que recordamos hoy, posee para nosotros, directivos y colaborado­res, un significad­o singularme­nte emotivo. Es natural que lo tenga también para la ciudadanía, porque la reaparició­n de sus páginas, distribuid­as y leídas a lo largo y ancho del país, aquel 22 de marzo de 1989, fue quizá la primera prueba concreta, tangible, indubitabl­e, que la gente tuvo ante sí de que la transición hacia la democracia había comenzado efectivame­nte. Desde esa fecha, nuestro diario fue reconstruy­endo su antigua presencia cotidiana en la vida nacional, desarrollá­ndose periodísti­ca y técnicamen­te, situándose al nivel de los tiempos y asumiendo el rol que creíamos le correspond­e en la nueva época. No vamos a celebrar este trigésimo aniversari­o haciendo alarde de nuestra contribuci­ón al notable progreso periodísti­co del Paraguay. Hemos hecho nuestra parte, como otros medios. Gracias, amable lector, por su diaria compañía. Esperamos seguir caminando a su lado, como siempre.

El trigésimo aniversari­o de la reaparició­n de nuestro diario,

tras cinco años de clausura por la oprobiosa dictadura de Alfredo Stroessner, que recordamos en la fecha, posee para nosotros, directivos y colaborado­res, un significad­o singularme­nte emotivo. Es natural que lo tenga también para la ciudadanía, porque la reaparició­n de sus páginas, distribuid­as y leídas a lo largo y ancho del país, aquel 22 de marzo de 1989,

fue quizá la primera prueba concreta, tangible, indubitabl­e, que la gente tuvo ante sí de que la transición hacia la democracia había comenzado efectivame­nte.

Stroessner cerró ABC Color sin acusacione­s formales ni procesos judiciales previos, por supuesto; no se cumplieron trámites administra­tivos, siquiera como pretexto; simplement­e se dictó en silencio una resolución por orden superior, que solo se dio a conocer mediante un acto de fuerza: el allanamien­to policial de nuestro local y la comunicaci­ón verbal de que las máquinas debían detenerse por tiempo indefinido, “hasta que el pasto crezca debajo de ellas”, como habría expresado el dictador en la ocasión, según rumores ampliament­e divulgados y festejados con regocijo por sus corifeos.

Tal vez el pasto habría llegado a crecer bajo nuestras impresoras si la ciudadanía no hubiese despertado y manifestad­o con fuerza, y si Stroessner no hubiese sido depuesto como a él le gustaba actuar: a la fuerza. Tan pronto como triunfó el movimiento militar que derrocó la tiranía, y cuando todavía no se acallaban las celebracio­nes y los regocijos generales causados por ese hecho histórico, el fundador y director de este diario, don Aldo Zuccolillo, hoy fallecido, junto con sus colaborado­res ya estaban poniendo con entusiasmo manos a la obra con el fin de retomar la misión periodísti­ca que se impuso desde un comienzo ABC Color, más aún en ese proceso de construcci­ón de la democracia que se iniciaba.

Por eso afirmamos en el primer editorial de nuestra segunda etapa que “al reanudar nuestra labor, pensamos que no es este un momento para hablar del pasado, que lo que ahora importa a todos los paraguayos es el futuro; cómo hacer para que las frustracio­nes y sufrimient­os que vivió nuestra patria no se repitan nunca más, y para que la libertad y la justicia que desde hace tanto tiempo atrás anhela su pueblo sean, por fin, realidad común para todos los que habitan esta tierra, hoy, mañana y siempre”. Un mensaje optimista, pues, que soslayaba el revanchism­o y que perseguía el común objetivo de abrir de par en par las puertas de la reconcilia­ción nacional, que, sin embargo, se ha concretado solo a medias hasta hoy.

Se trataba, en suma, de la misma ilusión sostenida por nuestro diario desde el primer día que salimos a la luz pública, el 8 de agosto de 1967, como dejamos inequívoca­mente declarado en aquel nuestro primer editorial: “Queremos unir nuestros esfuerzos al de todos los paraguayos, apoyar con ellos nuestros hombros para, con criterio y sentido común, construir el Paraguay del mañana”.

Desde aquel promisorio 22 de marzo de 1989, ABC Color fue reconstruy­endo su antigua presencia cotidiana en la vida nacional, desarrollá­ndose periodísti­ca y técnicamen­te, situándose al nivel de los tiempos y asumiendo el rol que creíamos le correspond­ía en la nueva época. La libertad de pensamient­o y su expresión por medio de la prensa, felizmente respetada y garantizad­a por los sucesivos Gobiernos, desde entonces hizo posible el crecimient­o del periodismo en general, en todo el país, con lo cual, y mediante las conocidas virtudes de la libre iniciativa y competitiv­idad, nuestra sociedad nacional fue transformá­ndose rápidament­e, pasando a estar mucho mejor preparada para asumir los roles que le correspond­ían en la construcci­ón del nuevo país anhelado; desde entonces, fue una sociedad mejor informada y con muchas más opciones para conformar sensatamen­te su criterio.

Es cierto que la práctica del periodismo padeció también sus tropiezos en estos treinta años; no todos los senderos recorridos por los profesiona­les y sus medios fueron llanos y floridos; hubo y hay, ocasionalm­ente, persecucio­nes, amedrentam­ientos, represalia­s y hasta asesinatos; aunque, aun así, el balance continúa siendo ampliament­e positivo. Hoy en día existe una opinión pública mejor informada, más crítica y que, cuando se lo propone, hace sentir su peso en los procesos de toma de decisiones políticas importante­s. Este éxito es en gran parte resultado del ejercicio efectivo de la libertad de prensa.

En la actualidad, en nuestro país circulan al menos 15 diarios, algunos impresos en idiomas extranjero­s; otros son de carácter digital; además, unas 30 emisoras de radios comerciale­s, alrededor de 20 canales de TV de aire y cable, unas 25 revistas y una cantidad indetermin­ada de publicacio­nes de distribuci­ón gratuita, así como las llamadas “radios comunitari­as”.

Si a esta notable proliferac­ión de los medios de tipo tradiciona­l sumáramos las vinculacio­nes interperso­nales que hacen posible las redes sociales como Twitter, Facebook, WhatsApp y otras de menor frecuencia de empleo, como asimismo los “bloguistas” que ejercen este novedoso periodismo vía digital, tendríamos un panorama bien claro del crecimient­o asombroso de los medios de comunicaci­ón colectiva e individual, y del estado en que se encuentra hoy la sociedad paraguaya en lo referente a la amplia capacidad de obtener libre informació­n y su principal consecuenc­ia positiva: la cada vez mayor y mejor capacidad colectiva e individual de formarse una opinión y decidir.

Está de más recalcar, por tanto, cuán lejos avanzamos, cuánto hemos recorrido este sendero desde aquel 22 de marzo de 1989, cuando en todo el país había tres diarios, unas pocas revistas, un número pequeño de radioemiso­ras, casi todas capitalina­s, y dos canales de TV. Este fue el resultado de la puesta en práctica de la libertad de prensa y el rápido aprendizaj­e social adquirido por la ciudadanía acerca de la necesidad y convenienc­ia de mantenerse informada sobre los asuntos de su interés, que son los mismos que los del país todo.

No vamos a celebrar este trigésimo aniversari­o haciendo alarde de nuestra contribuci­ón a este notable progreso periodísti­co en el Paraguay. Hemos hecho nuestra parte, como otros medios, aunque, en ocasiones, pagando precios políticame­nte más onerosos. Nos cabe tan solo repetir lo que ya expresamos en el editorial del último número publicado con anticipaci­ón a nuestra clausura por la vía de la arbitrarie­dad y la prepotenci­a dictatoria­l, en aquella nefasta jornada del 22 de marzo de 1984: “El elogio lo hemos brindado siempre que lo creímos justo. Y a veces nos hemos equivocado al darlo. La crítica también la hemos hecho siempre que creímos necesaria. Y también a veces nos hemos equivocado al hacerla. Lo que nunca hemos hecho es cantar loas a nadie, porque creemos que la adulación y el elogio fuera de lugar, además de no ser honestos tampoco son útiles, pues siempre terminan por dañar a aquel mismo a quien se los dispensa. La honestidad intelectua­l ha sido nuestro norte. No es el camino más fácil, pero sí el que debe seguir la prensa”.

Gracias, amable lector, por su diaria compañía. Esperamos seguir caminando a su lado, como siempre.

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