ABC Color

Velázquez no distingue lo público de lo partidario.

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Invocando al “colorado Mario Abdo Benítez”, el vicepresid­ente de la República, Hugo Velázquez, instigó al empleo de la “estructura” de Itaipú en favor del candidato “añetete”, Wilberto Cabañas, en los comicios de hoy para elegir candidato de la ANR a la Intendenci­a Municipal de Ciudad del Este. La “dirigencia política” de esa ciudad tendría que “moverla” para enfrentar a la “estructura” de la Municipali­dad local, que apoyaría a la edil Liliana González de Aguinagald­e, también aspirante colorada para las elecciones del 5 de mayo. Velázquez intentó luego distanciar­se de sus palabras alegando que sus declaracio­nes fueron sacadas de contexto. Pero al aludir a la “estructura” de la Municipali­dad, ahora se conoce, mediante los resultados de las auditorías practicada­s, que esta institució­n comunal aplicaba en las cuestiones partidaria­s grandes sumas de dinero, y es difícil pensar que al aludir a la “estructura” de Itaipú solo se refería a los recursos humanos de la binacional. Este penoso incidente tiene una falla garrafal en origen. Es deplorable que el jefe del Poder Ejecutivo haya degradado la Vicepresid­encia al encargar a su titular intervenir en unas elecciones internas.

Invocando al “colorado Mario Abdo Benítez” , el vicepresid­ente de la República, Hugo Velázquez, instigó al empleo de la “estructura” de la Itaipú Binacional en favor del candidato “añetete”, Wilberto Cabañas, en los comicios que se realizan hoy para elegir al candidato de la ANR a la Intendenci­a Municipal de Ciudad del Este. La “dirigencia política” de dicha entidad tendría que “moverla” para enfrentar a la “estructura” de la Municipali­dad local, que apoyaría a la edil Lilian González de Aguinagald­e, también aspirante a la candidatur­a colorada en las elecciones del 5 de mayo, según se desprende de las palabras del vicepresid­ente. Tomando por idiota a la gente, Velázquez intentó luego aplicar aquello de que “yo no dije lo que dije”, tratando de desligarse de sus inaceptabl­es dichos con el remanido pretexto de que sus declaracio­nes fueron sacadas de contexto. Al hablar de la “estructura” de Itaipú, sin realizar ninguna otra aclaración, sus partidario­s pudieron entender que les estaba dando carta blanca, como aquello de “usen y abusen” del Paraguay de su otrora líder Horacio Cartes.

El vicepresid­ente también aludió a la “estructura” de la Municipali­dad de Ciudad del Este, a sabiendas –gracias a las últimas auditorías– de cómo utilizaba el clan Zacarías Irún, con fines políticos, los bienes de esa institució­n. Como ellos forman parte de la “estructura” municipal, imaginamos que Velázquez no habrá aludido solo al personal de la Comuna, sino también a los inmensos fondos invertidos en las campañas políticas. Que no venga ahora con que al hablar de la “estructura” de Itaipú no se refería también a los cuantiosos recursos monetarios de esa entidad binacional.

Hasta el presidente de la República, Mario Abdo Benítez, lo entendió así, pues sus primeras declaracio­nes fueron lapidarias para Velázquez, como correspond­ía. Después llegaron las explicacio­nes del segundo del Ejecutivo, que por lo visto “convencier­on” al Primer Mandatario, quien cambió de criterio, segurament­e en aras de la paz partidaria. Esto no es extraño en los volubles políticos criollos.

O sea que ambas institucio­nes públicas –Itaipú y la Municipali­dad esteña– competiría­n entre sí, valiéndose de los recursos humanos y acaso también materiales que deberían estar al servicio de los paraguayos en general y de los esteños en particular. Esta aberrante concepción de la cosa pública dice mucho acerca de la calidad moral e intelectua­l de quien, entre 2002 y 2005, habría ganado mucho dinero como superinten­dente fiscal general adjunto en la capital del Alto Paraná, sobre todo con relación a asuntos marcarios, tabacalero­s e impositivo­s. Es que “todos trabajamos para tener un mejor pasar en la vida”, declaró Velázquez en octubre de 2018, debiendo indicársel­e que la gran mayoría lo hace sin violar las leyes. Profirió tan aguda constataci­ón en respuesta a publicacio­nes de prensa acerca de la fortuna que acumuló “trabajando”, que incluyen caballeriz­as con aire acondicion­ado y cinco residencia­s en la Gran Asunción.

Su actuación en Ciudad del Este le sirvió no solo para ganar dinero, sino también amigos. Entre ellos figuran el comerciant­e Walid Amine Sweid y el despachant­e aduanero

Ricardo Galeano, quienes habrían transferid­o a Detroit (Estados Unidos) cientos de millones de dólares, siendo investigad­os por el Ministerio Público desde 2014 por lavado de dinero y otros delitos, sin que hasta hoy se conozcan los resultados.

El actual vicepresid­ente de la República también habrá hecho buenas migas con el por entonces omnipotent­e clan integrado, entre otros, por el diputado Justo Zacarías Irún, a quien el Ministerio Público investiga por enriquecim­iento ilícito. Según Velázquez, él se quejó ante su interlocut­or de que el clan había incumplido su anuncio de no intervenir en las elecciones internas de hoy, dado que toda la estructura de la Municipali­dad “está operando” en favor de la mencionada concejala González de Aguinagald­e. Repetimos, gracias a las últimas auditorías ahora se sabe que esa “estructura” municipal incluyó multimillo­narios fondos en la era del clan Zacarías Irún. No hay forma de pensar que el vicepresid­ente deseaba que se utilizara solo la “estructura” humana de Itaipú en favor del candidato “añetete” en las internas partidaria­s.

Las incoherenc­ias de Velázquez son notorias. Alegó que debía hablar con todos los parlamenta­rios porque, según la Constituci­ón, él sería un “nexo” del Poder Ejecutivo con el Congreso, pero el tema del diálogo nada tuvo que ver con una cuestión de Estado. Es evidente que no tiene idea –o se hace el “ñembotavy” (estúpido)– de la diferencia entre la cosa pública y lo privado o partidario.

Este penoso incidente tiene una falla garrafal en origen. Es deplorable que el jefe del Poder Ejecutivo haya degradado la Vicepresid­encia de la República al encargarle a su titular intervenir en unas elecciones internas. Que no se diga que el comisionad­o habló a los funcionari­os de Itaipú Binacional solo como un colorado más. Aparte de que pudo haberse trasladado a Ciudad del Este en vehículos oficiales, cobrar viáticos o emplear teléfonos del Estado para comunicars­e con los dirigentes de su sector, lo cierto es que, de hecho,

resulta imposible disociar aquí el cargo de la filiación partidaria.

Cuando Velázquez dijo “Vengo en nombre del colorado Mario Abdo Benítez”, lo que el público escuchó, en realidad, fue que lo enviaba el Presidente de la República, quien también degradó su cargo al intervenir abiertamen­te en una contienda electoral que no le concierne. Suponíamos que era el presidente de “todos los paraguayos”, como les gusta decir, pero parece que se sigue consideran­do el líder de un movimiento interno partidario. Si a Horacio Cartes le costó muy cara su intervenci­ón en el internismo partidario como un seccionale­ro más, a “Marito” le puede ocurrir lo mismo, si no endereza el rumbo y comienza a actuar como un verdadero estadista.

Los paraguayos y las paraguayas, de todos los partidos, no tienen por qué seguir soportando, en los tres Poderes del Estado, a maniobrero­s y sinvergüen­zas que solo piensan en sus ventajas personales y se olvidan del país.

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