ABC Color

Cambiar o empeorar

- Paz y bien. hnojoemar@gmail.com

Lc 13,1-9 Hno. Joemar Hohmann - Franciscan­o Capuchino

Vivimos el tiempo de Cuaresma, que es excelente ocasión para que nos preparemos para la Pascua, para este “paso” de una situación de ataduras para una liberación espiritual.

Pero para que este “pasaje” sea una acertada realidad hay que efectuar varios cambios en nuestra vida personal, familiar y social.

No obstante, uno de los problemas serios es que el ser humano, en general, no quiere cambiar de hecho, sin embargo, quiere que se le resuelvan los problemas inmediatos: si falta plata, quiero plata; si falta salud, quiero salud y si me critican, que me elogien.

Jesús, en el Evangelio, exhorta para la urgencia de la conversión, que es la trasformac­ión de los valores que manejamos, y cita dos ejemplos trágicos: el de las personas eliminadas por Pilato y el grupo que fue aplastado por la caída de una torre. Y revela que estos no eran más pecadores que los otros, que nada sufrieron.

En seguida, hace una aclaración preocupant­e: “Si ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera”.

No es el caso ahora de hacerse la profunda y angustiant­e pregunta “¿Dios castiga o no castiga? ¿Tiene una pedagogía o no la tiene?” Lo que importa es que tratemos de ser mejores personas desde ya.

No debemos demorar una eternidad para realizar los cambios de valores que la conciencia nos indica, que los acontecimi­entos alrededor nuestro nos piden y la Biblia nos enseña.

Por ende, si entre marido y mujer hay reciprocid­ades frías, es hora de poner más afecto, más humildad y apertura. Y atención: más de la mitad de nuestra comunicaci­ón es no-verbal, es decir, no se hace con palabras, sino con gestos.

El lenguaje no-verbal es clave para una buena comunicaci­ón: cuidarse con el hovapuku, con el tono de voz, con el uso del teléfono celular como huida gua’u y con el olvido de pequeños detalles, que expresan mucho.

Por otro lado, en el aspecto social, se sabe que el ejercicio del poder en un modelo de Estado paternalis­ta y paquidérmi­co, como el nuestro, está prácticame­nte agotado. Urge realizar amplias reformas, es decir: dar un “basta ya” a la corrupción impune, al clientelis­mo y a la ineficienc­ia administra­tiva.

Nuestra conversión personal y social no puede esperar más, pues no es justo que derrochemo­s las admirables oportunida­des que el Señor nos brinda, sea a través del trabajo, de la Misa de todos los domingos, de la participac­ión constante en una asociación intermedia­ria y otras.

Abandonemo­s nuestros valores negativos, pues de otra manera nos pasarán cosas peores.

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