Impuestazos a la vista
Mientras la clase política disfruta de las negociaciones para establecer acuerdos con miras a la repartija de cargos en la Corte, Contraloría, mesa directiva de ambas cámaras del Congreso, etc., la ciudadanía que paga sus impuestos está aterrorizada.
Cada día leemos y escuchamos que se suman más productos a un anunciado proyecto de ley de impuestazos. Socorro. La primera amenaza se apuntó desde Hacienda a las películas y músicas por plataforma de streaming (Netflix y compañía). Ahora suman a la lista automóviles usados y motocicletas. ¿Qué será mañana?
Lo peor del caso es que se le carga la mochila a la misma población contributiva y el gasto público es cada vez más obeso. Los arquitectos de la economía gubernativa sienten placer al explicar lo “felices” que seremos los paraguayos con los nuevos impuestos. Te quieren engañar con un tecnicismo académico y encima quieren que les aplaudamos. Pero cuando se les pregunta qué planes tienen para reducir el gasto público, comienza el cantinfleo barato.
Ahí surge la pregunta: ¿Para qué el Estado necesita recaudar más impuestos? Para financiar las necesidades del país que les afecta a todos: salud, educación, etc., etc. De aquí vamos a la otra consulta: ¿Lo que se recauda no alcanza? Categóricamente que no. ¿Por qué? Sencillamente porque somos los mismos contribuyentes. La economía informal se ríe de todos nosotros: evasores, contrabandistas, prebendarios, planilleros, privilegiados, varios de ellos cuates del poder de turno.
Claro, Hacienda tiene tecnócratas pero carece de poder político para exprimirles a los grandes evasores, para cortar de un tijerazo los groseros aumentos y beneficios. La clase política es la que maneja este capítulo a su antojo y así estamos.
Por citar un ejemplo nada más: una señorita concurre dos veces por semana a Diputados y gana mensualmente G. 6 millones. Una grosería. Otra funcionaria de la Cámara Baja duplicó su salario en menos de dos años. Al ver la foto podemos imaginarnos cómo pudo haber conseguido todo eso mientras miles de jóvenes con títulos universitarios inclusive ya perdieron completamente la esperanza de un puesto laboral por culpa de esta horrorosa politiquería en la que estamos sumergidos.
En un país los legisladores, que dicen representar al pueblo, deben defender a la ciudadanía de los abusos y defectos del Poder Ejecutivo de turno. Ese es el famoso contrapeso. Pero aquí varios parlamentarios hasta parecen brazos ejecutores del Gobierno y alientan los futuros impuestazos. ¿De qué lado están? Cuando les conviene invocan nuestro nombre y cuando se quieren poner bien con el mandamás se olvidan de la gente que trabaja, produce y paga sus impuestos.
El comportamiento legislativo es clave para cuestionar y frenar esta nueva amenaza de suba de impuestos. Deben exigir primero la reducción del gasto público. Es más, los 125 legisladores (45 senadores y 80 diputados) pueden comenzar con gestos políticos importantes que la ciudadanía sabrá apreciar. Lo primero que pueden hacer es eliminar el modo de elección (ergo: sueldos y privilegios) de los 18 parlasurianos paraguayos que nos cuestan G. 23.000 millones por año.
Luego deben renunciar, por citar una idea, a sus cupos de combustibles en razón de G. 5.000.000 por mes y pagarse con su salario la nafta o el gasoíl. Y en las binacionales, no le veo a Nicanor ni a Alderete con agallas suficientes para recortarles los escandalosos beneficios que reciben sus funcionarios, varios de ellos amigos y operadores políticos de los directores de turno premiados por trabajar “en política”.
Quiero equivocarme, pero los nuevos impuestazos son un reflejo de la falta de coraje.