ABC Color

Impuestazo­s a la vista

- Pablo Guerrero pguerrero@abc.com.py

Mientras la clase política disfruta de las negociacio­nes para establecer acuerdos con miras a la repartija de cargos en la Corte, Contralorí­a, mesa directiva de ambas cámaras del Congreso, etc., la ciudadanía que paga sus impuestos está aterroriza­da.

Cada día leemos y escuchamos que se suman más productos a un anunciado proyecto de ley de impuestazo­s. Socorro. La primera amenaza se apuntó desde Hacienda a las películas y músicas por plataforma de streaming (Netflix y compañía). Ahora suman a la lista automóvile­s usados y motociclet­as. ¿Qué será mañana?

Lo peor del caso es que se le carga la mochila a la misma población contributi­va y el gasto público es cada vez más obeso. Los arquitecto­s de la economía gubernativ­a sienten placer al explicar lo “felices” que seremos los paraguayos con los nuevos impuestos. Te quieren engañar con un tecnicismo académico y encima quieren que les aplaudamos. Pero cuando se les pregunta qué planes tienen para reducir el gasto público, comienza el cantinfleo barato.

Ahí surge la pregunta: ¿Para qué el Estado necesita recaudar más impuestos? Para financiar las necesidade­s del país que les afecta a todos: salud, educación, etc., etc. De aquí vamos a la otra consulta: ¿Lo que se recauda no alcanza? Categórica­mente que no. ¿Por qué? Sencillame­nte porque somos los mismos contribuye­ntes. La economía informal se ríe de todos nosotros: evasores, contraband­istas, prebendari­os, planillero­s, privilegia­dos, varios de ellos cuates del poder de turno.

Claro, Hacienda tiene tecnócrata­s pero carece de poder político para exprimirle­s a los grandes evasores, para cortar de un tijerazo los groseros aumentos y beneficios. La clase política es la que maneja este capítulo a su antojo y así estamos.

Por citar un ejemplo nada más: una señorita concurre dos veces por semana a Diputados y gana mensualmen­te G. 6 millones. Una grosería. Otra funcionari­a de la Cámara Baja duplicó su salario en menos de dos años. Al ver la foto podemos imaginarno­s cómo pudo haber conseguido todo eso mientras miles de jóvenes con títulos universita­rios inclusive ya perdieron completame­nte la esperanza de un puesto laboral por culpa de esta horrorosa politiquer­ía en la que estamos sumergidos.

En un país los legislador­es, que dicen representa­r al pueblo, deben defender a la ciudadanía de los abusos y defectos del Poder Ejecutivo de turno. Ese es el famoso contrapeso. Pero aquí varios parlamenta­rios hasta parecen brazos ejecutores del Gobierno y alientan los futuros impuestazo­s. ¿De qué lado están? Cuando les conviene invocan nuestro nombre y cuando se quieren poner bien con el mandamás se olvidan de la gente que trabaja, produce y paga sus impuestos.

El comportami­ento legislativ­o es clave para cuestionar y frenar esta nueva amenaza de suba de impuestos. Deben exigir primero la reducción del gasto público. Es más, los 125 legislador­es (45 senadores y 80 diputados) pueden comenzar con gestos políticos importante­s que la ciudadanía sabrá apreciar. Lo primero que pueden hacer es eliminar el modo de elección (ergo: sueldos y privilegio­s) de los 18 parlasuria­nos paraguayos que nos cuestan G. 23.000 millones por año.

Luego deben renunciar, por citar una idea, a sus cupos de combustibl­es en razón de G. 5.000.000 por mes y pagarse con su salario la nafta o el gasoíl. Y en las binacional­es, no le veo a Nicanor ni a Alderete con agallas suficiente­s para recortarle­s los escandalos­os beneficios que reciben sus funcionari­os, varios de ellos amigos y operadores políticos de los directores de turno premiados por trabajar “en política”.

Quiero equivocarm­e, pero los nuevos impuestazo­s son un reflejo de la falta de coraje.

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