La “justicia paraguaya”
Deisy Diana Brítez Espínola (30), una ciudadana del barrio San José de Salto del Guairá, madre de un niño de seis años de edad, iba a su trabajo como lo hace de lunes a lunes. En Salto del Guairá por la exigencia del comercio fronterizo no hay descanso de fin semana. Trabaja en el patio de comidas de un conocido shopping desde hace siete años. Le salieron al paso unos policías y le ordenaron que les acompañara a la Jefatura Policial. Allí le comunican que está procesada por narcotráfico y que quedaba detenida.
Creyó que era un chiste de mal gusto porque de químicos solo conoce el aroma de los productos para limpiar piso y jabones de lavar platos.
Su detención fue ordenada por el fiscal antidrogas Vicente Rodríguez y quince días después el juez penal de garantías, Juan Andrés Acosta, la manda a la cárcel. Su prisión está relacionada a un hecho registrado en el año 2017 cuando la Senad allanó una vivienda alquilada y encontró utensilios de elaboración de cocaína en su interior. Hace 8 meses fue detenido su exconcubino Víctor Chaparro y ahora ella va a prisión porque apareció un contrato de alquiler de la casa allanada, a su nombre.
La propia Senad, en su momento, identificó al dueño del “laboratorio de cocaína” que funcionaba en la citada casa, perola justicia nunca se interesó en encontrarlo y, para lavarse las manos, mete preso a la pareja que alquiló la vivienda, que habían adquirido gracias a una herencia familiar.
Lo cierto es que Víctor Chaparro, un analfabeto, y su expareja Deysi Diana, que friega piso para sobrevivir
y dar de comer a su hijo, están en la cárcel acusados de poseer ¡un laboratorio de cocaína!
Impresiona la ligereza con que fiscales y jueces encarcelan a personas humildes, cuyo supuesto delito no tiene ninguna proporcionalidad con la vida que llevan. Un narco con laboratorio de cocaína debería, por lo menos, tener algo de valor en su vida, y no ser una limpia pisos de restaurante o un albañil analfabeto, como es el caso de ésta pareja.
Cae más gordo aun este tipo de burla de la justicia en una ciudad donde en cada esquina y en las narices de la Senad, la Policía Nacional, el Ministerio Público y los jueces vive impune un narcotraficante, con todos los lujos que, naturalmente, las drogas le conceden. Lavarse las manos por personas humildes, a todas luces inocentes, no tiene nada de justicia y es un acto inhumano de extrema cobardía que solo ayuda a mantener a la mal hablada “justicia paraguaya” entre los más lacerantes del planeta.
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