ABC Color

Torta de isopor

- Guillermo Domaniczky guille@abc.com.py

Cada tanto aparecen reportajes internacio­nales titulados “El mejor trabajo del mundo”. Dan cuenta de atractivas ofertas para vivir en algún sitio paradisiac­o a cambio de un buen salario, como encargados de alguna mansión a orillas del mar, guardianes de alguna exclusiva isla exótica o inquilinos de algún palacio escandinav­o.

Son de esas oportunida­des que uno espera siempre, desde la fantasía, con la intención de tener una vida idílica sin realizar ya grandes esfuerzos.

En nuestro país algunos cumplen ese sueño.

Se trata de cobrar más de 32 millones de guaraníes al mes por una simulación laboral que comprende además otros privilegio­s, como millonario­s vales de combustibl­e, pines de oro, asesores, elegantes maletines de cuero, exclusivos seguros médicos privados, los privilegio­s y el status inherentes a una autoridad nacional, y la reciente pretensión de acceder a una jubilación de privilegio con solo 10 años de simulacro laboral.

Fue en agosto de 2016 cuando en esta columna pedíamos que alguien se hiciese cargo de eliminar esta absurda y costosa figura, creada con la sola finalidad de ponerle más levadura a la torta de negociacio­nes y cupos políticos, con 18 nuevos cargos y toda una estructura burocrátic­a apetecible para los prebendari­os.

Para tener un Estado más coherente con nuestras necesidade­s y prioridade­s solo debe tomarse una decisión política que nos permitirá ahorrarnos más de 25 mil millones de guaraníes, presupuest­ados anualmente.

La de los parlasuria­nos es una elección absolutame­nte prescindib­le.

Hoy el Parlasur sirve solo como un órgano consultivo en el que además somos absoluta minoría, con 18 bancas de un total de 146.

Un órgano de “integració­n regional” en el que como socios plenos y fundadores no tenemos siquiera la misma proporción de representa­ntes, frente a las 50 bancas que tiene Brasil, 41 Argentina o 19, la más tarde incorporad­a, Venezuela, por ahora suspendida.

Sus decisiones ni siquiera son aún vinculante­s, son meramente declarativ­as, por lo que no obligan a los estados partes a adoptar sus resolucion­es.

Una costosa burocracia cuyos efectos no tienen impacto en la integració­n regional.

A esta joya le agregamos localmente el hecho de que el protocolo del Mercosur establece mandatos de cuatro años. Y nosotros unilateral­mente les otorgamos cinco.

Alguno podrá argumentar que la designació­n a través de elecciones es un tema acordado regionalme­nte, pero lo cierto es que si existe la voluntad de poner el interés general ante todo, una buena negociació­n puede ahorrarnos una burocracia prescindib­le.

Son 18 privilegia­dos que reciben el mismo salario de un diputado, tienen inmunidad regional, fueros como blindaje ante procesos judiciales, privilegio­s de un congresist­a y una reducidísi­ma, cuando no nula actividad laboral.

¿No pueden ser quizás los 9 senadores y 9 diputados más votados, o tal vez los primeros diputados de cada departamen­to y la Capital, con un viático cuando deban ir a sesionar?

Claramente es un botín político perfectame­nte suprimible en un Estado como el nuestro en el que debemos destinar el dinero y los recursos disponible­s a lo verdaderam­ente urgente e importante.

Por eso espero fervientem­ente que tengan éxito las diputadas que ahora presentaro­n un proyecto de ley para eliminar esta costosa y absurda elección.

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