ABC Color

Decisión de Ecuador impacta en Moscú

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J. Eduardo Ponce Vivanco*

El presidente del Ecuador, Lenin Moreno, ha sorprendid­o al mundo con su decisión de terminar el asilo con que protegía al famoso Julian Assange en la Embajada de su país en Gran Bretaña. Hace siete años, el socialista Rafael Correa se lanzó al ruedo de las grandes ligas y refugió al importante alfil de Vladimir Putin en sus audaces maniobras para ganar (a como dé lugar) el peso geopolític­o que Rusia perdió desde la caída de la Unión Soviética. Seis años después, forzando institucio­nes jurídicas interameri­canas e incurriend­o en gruesas irregulari­dades, María Fernanda Espinosa, entonces canciller de Moreno, otorgó la nacionalid­ad ecuatorian­a al ciberpirat­a australian­o y orquestó una fallida estratagem­a para trasladarl­o a Moscú como diplomátic­o ecuatorian­o (¡!). Ella es la actual presidenta de la Asamblea General de las NN.UU., gracias a la campaña que ella misma condujo desde su cargo ministeria­l en Quito. Hablando sobre la naturaliza­ción de Assange, Moreno acaba de declarar a la TV ecuatorian­a (Ecuavisa) que “la decisión (…) no fue mía, fue de mi canciller María Fernanda Espinosa. No fue lo más adecuado, pero yo lo respeto”.

Pocos años separan la confluenci­a de intereses del Ecuador de Correa (ALBA y socialismo del siglo S. XXI) con la Rusia de Putin, y la convergenc­ia de intereses entre el Ecuador de Moreno y el Washington de Donald Trump. Una situación tan rocamboles­ca invita a la reflexión porque ilustra el enorme peso de la realidad y el cambio de circunstan­cias en la política nacional e internacio­nal.

La profunda enemistad en que se convirtió la estrecha alianza Correa-Moreno tiene que ver con la penosa situación financiera y moral heredada por el último de ellos. Entre la corrupción de Lava Jato y el acuerdo de salvataje con el Fondo Monetario, más el acercamien­to con EE.UU., el Gobierno ecuatorian­o ha tenido que descender de los sueños del chavismo y encarar la patética situación de sus examigos de la izquierda sudamerica­na, hasta el extremo de quitarles el ostentoso local que les regaló para que manejaran Unasur en Quito.

Se conoce con certeza que parte del manejo de la intromisió­n rusa en la campaña electoral por la que Trump es duramente investigad­o fue instrument­ada –parece mentira– desde la Embajada del Ecuador en Londres. La posibilida­d de que Assange termine sujeto a la jurisdicci­ón norteameri­cana por el delito de espionaje electrónic­o que se le imputa, endulzará el ánimo con que Washington trata al Ecuador en una coyuntura económica y política crítica para nuestro vecino.

Pero Moreno ha complement­ado este giro radical con un acercamien­to significat­ivo a las posiciones del Grupo de Lima y una expresión concreta de interés en sumarse a la Alianza del Pacífico (AP), precisamen­te cuando Torre Tagle ejerce la coordinaci­ón entre los países que integran ambas agrupacion­es. La catástrofe venezolana y la inevitable caída de Maduro exigirán una acción incrementa­l de la primera de esas agrupacion­es, que Quito podría reforzar desde el mecanismo diplomátic­o de contacto en el que participa con la Unión Europea y otros países. Y la incorporac­ión del Ecuador a la AP tendría el decisivo efecto de compensar el paréntesis que la afecta por el cambio de gobierno en México y la política de protección comercial a la industria láctea de Colombia que, desde el advenimien­to del Presidente Duque, ha neutraliza­do la participac­ión de Estados asociados del Asia-Pacífico, como Nueva Zelandia.

Ecuador ha reparado una situación insostenib­le al liberarse de la inexplicab­le presencia de Assange en las oficinas de su Embajada en Londres. Y lo ha hecho poco después de dar pasos inequívoco­s para acercarse nuevamente a sus vecinos y socios sudamerica­nos, que le están dando la calurosa bienvenida que merece

. [©FIRMAS PRESS] *Diplomátic­o peruano.

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