Buscar el paraíso
Lc 22,7.14 - 23,56
Celebramos el domingo de Ramos, cuando Jesús entra en Jerusalén en un humilde burrito, sin embargo, lo hace con la gloria que le toca como Mesías.
La gente ponía alfombras en su camino y con ramos en las manos gritaba: ¡Hosanna, bendito el que viene en el nombre del Señor!
Uno de los desafíos más importantes para los cristianos es justamente reconocer a Cristo como su Mesías, Creador y Salvador. Es necesaria una apertura al Espíritu, cosas que debemos buscar siempre, especialmente en la Semana Santa.
Jesús entra en Jerusalén donde le tocará vivir los agudos dolores de la Pasión. Él la acepta, porque sabe que así se realiza la redención del ser humano: la salvación viene por el amor comprobado en la cruz, y jamás por la popularidad de ser un “vip” de la farándula.
Su Pasión asumida de modo voluntario es la expresión consumada de su predilección por nosotros, de cuanto Dios quiere que nos acerquemos a Él y practiquemos deliberadamente sus enseñanzas, especialmente a través de la solidaridad y de la honestidad, pues esto es dirigirse al Paraíso.
No podemos ser hoy meros espectadores de su tortura y crucifixión, ya que “Cristo murió por nuestros pecados” (1 Cor 15) y esta entrega generosa debe impulsarnos a no crucificar a los demás, a través de la explotación económica, del abuso sexual o de distintas formas de violencia.
San Francisco de Asís usa una frase bastante incómoda: “Aun los demonios no le crucificaron; fuiste tú quien le crucificó con ellos y sigues crucificándole al deleitarte en los vicios y pecados”. (Admonición 5)
Sin embargo, somos llamados a entrar en la Jerusalén celeste, donde disfrutaremos de la compañía del Resucitado, que es el Crucificado; y de aquellos que ya se alegran en Dios.
Por ello, Jesús, en los suplicios de la cruz habló al así llamado “buen ladrón”: “Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el Paraíso”.
Un enunciado más para corroborar algo que hace mucho que sabemos: todo pasa en este mundo, y un día estaremos delante del Crucificado, que será nuestro Juez.
A cada decisión que tomemos hoy, para el bien o para el mal, para la justicia o atropello, tarde o temprano vamos a tener el momento de la cosecha.
Ojalá nos ocupemos en buscar el Paraíso, esta realidad que verdaderamente existe, y no nos dejemos seducir por los espejismos de la sociedad de consumo.
Para que merezcamos vivir felices para siempre junto a Dios debemos trabajar y defender constantemente el bien común de nuestro país. Paz y bien. hnojoemar@gmail.com