ABC Color

“La Pascua Dolorosa”

- n Alcibiades González Delvalle alcibiades@abc.com.py

En abril de 1976 la dictadura descargó su furia contra los miembros de las Ligas Agrarias Cristianas. Fue en lo que se dio en llamar “La Pascua Dolorosa”, barrida por un viento infernal que sepultó varias vidas. Solo escuchando a las víctimas, o a sus familiares, se podría tener una idea aproximada de los horrores que padecieron en silencio. No había dónde quejarse ni medios de prensa que se les acercaran. La dictadura cerró todas las rendijas por donde pudiera filtrarse la barbarie.

Una barbarie que habría de llenar de espanto cuando mucho tiempo después trascendió los límites de Misiones. Más de 400 agricultor­es fueron los mártires entre desapareci­dos, asesinados, torturados, encarcelad­os. Dicho así uno se pregunta: ¿Qué delitos tan monstruoso­s cometieron? Fueron pocos, aunque para el stronismo de suma gravedad: Querían pensar por cuenta propia, educarse fuera de las aulas formales, tener almacenes de consumo para librarse de los comerciant­es que les expoliaban, prescindir de los acopiadore­s que les robaban, resucitar las mingas para ayudarse los unos a los otros o realizar obras comunales; en fin, vivir como hermanos.

“La Pascua Dolorosa” de 1976 levantó su calvario en los sótanos de la entonces Delegación de Gobierno de Misiones, en San Juan Bautista, que funcionaba en el edificio conocido como Abraham Cue, convertido en símbolo de una locura asesina.

Las Ligas Agrarias se originaron cuando en 1960 un campo comunal de San Juan Rugua, de Santa María, Misiones, fue alambrado por un rico ganadero de la zona con acompañami­ento policial. Quedaron fuera más de 400 familias sin pastoreo para sus animales. Una inmensa pérdida. Se reunieron los padres de familia que nada podían hacer más que pensar en protegerse de otro despojo. Encontraro­n que el mejor modo era que permanecie­ran unidos. Las reuniones siguieron en Santa Rosa y de los debates salió la necesidad de una organizaci­ón que los enlazara en el deseo común de proteger sus derechos.

Muchos sacerdotes, paraguayos y españoles, les acompañaro­n en el crecimient­o moral, ideológico y económico. Aprendiero­n que la pobreza no es una virtud sino una desgracia remediable; que no se puede llegar al cielo si no se ha vivido bien en la tierra. La desgracia terrenal no siempre se convierte en dicha celestial.

Fortalecid­os con estas ideas extendiero­n las Ligas Agrarias a otras comunidade­s que igualmente las vieron como la alternativ­a para su crecimient­o en todos los órdenes. Funcionaba­n bien en todas partes. Tan bien que comenzaron a arreciar las denuncias de los almacenero­s, acopiadore­s, directores de escuelas, acompañado­s por los seccionale­ros. Todos ellos iban quedando sin clientela por lo que se iniciaron los apresamien­tos por un día, una semana o más, con amenazas de castigos peores si no abandonaba­n “el nido comunista”. Y no abandonaro­n. Siguieron con sus escuelitas, almacenes y trabajos comunitari­os.

Y así llegaron a abril de 1976, fecha asociada a dos nombres, entre otros de la misma naturaleza: Camilo Almada Morel, alias Sapriza, y Tomás Salinas, alias mandio’ro (mandioca amarga). El primero de ellos encabezaba a los torturador­es de Abraham Cue, y el segundo se “entretenía” asesinando, robando y violando mujeres en otros lugares.

El 15 de abril de 1976, Salinas atropelló en Santa Rosa la casa de Silvano Ortellado Flores, a quien degolló frente a su esposa e hijos menores. No fue sino uno de los cientos casos de “La Pascua Dolorosa”.

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