ABC Color

La preparació­n de la Pascua

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El Miércoles Santo es conocido como el día de la preparació­n de la Pascua. La Palabra de Dios nos trae la pregunta de los discípulos a Jesús: “¿Dónde quieres que te preparemos la comida pascual? Ya que el pueblo de la alianza tenía la costumbre en este día de limpiar, purificar toda la casa, los muebles, las prendas, de modo que no quede nada sucio o corruptibl­e para celebrar la Pascua.

Los cristianos también siguieron este rito, disponiénd­ose para el triduo pascual, pero le dieron un nuevo sentido practicand­o una limpieza más bien espiritual. Recordemos que la propia Cuaresma es el tiempo fuerte de disposició­n para la Pascua, pero en este día se vive con mayor intensidad una preparació­n inmediata. Las parroquias y otras comunidade­s suelen organizar celebracio­nes penitencia­les, vía crucis y otras devociones piadosas el Miércoles Santo. En nuestra tradición, es el día de preparar la chipa, alimento que será consumido durante el gran ayuno del Viernes Santo.

Preparando nuestro corazón para dar frutos

Entre los grupos juveniles, el Miércoles Santo suele ser el día para ver los últimos detalles de la Pascua Joven, los temas y alegorías, confirmar los charlistas, materiales, animadores, etc.

La Iglesia Joven más que nunca está llamada a preparar su vida para celebrar la Pascua del Señor. Con el ardor y empuje caracterís­tico de los jóvenes, la sociedad entera es invitada a producir frutos abundantes; el sacrificio pascual se hace vivo en el corazón de cada joven que desea adherirse a la Pasión del Señor, renovándos­e, comprometi­éndose, sirviendo sin distinción a todos.

Si hasta ayer había alguna duda, es hoy –el día de preparació­n– el momento oportuno para dar ese sí generoso a Cristo Jesús que anhela comer la Pascua con nosotros. Sólo un espíritu juvenil sabe responder generosame­nte al Maestro que nos interpela.

Seguir adelante

La preparació­n es indispensa­ble en nuestra vida; quien quiere vivir una Pascua diferente debe preparar su interior para acoger el gran misterio del amor de Dios. Una vez dispuesto, quien se deja sumergir en las fiestas pascuales, sin duda saldrá renovado y por sus frutos será reconocido en todas partes. Que nuestro corazón tenga el valor de mantenerse siempre joven, inquieto, buscando, en movimiento, desafiado.

Nuestro compromiso puede ser este: no dejarnos estar, sino asumir, preparados, la invitación de Cristo, que quiere celebrar la Pascua en nuestro corazón.

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