Carta abierta a los presidentes de Rusia y EE.UU.

Con absoluto respeto a las jerarquías que ejercen en el mundo, les expreso mi preocupación por el empleo de ese poder sobre el destino humano. El poder está subordinado por la moral a cumplir el deber. ¿Podría aceptarse el dispendio económico en armamentos de gran capacidad destructiva en lo material y de causar millones de víctimas, en su mayoría inocentes, no combatientes, como niños, mujeres y ancianos?

Al mismo tiempo, millones de seres humanos carecen de alimentos y vestimentas adecuadas, sobreviendo a la intemperie. El precio de un solo misil -arma diabólicacubriría los gastos para acabar las penurias de muchísima gente.

Soy paraguayo, con honor y dignidad. Mi patria sufrió las calamidades de dos guerras internacionales. Fue considerado por el papa Francisco como el país más heroico de América y un historiador brasileño calificó la contienda de “genocidio americano”. En lo material, fue convertido en escombros y la población reducida en 80% compuesta en mayoría de niños y mujeres.

La guerra es una forma bárbara de antropofagia, solo que las víctimas no son devoradas. Qué gran satisfacción tendría si el enorme poder que ostentan fuera aplicado a combatir el hambre, la enfermedad y la miseria injustificadas en el mundo.

La ciencia sin conciencia es barbarie inaudita. Ser mencionados en la historia como Pasteur, Fleming, etc., es como una condecoración. Lo opuesto, la persecución racista en los campos de exterminio, el bombardeo pulverizando ciudades abiertas y el empleo de invenciones más eficaces en la destrucción hasta de obras arquitectónicas de arte, museos y hospitales, solo demuestra que bajo una epidermis de cultura late la barbarie. Les ruego, señores presidentes, dueños del destino humano, que ganen el respeto y el aprecio de la humanidad, salvaguardándola de su extinción.