ABC Color

El moscardón y la mugre

- Alcibiades González Delvalle alcibiades@abc.com.py

Desde la imparciali­dad no es fácil tratar el comportami­ento del senador Paraguayo Cubas. Aplaudirlo podría aparecer como un apoyo a la violencia; censurarlo, como una defensa a la corrupción. ¿Cuál sería el término medio deseable? Sin duda, una nueva situación: que Payo se modere y sus víctimas terminen con los excesos.

¿Cuáles son los excesos de los parlamenta­rios? Es fácil encontrarl­os. Están en la prensa diaria, en las charlas de café, en el aire que respiramos. ¿Y cuáles son? Este espacio es insuficien­te para mencionar ni siquiera la mitad de ellos. Comencemos por decir que los parlamenta­rios, con las excepcione­s de rigor, roban mucho con distintas mañas.

En periodismo hay un principio según el cual se miente de dos maneras: publicando mentiras o callando verdades. En ambos casos la sociedad pierde. ¿Y qué pasa cuando un senador o diputado cierra la boca ante un delito? Se vuelve cómplice. No sirve aquello de “sí, pero yo no fui”. Hizo algo peor: se calló. Es más, podía haber impedido que ocurriese; pero no evitó el delito ni lo denunció porque le convenía a él o a su sector.

¿Es Paraguayo Cubas la causa de la violencia en el Congreso? No, es el efecto indeseado. El efecto lógico de la corrupción. Allí le tienen ustedes a los senadores que votaron por su castigo. Ya no querían seguir escuchando –de muy mala manera, es cierto– tanta inconducta que daña al país y a sus institucio­nes.

La corrupción no se limita al robo del dinero público. Es también, entre varios casos más, la conspiraci­ón contra las leyes y la decencia. ¿Qué otra cosa son las reuniones secretas –que enseguida dejaron de serlo– para cocinar más hechos de corrupción?

Nuestro país necesita de partidos políticos vigorosos en el gobierno y en la oposición. Es bueno que el Partido Colorado se unifique porque dividido daña a la democracia. El problema es para qué lo hace. Si la intención es que los movimiento­s en pugna entierren sus fechorías su consecuenc­ia será el nacimiento de otras, tal vez peores.

¿Por qué Payo Cubas tiene tantos adherentes? Porque son muchos los ciudadanos, cientos de miles, que están hartos de una clase política delictiva. Alguien tiene que gritarles en la cara la indignació­n de un país desprotegi­do. En cada institució­n del Estado tiene que haber por lo menos un Paraguayo Cubas. Hace falta un Paraguayo Cubas que les diga de frente a los ministros del Poder Judicial que incumplen sus funciones al tener guardados en sus escritorio­s, por años, los expediente­s que se han formado contra peligrosos delincuent­es que estuvieron, o están, en las institucio­nes estatales o municipale­s.

Hace falta un Paraguayo Cubas en la Cámara de Diputados donde su indigno titular, Miguel Cuevas, sigue con la mala costumbre que había traído de la Gobernació­n de Paraguarí: disponer del dinero público como suyo para ser suyo y de sus amigos; atormentar a los funcionari­os que trabajan para ubicar a sus adherentes.

Hace falta un Paraguayo Cubas… ¿en dónde no? Hacen falta voces que griten allí donde todo es silencio, soledad, complicida­d. ¿Quién grita, y a quién, por un niño que murió porque los dueños de las estancias no querían que pasasen por su propiedad cuando los padres buscaban socorro médico?

¡Hay tantos sitios donde alzar la voz! Los medios de comunicaci­ón no pueden hacerlo cara a cara y además sus denuncias no llegan a los delincuent­es, no se dan por enterados.

¿Queremos eliminar de la escena política a Paraguayo Cubas? Comencemos por eliminar la corrupción. El moscardón aletea y hace zumbidos en las mugres.

En fin, felices Pascuas.

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