ABC Color

Control en vez de dictadura

- Enrique Vargas Peña evp@abc.com.py

Alguna gente pretende que, porque sufrimos los políticos que sufrimos, tenemos como única alternativ­a retornar al sistema autoritari­o, como proponen Paraguayo Cubas y Horacio Cartes.

A la “clase” política corrupta que tenemos, hay que cambiarla, según ellos, por unos gobernante­s sin control y con poder absoluto. Prometen que vendrán ángeles, arcángeles y los demás coros celestiale­s a gobernar sin intereses, sin ambiciones, sin tentacione­s. Peor aún, nos venden que ellos, Payo y Cartes, son ángeles. Para ellos no sirven las lecciones de Venezuela, que siguió esa receta.

Nunca consideran el axioma de lord Acton: “El poder corrompe, el poder absoluto corrompe absolutame­nte”.

Inglaterra, cuna de la democracia moderna, confirma hoy, con sus partidos traicionan­do la voluntad del pueblo en el tema del Bréxit, que los políticos de cualquier país son igual de corruptos que los de nuestra “clase” política; que todos los seres humanos, blancos, negros, amarillos, rojos, nórdicos, sureños, asiáticos, latinos o africanos, somos iguales y que el control popular sobre los seres humanos con poder es la única receta funcional, viable y probada.

El control popular sobre los políticos es la solución a nuestro problema, no el autoritari­smo que, justamente, se caracteriz­a por eliminar la vigilancia sobre ellos.

El control sobre los políticos no puede estar en institutos como la Contralorí­a General o la Auditoría del Ejecutivo o la Fiscalía General del Estado porque dichas institucio­nes están en manos de los políticos mismos y cualquier arreglo entre ellos, como el pacto abdocartol­lanista, les garantiza impunidad.

El control popular sobre los políticos son las elecciones en las que el pueblo les puede hacer perder sus empleos. Por eso, la periodicid­ad frecuente de las elecciones funciona mejor que mil contralorí­as, mil auditorías, mil fiscalías.

Elecciones limpias, transparen­tes y sin departamen­tos de informátic­a preparados para robar elecciones como el de nuestro Tribunal Superior de Justicia Electoral, fraude demostrado en el caso Iturburo.

Cualquier persona que estudie historia constituci­onal conoce que esto se sabe desde que Lucio Junio Bruto triunfó en la revolución que proclamó la República en Roma, en el año 510 antes del cristianis­mo, establecie­ndo elecciones anuales para todas las magistratu­ras.

Los constituye­ntes norteameri­canos usaron el precedente romano para diseñar la más funcional Constituci­ón democrátic­a del mundo, la de Estados Unidos, que establece elecciones cada dos años. Sabían lo que había que hacer.

Nuestra “clase” política es inmoral y corrupta porque el plazo de poder que tiene sin control popular es largo, cinco años, agravado por el sistema de listas “sábana” que reemplaza el control directo del elector sobre el elegido por el de los caciques políticos (Cartes, Marito, Llano, Efraín, Fadul, Caballero Vargas, etc.) sobre el elegido.

En cinco años hacen lo que quieren y, si satisfacen a los caciques, están seguros de volver a ser incluidos en las “sábanas” con las que se colaron al Congreso, a las juntas departamen­tales y a las juntas municipale­s.

La solución, pues, no es más poder a supuestos ángeles, como proponen Cubas y Cartes, sino control popular. El desbloqueo de listas con el doble voto preferenci­al es el primer paso. La mayor periodicid­ad de las elecciones debe venir luego.

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