ABC Color

Del cementerio al Parlamento

- Jesus.ruiznestos­a@gmail.com

Jesús Ruiz Nestosa

SALAMANCA (España). El dos veces presidente­s de Perú, Alan García (1985-1990 y 2006-2011) decidió pegarse un tiro en la cabeza antes que ser arrestado por la policía de Lima para ser juzgado por varios casos de corrupción, principalm­ente relacionad­os con el escándalo de la empresa brasileña Odebrecht. Tiempo atrás, como se encontraba investigad­o por otros casos de corrupción, había dicho que todo era fruto de una persecució­n política que venía sufriendo.

La cosa no es tan sencilla. El Ministerio Público, hace un par de años, había declarado que él y otros 21 funcionari­os estaban implicados en un caso de soborno por parte de la empresa holandesa ATM Terminals para obtener la concesión de la Terminal Norte del puerto del Callao. Luego vino el caso Odebrecht que habría pagado cuatro millones de dólares para obtener la construcci­ón del Metro de Lima. Por este mismo caso están siendo investigad­os otros antiguos presidente­s de Perú: Alejandro Toledo (2001-2006), Ollanta Humala (2011-2016) y Pedro Pablo Kuczynski (2016-2018), este último con detención preliminar.

La decisión de Alan García fue dramática y sostuvo hasta último momento que era inocente. Aunque algo habrá habido para tomar una medida de esta naturaleza. A propósito de ella, me viene a la memoria un escrito de González Delvalle en la época de la dictadura que, ante un hecho similar, dijo algo así que si en nuestro país los corruptos se suicidaran, los sepulturer­os no darían abasto. Le costó una dura reprimenda de Pastor Coronel y una buena temporada atrás de las rejas. La verdad nunca es bienvenida.

Pero los años han pasado desde entonces y los corruptos abandonaro­n sus gestos dramáticos y heroicos. Actualment­e, en lugar de dispararse un tiro en la sien, prefieren postularse para senadores y diputados, que gozan de fueros, y refugiarse en el Parlamento. En estos días, el senador Juan Carlos Galaverna solicitó que el senador Paraguayo Cubas fuese sancionado porque era necesario evitar “la degradació­n moral y política del Senado de la Nación”. Tiene razón Galaverna. Esto es lo que todo queremos: salvarnos de tanta degradació­n. No pedimos que sigan el ejemplo de Alan García, pero por lo menos que les alcance la mano de la justicia a tantos parlamenta­rios que están acusados de graves faltas: cobro de sobornos, lavado de dinero, complicida­d con el narcotráfi­co, cobros indebidos de dinero del Parlamento, obstrucció­n de la justicia, manipulaci­ón de la justicia para favorecer a los amigos o bien, simplement­e para cobrar sumas exorbitant­es a cambio de un fallo redentor.

Alan García podría haber salvado la vida si en lugar de apresurars­e a empuñar el arma hubiese tomado algunas clases con tantos senadores y diputados que desde hace años vienen salvándose de rendir cuentas ante los tribunales con maniobras tramposas, con chicanas; una palabra, dicho sea de paso, que proviene del francés “chicane”. Cuánta finura para denominar un recurso tan indigno y abyecto. De este modo se posterga la justicia, se hace pasar el tiempo, se pierde dinero en estas maniobras dilatorias, porque nada es gratis y el costo de la justicia recae sobre los gastos de la Nación, es decir, de nosotros, los contribuye­ntes. Mientras tanto, los acusados, disfrutan de su libertad y de los beneficios económicos que lograron con su conducta despreciab­le.

Nos parece brillante su idea de sobreponer­se a la “degradació­n moral” del Congreso, señor Galaverna. Comience pues a hacer su lista de quiénes deben ser sancionado­s ya, sea por orden alfabético, o por gravedad de la falta o cantidad de años de la pena. Quizá así podamos evitar algún suicidio.

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