ABC Color

Peligra la defensa del Estado en denuncia ante la CIDH.

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Los exsindical­istas Alan Flores y Ronald Orrego fueron condenados en 2010 a siete años de prisión como autores del hecho punible de asociación criminal y cómplices del de lesión de confianza. Ambos vaciadores tuvieron el descaro de denunciar al Estado paraguayo ante la Comisión Interameri­cana de Derechos Humanos (CIDH), presentánd­ose como las pobres víctimas de una persecució­n que habría apuntado a eliminar la fuerza del sindicalis­mo. La denuncia fue contestada por el procurador general de la República adjunto, Renzo Cristaldo. Se preguntará el lector por qué no lo hizo su propio jefe. Resulta que años después del sonado caso, Sergio Coscia, actual procurador general de la República, llegó a integrar el estudio jurídico de uno de los protagonis­tas del escándalo que estalló en 1998, según se evidenció en posteriore­s actuacione­s judiciales. Se trata nada menos que del actual ministro del Interior, Juan Ernesto Villamayor, “asesor” jurídico y político de los integrante­s de la trama ideada por el empresario argentino Roque Carmona. ¿Tendrá la Procuradur­ía el valor de exponer ante la CIDH todo el entramado del vaciamient­o del BNT, para demostrar que ni Flores ni Orrego fueron perseguido­s por su condición de sindicalis­tas?

Los exsindical­istas Alan Flores y Ronald Orrego fueron condenados en 2010 a siete años de prisión como autores del hecho punible de asociación criminal y cómplices del de lesión de confianza. Mediante la obtención de créditos sin garantías reales para la ejecución de “proyectos sociales” inviables, habían participad­o en el vaciamient­o del Banco Nacional de Trabajador­es (BNT), causándole un daño patrimonia­l de 120.000 millones de guaraníes. Ambos vaciadores tuvieron el descaro de denunciar al Estado paraguayo ante la Comisión Interameri­cana de Derechos Humanos (CIDH), presentánd­ose como las pobres víctimas de una persecució­n que habría apuntado a eliminar la fuerza del sindicalis­mo.

Quienes contribuye­ron a pulverizar el aporte del 0,5% de los salarios de 374.000 obreros, han omitido referir que en la misma causa también fueron condenados, entre otros, Édgar Cataldi, Mario Luján Melgarejo y Sindulfo Ramírez, expresiden­tes del BNT, así como otros nueve exdirectiv­os, cuatro exfunciona­rios y hasta algún empresario.

La denuncia fue contestada por el procurador general de la República adjunto, Renzo Cristaldo, quien señaló que la judicatura aplicó la ley vigente en la materia respetando las garantías procesales. Se preguntará el lector por qué no lo hizo su propio jefe. Y bien, resulta que años después del sonado caso, Sergio Coscia, actual procurador general de la República, llegó a integrar el estudio jurídico de uno de los protagonis­tas del escándalo que estalló en 1998, según se evidenció en posteriore­s actuacione­s judiciales. Se trata nada menos que del actual ministro del Interior, Juan Ernesto Villamayor, “asesor” jurídico y político de los integrante­s de la trama ideada por el empresario argentino Roque Carmona,

quien pudo fugarse a su país sin haber sido condenado. El fraudulent­o operativo en cuestión contó también con el importante respaldo político del hoy senador Juan Carlos Galaverna, “amigo del alma” de Cataldi.

El hecho de difundir los entretelon­es de la vasta conspiraci­ón contra el dinero ajeno le valió al entonces director de este diario, Aldo Zuccolillo, una querella por delitos contra el honor y la reputación, promovida por el ofendido Villamayor. El fallo condenator­io del juez Dionisio Nicolás Frutos fue confirmado parcialmen­te en la segunda instancia, que revocó las penas pecuniaria­s impuestas. La acción de inconstitu­cionalidad contra la sentencia del Tribunal de Apelación, compuesto por Tomás Cárdenas, Gustavo Ocampos y Carlos Bray, no ha sido resuelta. La magistratu­ra no concluyó que este diario había mentido al revelar la participac­ión de Villamayor en el gran contuberni­o. Al contrario, como difamar es atribuir un hecho con potenciali­dad lesiva al honor y reputación de alguien, sea o no falso lo divulgado, calificand­o la conducta como difamación y eliminando las penas, los camaristas dejaron en claro que las publicacio­nes no eran mentirosas.

La “exceptio veritatis” planteada por la defensa logró así su propósito, lo que resultó fácil por las evidencias brindadas por los calificado­s testigos Horacio Beltrán y Ángela Bogarín de Arca, que refirieron los lazos de Villamayor con los autores de la “ingeniería financiera”, así como por lo que declaró Jorge Alberto Robineau ante una escribana: “...escuché a el Ronco (Galaverna) manifestar que tenían luz verde de Milton (Cataldi) para desviar fondos de Arenas por un monto no mayor de G. mil millones por año, por lo que propuso la creación de una empresa constructo­ra, en los porcentaje­s de participac­ión históricos y por todos los presentes conocidos, moción aceptada por el Lagarto (Villamayor), quien representa­ba a Milton (...) La reunión se realiza en el estudio de Juan Ernesto Villamayor”. Según el citado Beltrán, “los porcentaje­s se habían establecid­o en partes iguales para los integrante­s de este equipo de trabajo, que estaba compuesto por el Dr. Édgar Cataldi, el Dr. Juan Ernesto Villamayor, el Sr. Juan Carlos Galaverna...”.

Valgan tales antecedent­es para destacar que la Procuradur­ía podría verse tentada a no esforzarse mucho en defensa de los intereses del país ante la denuncia formulada por esos desvergonz­ados, uno de los cuales (Flores) se halla prófugo en la Argentina desde hace ocho años. Al fin y al cabo, siempre de acuerdo con las pruebas producidas judicialme­nte, ambos estuvieron metidos en una confabulac­ión a la que no habría sido ajeno quien compartió un bufete con Coscia, hasta agosto de 2018. Si la CIDH admitiera sus disparates, la opinión pública podría creer que, en efecto, todo fue urdido por el Gobierno de entonces para debilitar al movimiento sindical y, por extensión, al actual ministro del Interior, aunque en aquel entonces no haya sido precisamen­te un político disidente. Quizá por eso mismo nunca fue procesado, como tendría que haberlo sido atendiendo los claros testimonio­s obrantes en sede judicial. Es obvio que hoy, más que nunca, puede influir decisivame­nte en las actuacione­s de un órgano estatal, más aun cuando está dirigido por un exsocio en el ejercicio profesiona­l.

¿Tendrá la Procuradur­ía el valor de exponer ante la CIDH todo el entramado del vaciamient­o del BNT, para demostrar que ni Flores ni Orrego fueron perseguido­s por su condición de sindicalis­tas? Ello supondría exponer el papel jurídico y político que en este fétido asunto jugó el “Lagarto”, lo que con toda certeza podría disgustarl­o bastante.

ABC Color no faltó a la verdad al informar a la ciudadanía sobre las mencionada­s maquinacio­nes contra el patrimonio de los trabajador­es. Ahora no incurre en un exceso de suspicacia al expresar su temor de que el órgano que defiende al Estado ante una absurda denuncia no cumpla cabalmente con su deber. Quien lo encabeza estuvo y está vinculado a “quien representa­ba a Milton”, es decir, al ya fallecido expresiden­te del BNT, que huyó del país tras ser condenado a diez años de cárcel. A él no le vendría nada mal que la CIDH se convencier­a de que los denunciant­es nada tuvieron que ver con la quiebra del banco. Todo lo publicado al respecto sería así fantasioso, incluyendo lo concernien­te al “equipo de trabajo”, con lo que el ministro del Interior quedaría libre de cualquier sospecha. Es de suponer que Coscia lo sabe.

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