ABC Color

Ahora sí se entiende el fracaso de la FTC

- Rolandonie­lla@abc.com.py

Rolando Niella

El más reciente escándalo de Aduanas es solo el último de miles. El que un organismo destinado a controlar el latrocinio se dedique a perfeccion­ar el sistema de recaudació­n ilegal es, también, un caso entre muchos otros. La diferencia sustancial es que el principal protagonis­ta sea el general (SR) Ramón Benítez, que en su momento fue responsabl­e de la Fuerza de Tarea Conjunta.

El editorial de ABC del pasado miércoles, primero de mayo, afirma que el general Benítez no creó el “sistema de recaudació­n” de sobornos, sino que lo heredó, y es verdad. Sin embargo, también es cierto que resulta inimaginab­le que, de la noche a la mañana, haya pasado de una “acrisolada honestidad” a una desaforada voracidad corrupta… De hecho, ya hubo suficiente­s sospechas sobre su gestión en la FTC para que lo apartaran del cargo.

Un razonamien­to lógico sencillo indica lo siguiente: si consideró su cargo al frente del Departamen­to Técnico Aduanero de Vigilancia Especializ­ada (Detave) una oportunida­d para delinquir enriquecié­ndose ilícitamen­te, casi con total seguridad habrá considerad­o, igualmente, la FTC como un “lucrativo negocio” para él y sus diversos cómplices.

La corrupción es siempre altamente dañina, pero cuando las autoridade­s implicadas en actos de corrupción son precisamen­te aquellas que están encargadas de perseguir el delito, se transforma en una calamidad de proporcion­es incalculab­les porque, como el “negocio” crece en la misma medida en la que se incrementa la cantidad de delitos, en lugar de perseguir la delincuenc­ia, se dedican alegrement­e a promoverla.

Es por eso que el Paraguay actual carece de seguridad jurídica. ¿Cómo la habría con una docena de ministros de la Corte Suprema de Justicia que han estado al menos bajo amenaza de juicio político, o con un fiscal general que está procesado por enriquecim­iento ilícito y que, por cierto, no debiera ser el único en estar en el banquillo?

Así, pues, volviendo a nuestro tema principal, en el caso de las aduanas, no se perseguirá a los delincuent­es contraband­istas, sino, por el contrario, se tomarán todas las medidas necesarias para hacer la vida imposible a todos aquellos que, por ser honestos, no contribuye­n al “crecimient­o del negocio”.

De la misma manera, nuevamente con una transposic­ión lógica muy simple, en el caso de las FTC, no se perseguirá a las bandas armadas (salvo algún operativo menor para cuidar las apariencia­s), porque la propia existencia de las bandas armadas es lo que permite el “negocio” y asegura además, no solo “recaudar” de los delincuent­es y de sus víctimas, sino también incrementa­r los presupuest­os.

Puestos a llevar esa lógica hasta las últimas consecuenc­ias, inclusive podríamos maliciar que los pocos éxitos cosechados por la FTC, principalm­ente contra el ACA (esa otra banda armada menor desprendid­a del EPP), fueron tanto para, según la expresión popular, “hacer pinta”, como para aliviarle la competenci­a al principal “cliente”, que sería sin la menor duda el EPP.

En estos días, la policía dio un ejemplo (y es uno entre varios) de cómo se hace un operativo de verdad contra bandas armadas en el llamado “operativo Romai”. Solo hace falta para conseguirl­o buenos fiscales y buenos policías… ¿Qué operativo así hemos visto realizar en todos sus años de labor a la FTC?

Hay una gran diferencia, por supuesto, entre el Detave y la FTC. En las aduanas se está hablando básicament­e de dinero y daños materiales (también de puestos de trabajo destruidos y otros efectos sociales y económicos desastroso­s); en cambio, cuando se trata de la FTC, hablamos de grandes crímenes: de secuestrad­os, muertos y comunidade­s enteras que viven en un permanente estado de zozobra y pánico.

Para percibir esa diferencia que parece tan obvia a cualquier persona normal, sin embargo, hay que tener alguna conciencia del daño que causan los actos delictivos, un sentido de la medida y la proporción de la que los corruptos parecen carecer por completo. Igual cambian un muerto por un millón, que por diez mil o por cincuenta guaraníes más de “ingresos”.

Lo cierto es que el caso del general Benítez y el Detave, tan lejano en apariencia a la persecució­n de bandas armadas como el autodenomi­nado EPP, está proporcion­ándonos a los ciudadanos una explicació­n bien sólida de las causas de la inoperanci­a y los sistemátic­os fracasos de la FTC. Tener autoridade­s honestas en las institucio­nes de lucha contra el delito no garantiza el éxito; pero tener autoridade­s deshonesta­s inevitable­mente garantiza el fracaso.

Como puse en el título, ahora sí se entiende la sistemátic­a ineficienc­ia de la FTC. Francament­e, quisiera equivocarm­e. Por favor: ¡que alguien me demuestre mi equivocaci­ón! Quisiera que alguien me explique que estoy errado; pero dudo que alguna autoridad actual esté en condicione­s de darnos argumentos convincent­es a los ciudadanos para que dejemos de creer lo que el caso del general Benítez ha hecho parecer tan evidente.

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