El cartismo vuelve al ring
Cuando muchos ya daban por muerto al movimiento de Horacio Cartes, el expresidente acaba de anunciar la postulación de miembros de su sector en los comicios internos de los colorados para todos los cargos electorales. Con el entusiasmo y la emoción de una quinceañera, el cartismo vuelve al ring a medir fuerzas con las otras corrientes coloradas, en especial, con el oficialista Añetete.
Resulta llamativo este retorno porque el mismo Cartes había anunciado, tras su no reelección y la derrota del movimiento en los comicios internos de la ANR, que se desilusionó de la política y que volvería a sus empresas y a la dirigencia deportiva.
Como suele ocurrir con los movimientos partidarios, el cartismo no se formó en torno a un ideal político, ni a una bandera reivindicadora de principios ideológicos en pro de un país mejor. El cartismo surgió, de la noche a la mañana, por una simple coyuntura oportunista impulsada por el polémico senador Juan Carlos Galaverna para meter por la ventana a Cartes en los comicios internos para las presidenciales de 2013. Pese a un pasado oscuro y a la mala fama de sus negocios, Horacio nació como político con un único mérito: tenía mucha plata.
Con una campaña electoral financieramente muy sólida, el entonces candidato colorado ganó las elecciones generales y estuvo al frente de la administración del Estado durante cinco años. Su estilo de gestión difería bastante de lo tradicional, pues no se apoyó en el partido que lo llevó al poder ni en los dirigentes de las seccionales coloradas, sino en los gerentes y empresarios de su entorno particular.
Cartes creyó que su propia plata y los grandes fondos del Gobierno serían suficientes para ir comprando voluntades de los principales caciques políticos de todo el país y, en consecuencia, no valía la pena preocuparse por los miles de funcionarios públicos de rango menor ni por los movimientos, organizaciones sociales y sindicatos de los compatriotas más humildes.
Como era de esperar, los números de la macroeconomía se portaron bien, el dólar permaneció estable, las exportaciones crecieron, vinieron inversiones en el campo inmobiliario, el país crecía a un ritmo del 3 al 4 por ciento anual y se realizaron algunas obras públicas de importancia.
El pequeño gran error del cartismo fue no darse cuenta de que el aparente progreso de la Nación no alcanzaba a las clases populares; la macroeconomía estaba bien pero el bolsillo de la gente humilde seguía tan vacío como siempre y miles de funcionarios públicos dejaron de percibir algunos extras y rebusques que las administraciones anteriores toleraban.
Cuando algunos dirigentes cartistas y las encuestas empezaron a mostrar el fuerte ascenso de la popularidad del contrario interno Añetete, ya era demasiado tarde para rectificar rumbos. Tenía muchos gerentes, empresarios y políticos afines a su lado, pero el grueso de la población le dio la espalda.
Ahora vuelve Cartes y anuncia su intención de recuperar los espacios de poder perdidos. Tal objetivo no será fácil de obtener porque los que se quemaron con leche hirviendo, ven una vaca y lloran.