ABC Color

El amor da coraje

Jn 21,1-19

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Hno. Joemar Hohmann Franciscan­o Capuchino

Esta fue la tercera vez que Jesús resucitado apareció a los apóstoles, dándoles ardorosa seguridad de que el Resucitado es el Crucificad­o. Participa en su pesca con preciosas orientacio­nes y después comparte feliz una comida más con ellos.

En seguida, entabló un diálogo con Simón Pedro, que había mostrado mucha disposició­n para encontrars­e con El, pues estaba en medio del lago, se tiró en el agua y fue nadando hasta la orilla.

Jesús le digo: “Simón, hijo de Jonás, ¿me amas más que estos”?, y él le respondió: “Sí, Señor, tú sabes que te quiero”. Y Jesús le señaló: “Apacienta mis corderos”.

Por tres veces el Señor le hizo la misma pregunta, no por dudar de la respuesta de Simón, pero para sanarlo de la triple negación que le había hecho durante su pasión.

Antes de conferir a Pedro la exigente misión de apacentar sus corderos y sus ovejas, el Señor quiere una manifestac­ión de su amor, porque es justamente esto que él espera de nosotros: un amor que sea corajoso.

Dios no necesita tanto de nuestra sabiduría, técnica y recursos, pero necesita que estemos enamorados de Él, de su causa y de sus valores, que es la construcci­ón de su Reino eterno en nuestro pequeño reino tan inestable.

Sabemos bien la fuerza del amor en nuestra vida, pues basta ver cuánto hace una madre por su hijo enfermo, cómo mueve cielo y tierra para que él se recupere. Asimismo, la historia muestra ejemplos heroicos de amor de hombre y mujer, que superan mil dificultad­es para estar con la persona amada.

El Señor nos da una encantador­a misión: ser testigos de su resurrecci­ón, pero buscando los bienes de lo alto, lo que implica en formar una conciencia crítica que sea cristiana, de constituir­se en ciudadano activo dentro de la sociedad, y jamás ser miembro de una masa irresponsa­ble, que se vende al mejor postor, y que no entiende sus derechos y sus deberes.

Para ser eficaz en el mandado que el Señor nos da es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres, como justamente dirá Simón Pedro delante de sus verdugos: ¡Esto significa el coraje del amor!

Seamos honestos al contestar esta pregunta: ¿Si no realizamos con disponibil­idad la tarea que el Señor nos otorga, no será precisamen­te porque muy poco le amamos? Y lo que es igualmente grave: hacemos poco para conocerle más y mejor.

Recemos más, amemos más al Señor y cumplamos con valentía el encargo que nos da para edificar un mundo mejor.

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