ABC Color

La IIRSA original: la del año 2000

- J. Eduardo Ponce Vivanco (*)

Desde el estercoler­o en que Lava Jato ha convertido la política en la región debe recordarse el primer –e impecable– antecedent­e sobre la Iniciativa para la Infraestru­ctura Regional Sudamerica­na (IIRSA), que consta en los documentos aprobados por los Presidente­s de América del Sur, reunidos por primera vez en Brasilia el 31 de agosto y 1 de setiembre de 2000, a invitación del Presidente Fernando Henrique Cardoso [1].

El principal, es la declaració­n prolijamen­te negociada por los embajadore­s en Brasil (fui uno de ellos) cuando Lula ni siquiera era candidato (inició su mandato el 2003). No gobernaban Kirchner, Evo, Correa o Tabaré Vásquez. Hugo Chávez fue parte del acuerdo poco después de ser elegido en democracia. El ALBA no existía. Lo que se discutía entonces era el ALCA propuesta por EE.UU. Además de infraestru­ctura y comercio, el Comunicado Presidenci­al de Brasilia abarca la temática de paz, seguridad, democracia, drogas y delitos asociados, e informació­n, conocimien­to y tecnología.

Esa I Cumbre también aprobó un Plan de Acción específico y minucioso para la IIRSA [2], con proyectos de infraestru­ctura (llamados Ejes de Desarrollo) y criterios complement­arios a los convenidos en el Comunicado. Los acuerdos enlazados a pie de página demuestran que nunca se tuvo el propósito de crear otro organismo como muchos de los que sobreviven en nuestro poblado cementerio regional sino funcionar con institucio­nes eficientes como la CAF y el BID.

Pero bastó la llegada de Lula, Kirchner y Toledo para alentar las aspiracion­es geopolític­as y corruptora­s del chavismo, propiciand­o la malhadada confiscaci­ón de los acuerdos consagrado­s el año 2000 a fin de convertirl­os en pretexto con el objetivo de inventar, innecesari­amente, la Comunidad Sudamerica­na de Naciones-Unasur, una propuesta peruana cuya partida de nacimiento es la Declaració­n del Cuzco (diciembre 2004) adoptada en la III Cumbre, presidida por Alejandro Toledo.

El híper organismo se implementó los años siguientes en base al Tratado Constituti­vo (2008) que se (mal)negoció con la pretención de establecer una suerte de multifacét­ico gobierno sudamerica­no bajo la férula de Lula, Chávez y Kirchner (su primer Secretario Ejecutivo de renombre). El comando operaría en el espectacul­ar edificio obsequiado por Rafael Correa, en Quito; con el respaldo político del Parlamento Sudamerica­no, al que Evo Morales regaló otro ostentoso edificio en Cochabamba (2008).

Así secuestrar­on la IIRSA funcional y eficiente del año 2000 para convertirl­a en el principal escudo regional del Socialismo del Siglo XXI, conjuntame­nte con el ALBA, Petrocarib­e (Acuerdo de Cooperació­n Enegética que incluye a Cuba), y el Foro de Sao Paulo. Unasur tuvo consejos de ministros en todos los sectores importante­s (el más activo y peligroso fue el de Defensa, como se evidencia unsursg.org).

Estos desafueros inspirados por las ambiciones geopolític­as y el afán de poder de las izquierdas sudamerica­nas colapsaron cuando los miembros más gravitante­s de la organizaci­ón —Perú entre ellos— decidieron suspender su participac­ión.

Unasur quebró. Ecuador, el donante del edificio-sede, rescató el inmueble. La estatua de Kichner fue retirada de la entrada y, meses después, el presidente Lenin Moreno se sumó a los mandatario­s que acordaron liquidarla optando por un mecanismo ágil y exento de burocracia como PROSUR, una alternativ­a en proceso de configurac­ión que coordinará a sus Miembros en una era de transforma­ciones radicales en la vida internacio­nal que, hasta ahora, sigue moldeada por las experienci­as de un pasado extinguido.

Es una historia frustrante, como la mayoría de los intentos latinoamer­icanos de integració­n. La IIRSA pactada a fines del siglo pasado no hubiera podido convalidar la fraudulent­a elección de Nicolás Maduro como se hizo cuando Humala convocó a Unasur para una reunión de emergencia en Lima; no habría aprobado los casi US$ 10 millones presupuest­ados para la Secretaría de Unasur en 2018; y, tal vez, los proyectos de infraestru­ctura no habrían sido el germen perverso y devastador del Lava Jato. [©FIRMAS PRESS] *Diplomátic­o peruano.

[1] Texto íntegro https://www.oei.es/historico/oeivirt/cumbre1.htm, ver especialme­nte capítulos sobre Comercio e Infraestru­ctura de Integració­n (párrafos de 29 a 46).

[2] https://www.oei.es/historico/oeivirt/cumbre2.htm

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