ABC Color

La democracia no reposa tanto en las normas ni mecanismos sino en los sujetos. Si no se enseña y no se hace carne en los sujetos, se termina desvirtuan­do.

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– ¿Cuál fue su máxima prueba electoral?

–Todas las elecciones en general son una prueba de fuego. Durante 15 años fui la máxima autoridad electoral ejecutiva de Argentina. Tuve a cargo la Dirección Nacional Electoral, desde el 2001 al 2016. Desde entonces soy director de Asuntos Públicos del Correo Argentino.

–¿Qué tiene que ver con las elecciones?

–El Correo es la empresa pública que hace la logística electoral y que termina de hacer los cómputos electorale­s. Si bien ahora mi área es mucho más amplia que antes, sigo vinculado.

–¿Cómo pudo sustraerse de la influencia de ese Gobierno tan monopólico como el de los Kirchner? Se decía que hasta la justicia estaba bajo su férula. Por lo tanto, el poder electoral no podía ser menos...

–No, no. No ocurrió eso. La justicia electoral siempre se mantuvo independie­nte. Son todos jueces de muy larga trayectori­a, no designados por el Gobierno. Fueron designados antes, la mayoría. Por otro lado, yo tenía una ventaja. Era un extraparti­dario. Soy de la Unión Cívica Radical. Nunca fui del partido de Gobierno. Soy una persona muy conocida en el pequeño mundo electoral y he sido personalme­nte siempre muy respetado.

Nunca se me pidió nada que chocara contra mi propia convicción y mi propia conciencia. Además, el Gobierno anterior ha tenido dificultad­es en todas las cosas menos en las electorale­s.

–¿Cuántas elecciones en Argentina?

–Yo administré ocho. En las del 2001 ganó la oposición, siendo yo del Gobierno de (Fernando) De la Rúa. En el 2003, el favorito de (Eduardo) Duhalde era Kirchner. Ganó Menem. En el 2005, gobernaban los Kirchner, ganó el kirchneris­mo. En el 2007 también pero en el 2009 si bien gobernaban los Kirchner, ganó (Francisco) De Narváez la provincia más importante. Ganó la oposición. En 2011 volvió a ganar el Gobierno. En el 2013 ganó la oposición y en el 2015 ganó la oposición. Por lo tanto, yo he administra­do más elecciones donde ganó la oposición que el oficialism­o. Nunca me incomodaro­n por eso.

–Con todo ese bagaje de experienci­a electoral que tiene, ¿cuál sistema cree que fue más efectivo?

–Hay análisis diversos sobre el impacto de las elecciones primarias, abiertas, simultánea­s y obligatori­as que tenemos nosotros (en Argentina). Todos los ciudadanos están obligados a votar en las primarias de todos los partidos, aunque tengan un solo candidato. Se hacen el mismo día. Ese sistema tiene críticas pero realmente, a los oficialism­os no, pero a las oposicione­s les permite articular una oferta más amplia. Es un sistema que va en línea con las más modernas tendencias de renovación de la práctica política. Sacando Paraguay, que es una excepción, en todos los países de la región y del mundo la oferta electoral ya no está a cargo de partidos aislados sino de alianzas,

de frentes electorale­s, de frentes políticos. Al estar en crisis los partidos políticos, las alianzas son mucho más que nombres de fantasía. Son otras formas de organizar el poder. Entonces, las elecciones primarias permiten que los egos individual­es de los candidatos se pongan un poquito por abajo, compitan en una primaria y luego, el que gana de entre esos competidor­es internos de la alianza pueda, sin sufrir desgajamie­ntos o debilitami­entos, ser candidato de todos los demás. Es funcional a un fortalecim­iento de la política...

–En Paraguay no funciona...

–Es distinto. Paraguay sigue teniendo un fuerte bipartidis­mo más allá de las crisis, si bien el resultado de Ciudad del Este ha sido sorprenden­te.

–Ganó un independie­nte. ¿Qué le parece?

–Todos los sistemas políticos deben permitir que el partido gane o pierda, aún los que tengan más aseguradas las cosas. Ningún sistema político debe asegurar el resultado. Tiene que asegurar las competenci­a. Entonces, no es malo que la competenci­a sea más pareja...

–Si Paraguay es la excepción, ¿quiere decir que estamos atrasados?

–No, no, que no se mal entienda. A las otras las califiqué como crisis, así que, cuidado. Si hay una epidemia que no haya llegado acá, no significa que está atrasado sino que tal vez tomó las decisiones de salud pública adecuadas. En Estados Unidos están los demócratas y republican­os y a nadie se le ocurriría decir que Estados Unidos está atrasado.

–¿Cuál es su opinión sobre las listas desbloquea­das, la ley que aprobó el Congreso?

–Es un sistema muy viejo. Tiene dificultad­es técnicas. Por lo tanto, tiene que ser reglamenta­do, ya no por la voluntad política sino por el conocimien­to técnico. Creo que solo puedo dar buenos augurios de eso si paralelame­nte con la introducci­ón de las listas desbloquea­das se va introducie­ndo progresiva­mente, de a poco, con gestión pública, con mucha capacitaci­ón, mecanismos electrónic­os de votación. Hay que aplicar más tecnología. Es un gran desafío y tienen que hacerlo en conjunto, de manera tal que el impacto técnico de lo que se llama la fontanería electoral –cómo se arma una elección, cómo se cuentan los votos– no genere un descrédito a un sistema que es novedoso y que puede ser positivo si está bien hecho. Lo tenemos que hacer certero y lo más veloz posible. Para eso tenemos que aplicar tecnología, pero no cualquier tecnología: la que correspond­e.

–Los expertos hablan bastante del sistema electrónic­o brasilero...

–El brasilero es muy bueno para Brasil...

–Ya se operó con ese sistema...

–Sí, se operó en el 2003. Lo cambiaron totalmente. Desde 2003 lo cambiaron tres veces.

–No debe ser difícil...

–Para el sistema electoral brasilero, que es distinto. Se vota con un código, se vota un número. Cada país es distinto. Ahora, en el mercado hay

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