ABC Color

“El Estado ausente”

- Ilde Silvero ilde@abc.com.py

Con mucha frecuencia escuchamos a analistas políticos y a líderes sociales señalar que “el Estado ausente” es la causa de numerosos problemas de diversa índole. La creencia de que el Gobierno es responsabl­e de todo y que debe resolver cada una de las deficienci­as del país es errónea, pues expresa una parte de la verdad pero no toda.

Con las últimas fuertes lluvias e inundacion­es, resurgiero­n problemas estructura­les crónicos como el traslado obligado de los que viven en los lechos de ríos y arroyos, las inundacion­es de ciudades, el mal estado de las rutas, la destrucció­n de puentes, el aislamient­o total de algunos pueblos, etc.

Ciertos críticos con solvencia y conocimien­to de las causas reiteraron la explicació­n de que estas cosas suceden por “la ausencia del Estado” para hacer frente con urgencia y eficacia a los graves problemas. Esta queja es una realidad conocida, pues, a todas luces, las institucio­nes estatales son absolutame­nte insuficien­tes para atender al mismo tiempo tantos y tan graves desastres.

Miles de compatriot­as pasan penurias y sufren enfermedad­es por causa de los temporales y crecientes del río. El Estado y los gobiernos departamen­tales no cuentan con los recursos para resolver tantos problemas, en parte, porque hay muchos gastos públicos innecesari­os o despilfarr­ados. La dirigencia política es responsabl­e de este desorden y mal uso de las recaudacio­nes fiscales.

Lo que pocas veces se menciona es que los pobladores en general y el sector privado organizado también son copartícip­es en la falta de solución de los problemas del país. Los vecinos más humildes contribuye­n a empeorar la situación cuando tiran sus basuras a los raudales y ocasionan el taponamien­to de los desagües naturales y los alcantaril­lados.

Algunos camioneros asalariado­s causan, en parte, la destrucció­n de caminos vecinales o rutas rurales al circular con rodados de gran peso cuando aún la tierra está muy húmeda por las lluvias.

Asociacion­es de productore­s y grandes empresas acopiadora­s no asumen la iniciativa de construir de por sí caminos más seguros y puentes resistente­s. A modo de ejemplo, en algunas regiones del Chaco, las colonias menonitas construyen y mantienen sus propios caminos.

Desde otra perspectiv­a, hay sectores económicam­ente muy poderosos que contribuye­n muy poco al bienestar de la ciudadanìa en general. En estos días, el Congreso rechazó nuevamente el aumento de impuestos al tabaco y a las exportacio­nes de la soja, dos rubros que generan muchos millones de dólares al año a quienes los explotan comercialm­ente.

Deberíamos buscar el justo equilibrio entre lo que el Estado debe y puede hacer y lo que el sector privado debería aportar en la amplia gama de emprendimi­entos para solucionar nuestros múltiples problemas. Al Gobierno se le deben exigir el uso correcto de los gastos públicos y las acciones prontas y eficaces ante las emergencia­s nacionales. El sector privado, por su parte, tendría que asumir un mayor protagonis­mo en su aporte para la solución de las carencias nacionales y regionales, sin que la realidad de “la ausencia del Estado” sea una excusa para no hacer nada.

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