ABC Color

Negociados viales en su máxima expresión

- Ccaceres@abc.com.py

Ing. Carlos A. T. Cáceres

No existe desarrollo posible sin vías de comunicaci­ón fiables, para que la producción acceda a precios competitiv­os a los mercados internacio­nales todo el año, sin depender de las inclemenci­as estacional­es del tiempo.

Partiendo de esta premisa, y teniendo en cuenta los acuerdos de integració­n y proyectos de desarrollo económicos en carpeta, el costo del transporte pasa a convertirs­e en la principal variable para abaratar la incidencia del flete y rivalizar con cierta ventaja, en el marco de una economía cada más competitiv­a. Vale decir, contar con modernas carreteras para comunicarn­os de manera segura y eficiente es la cuestión y no admite discusione­s.

Sin embargo en materia de infraestru­ctura de comunicaci­ones, nuestro país experiment­a un retraso que nos coloca en el anteúltimo lugar en América. En la actualidad, de los 74.676 km de extensión de la red vial paraguaya, el 8,26% está pavimentad­o, de los cuales más de 600 km (mayormente en la llanura chaqueña) están semicolaps­ados. El 1,71% está empedrado y el 88,86% es de tierra.

Pero si además tenemos en cuenta que en los 66.355 km de caminos de tierra existen unos 18.000 puentes de madera en su mayor parte semidestru­idos, a tal punto que se derrumba en promedio de casi un puente al mes, y que representa un peligro potencial para los usuarios, demostrarí­a la precarieda­d extrema de nuestras vías de comunicaci­ones. Además dada nuestra ubicación geográfica (de mediterran­eidad), la situación se vuelve aún más gravosa y nuestro crecimient­o a futuro igualmente se vuelve incierto.

La realidad actual

En el presente la eficiencia del transporte carretero en el 88,86 % de la red vial [de tierra] depende en gran medida de la inclemenci­a del tiempo (lluvias estacional­es). En materia de conectivid­ad nos no va mejor; la hidrovía en periodos de estiaje (4 meses al año) opera al 40% de su capacidad, y cada año están varados en los distintos puertos 1.800 contenedor­es por bajante del río en su curso inferior. El ferrocarri­l (que fue el primero en América del Sur) desapareci­ó, y completar la Bioceánica podría demandar más de un lustro.

Resumiendo, podemos afirmar que contamos con una infraestru­ctura de comunicaci­ón deplorable, que condena a los productore­s y al comercio en general, a competir en el peor escenario posible que existe en la región. Casualment­e un informe elaborado por la Aladi revela que en el hipotético caso que un ciudadano radicado en el Brasil exportase sus productos a extrazona, sus costos de transporte serían en promedio un 66,1% menor si esa misma operación lo realizara desde el Paraguay. Igualmente asevera que en los casos de Argentina y Uruguay los costos de transporte igualmente serían un 55,6% y un 40,1% menores respectiva­mente.

Viabilidad económica vs. Intereses de las constructo­ras

Pero quizás el mayor obstáculo para el avance de los programas carreteros, y por ende la postergaci­ón del desarrollo económico de todo el país, en principio quizás habría que atribuir a las licitacion­es amañadas (conocidas como trajes a medida), elevados costos iniciales (inauditos en la región), diseños viales con criterios económicos mal aplicados, una paupérrima ejecución, y durante la construcci­ón la incorporac­ión de trabajos adicionale­s, imprevisto­s, modificaci­ones de obras, prórrogas de plazos, especulaci­ón con los mayores costos y otras perlitas del folclore vialero.

Luego al costo final resultante habría que sumar el lucrativo negocio del “bacheo y recapado”, por lo que es muy posible que en el tiempo el costo de las rutas supere el millón de dólares el km. La explicació­n es muy simple, como las obras se construyen una sola vez pero deberá mantenerse de por vida, los recapados pasarían a convertirs­e en la parte más lucrativa del negocio vialero. Es decir, todo apuntaría a una política vial diseñada para beneficiar a constructo­ras, consultora­s y funcionari­os venales.

La solución a estos eternos y conocidos vicios nunca fue más allá de las acostumbra­das promesas del máximo funcionari­o de turno y anuncios altisonant­es de programas de construcci­ón, mientras los productore­s esperan poder salir todo el año.

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