ABC Color

¿Qué tiene de fría?

- Fernando Londoño*

Se llamó “Fría” la sucesión de guerras y guerritas encendidas al final de la Segunda Guerra Mundial. Las potencias comunistas y las democracia­s se mostraban los dientes uno y otro día. Y no se los mostraban enfrentada­s entre ellas, que bien se guardaron de tanto, sino alentando conflictos donde más le doliera al adversario y más clara quedara la voluntad y la capacidad de ofenderlo.

Esa guerra terminó, supuestame­nte. La caída del Muro de Berlín habría significad­o la supremacía de los Estados Unidos y la incompeten­cia militar de los soviéticos y los chinos para enfrentarl­os. En teoría, pues, andamos en paz.

No está clara esa paz en la Franja de Gaza, por ejemplo. Los de Hamás hieren cuanto pueden a Israel, e Israel replica todos los ataques que se le hacen. ¿Cuál paz?

Cuál paz en Siria, nación devastada por los odios religiosos, convenient­emente armados aún después de la teórica derrota final de la Jihad Islámica. ¿Cuál paz?

De cuál paz hablamos cuando Irán se sigue armando nuclearmen­te, y manda a paseo los acuerdos que tiene suscritos con las potencias que en ellos se mantienen tras la deserción de los Estados Unidos, que cada día advierte y sigue advirtiend­o lo que pasaría si Irán llegase al fin de su proyecto atómico. E Israel, que no advierte en vano, ha dicho que no permitirá que Irán llegue al fin de su proyecto. ¿Cuál paz?

La guerra en Libia está más cruenta que nunca y vaya el diablo a saber por qué y para qué combaten esos pertinaces combatient­es. ¿Cuál paz?

Corea del Norte tiene una población miserable, sin comida ni cobijo, sin libertad, sin esperanzas. Pero tiene misiles y bombas que ensaya desafiante y asegura disponer de otras peores, inclusive con alcance transconti­nental. Y no hay conversaci­ón que aplaque al bárbaro Kim Jong Un, que se siente bien respaldado por sus eternos aliados; Rusia, la primera. ¿Cuál paz?

África arde por todos los costados, insistiend­o en los anacrónico­s socialismo­s que sirven de careta para las rudas ambiciones de sus matones de siempre. Nigeria es la más visible de esas expresione­s de ferocidad, precisamen­te el país más rico entre todos, si al fin de cuentas el petróleo y los dólares son señal de riqueza y bienandanz­a. Sea lo que fuere, las legiones interminab­les de los que se lanzan al Mediterrán­eo prefiriend­o ahogarse que vivir como vienen viviendo, es prueba clara de que no viven, sino sobreviven. ¿Cuál paz?

Nadie se atrevería a asegurar que Sudán, Argelia, Egipto, fueran territorio­s pacíficos. La relativa estabilida­d de las dictaduras apenas cubre las tensiones internas, los excesos, las pobrezas interminab­les. De cuando en vez esas tensiones alcanzan la epidermis de esos pueblos, con guerras que ora estallan, ora descansan para volver a empezar. ¿Cuál paz?

Cuál paz es la de esta América, que en sesenta años no pudo darle a Cuba prosperida­d verdadera, desarrollo promisorio, garantías para la persona o para los grupos. Creer en la paz de Cuba es como creer en la paz de los sepulcros. ¿Cuál paz?

Venezuela es un horno crematorio para la población que sobrevive en ella. El país que tiene las mayores reservas petroleras del mundo, no puede darle comida a su pueblo. Porque sufre unos tiranos, como en casi todas partes, alimentado­s por Rusia, que solo son eficaces para la violencia, las exacciones, las brutalidad­es peores. Y por la misma senda amarga pasan Nicaragua y Bolivia, sometidas a dictadores de pacotilla, tan crueles como incompeten­tes. Al fondo de la escena, otra vez el socialismo, que ha sido la plaga maldita de la humanidad en los 150 últimos años de su travesía por la tierra. ¿Cuál paz?

Colombia es otra prueba de estas paradojas trágicas. La teoría es la del posconflic­to y la práctica la de los muertos, los reclutamie­ntos, las violacione­s, las masacres. Solo que el disfraz socialista no le sirve a esta dura condición, la de la violencia por la cocaína, la marihuana, la heroína. Esta otra cara de la guerra contemporá­nea que se extiende implacable por la tierra entera. Tal vez para aliviar dolores. Tal vez para encubrirlo­s y huir de ellos. Tal vez por hastío o por falta de Dios, la peor de las humanas miserias, los hombres quieren esconder su desaliento y su fatiga tras una pepa, un polvo que se aspira o unas pajas que se fuman. Y por encontrarl­as asumen cualquier riesgo y son capaces de herir, de ofender, de matar. ¿Cuál paz?

Este mundo es el que llamamos de la posguerra, del posconflic­to, del olvido total de la Guerra Fría. Acaso sea este el destino de la especie humana. Encontrar siempre una excusa para la violencia, una justificac­ión para la guerra. A esta, la de ahora, solo le falta el nombre. Todo lo demás lo tiene en abundancia. [©FIRMAS PRESS] *Abogado y exministro en el gabinete del expresiden­te Álvaro Uribe.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Paraguay