La sencillez de dos grandes
Berta Rojas y Paquito D’Rivera relucieron su talento en la noche del martes, en el Gran Teatro del Banco Central del Paraguay. El dúo revivió su disco “Día y medio” y sorprendió con versiones sofisticadas de temas de nuestro folklore. Pero más allá del virtuosismo, se destacaron por una sencillez que los hace grandes.
Minutos después de las 20:30 y sin preámbulos, como un rayo de claridad Berta atravesó al público con “Un sueño en la floresta”. Con su toque limpio y cristalino, lleno de expresividad, inundó la sala, para luego decir que la noche sería una celebración a la amistad “tan hermosa” que le une con Paquito, con quien se embarcó hace años en un “proyecto loco” de seguir los pasos de Mangoré.
Para completar esta reunión que dieron por nombre “Techaga’u”, D’Rivera ingresó y trajo su alegría y espontaneidad contagiantes. Esas características, sumadas a la evidente felicidad y satisfacción de Berta, hicieron que estos dos grandes destaquen, además de su talento, por su sencillez.
El invitado fue recibido entre aplausos y gritos, de parte de un público que colmó todos los rincones del Gran Teatro del Banco Central del Paraguay.
Este primer segmento fue dedicado especialmente a Agustín Barrios y fue un despliegue de emociones. Desde la sublime “Choro da saudade”, pasando por la delicadeza de “Ca’azapa”, la picardía de “Maxixe”, hasta la conmovedora “Preludio en do menor”, donde el encuentro de clarinete y guitarra sedujo al público. Esta parte terminó con “Las abejas”, sazonada por el saxofón chispeante de Paquito, y la gente ovacionando.
Las obras de Mangoré en manos de Berta son cada vez algo único de presenciar, pues la artista siempre logra retratar nuevos paisajes gracias a su sustanciosa y grácil ejecución.
Por su parte, el cubano no dejó de mencionar a Mauricio “Pinchi” Cardozo Ocampo, quien hizo los arreglos de estas obras para el disco. “Meterse en la música de grandes artistas es algo tremendo”, señaló Paquito, mientras la gente regalaba aplausos al arreglador, que estaba en la platea.
Cómplice con el público, después D’Rivera quedó solo en el escenario para romper la formalidad con improvisaciones en un llamativo cruce entre “Salt peanuts”, de Dizzy Gillespie, y piezas de Mozart, dos de sus artistas “más admirados”. Así, juguetón y risueño, como un niño en su salsa, hizo también cantar al público.
Las cuerdas de Berta volvieron a unirse a los vientos del clarinete de Paquito para unas arrojadas versiones de “Recuerdo de Ypacaraí” y “Mis noches sin ti”, arregladas por Edín Solís. Fue interesante oír como las melodías cobraron un especial vuelo, dando rienda suelta a la improvisación de D’Rivera y teniendo a una Berta despojada de un carácter solemne e inmersa totalmente en un ingenioso trance en sintonía con su compañero.
En esta misma línea, sonaron después “Pájaro choguy” y “Galopera”, cuyas caras también fueron cambiadas por sofisticados arreglos de “Pinchi”, que le sacaban el jugo a toda la coloratura del saxofón de Paquito y a las cuerdas pulsadas tanto con fuerza como con finura por Berta.
Pero este camino sonoro que trazaron en esta parte tuvo su fin con la participación especial del arpista Juanjo Corbalán, quien imprimió su toque personal a una “Danza paraguaya” llena de una nueva vida. El cruce entre juventud, talento y experiencia, fue una alquimia poderosa que dio broche de oro a esta noche que elevó obras emblemáticas de Mangoré a un nivel de gran belleza.
Sin dudas fue una celebración a la amistad y a la música, pues el recorrido que llevó a Paquito y Berta tras las huellas de Mangoré, los encuentra hoy ya disfrutando de sus piezas. Ahora esperamos expectantes saber qué próxima sorpresa tiene Rojas bajo la manga.