Los paraguas de Hong Kong
Viviana Benítez Yambay
Los ciudadanos pro democracia de Hong Kong, en el Asia, llevan más de nueve semanas manifestándose en masa en defensa de sus libertades, para las que incluso exigen reformas de fondo, a fin de blindarla ante una República Popular de China (comunista) amenazante.
El detonante de las protestas fue la intención de aprobar una norma que permitía la extradición de hongkoneses hacia China continental, donde estarían sometidos al régimen autoritario, sin oportunidad de una verdadera justicia.
En todo este tiempo, han demostrado que sin el bien preciado de la libertad no existe desarrollo, un pueblo no crece, pero, fundamentalmente, no tiene futuro.
Hong Kong es una región semiautónoma de la opresora maquinaria comunista china; fue devuelta por el Reino Unido en 1997 al Gobierno de Pekín.
Casi como el Paraguay, tiene unos 7.000.000 de habitantes; y en la primera convocatoria a las protestas contra la ley de extradición salieron a las calles más de 1.000.000 de hongkoneses.
El acuerdo de devolución del territorio incluía el respeto a las libertades que gozaban bajo la administración británica, bajo el principio “un país dos sistemas”, en un proceso de transición que debe llegar hasta 2047.
Sin embargo, todo parece indicar que China prefiere apretar el acelerador e ir haciendo desaparecer el estatuto político y económico especial que rige en este importante centro financiero del gigante asiático.
Para China continental, esta ex colonia británica y la democrática Taiwán son “malos ejemplos” para los chinos de Pekín y otras regiones sometidas al régimen comunista.
Toda esta escalada de tensión tiene un antecedente: la “Revolución de los Paraguas” de 2014 (en la que ese cotidiano elemento, al ser usado como escudo contra los gases pimienta lanzados por la policía del régimen, se convirtió en símbolo de la lucha).
Querían elegir directamente a sus gobernantes y no que el régimen les impusiera una autoridad afín a los intereses del Partido Comunista de China (PCC).
Estos líderes fueron acusados de “incitación, conspiración y alteración del orden público”.
Su principal figura –Joshua Wong, que por entonces tenía unos 20 años– ingresa y sale de prisión con frecuencia, afrontando diferentes cargos. Él se ha convertido, según medios internacionales, en la “pesadilla de China”. Lucha con patriotismo buscando lo mejor para su generación, pensando en el futuro, no en mezquinos intereses sectarios.
Hubo otra protesta emblemática: Tiananmen. Muchos conocemos el final de esa parte de la historia, y si no, les dejo esa tarea.
El Partido Comunista de China es el que ejerce todo el poder. Es el que impone a los candidatos. Los chinos no votan, como vos o como yo, en sufragio universal libre.
De hecho, no existen otras formaciones políticas. Allí funciona a la perfección una alianza Estado-Partido, como lo prescriben los principios marxistas.
Como en Cuba, si quieren un ejemplo más cercano.
Hablemos claro. China deslumbra a países y empresarios del mundo con muchas promesas, con megaproyectos de infraestructura e inversiones, pero tras ellas existe un régimen que impone, que condiciona.
No es ningún secreto que la opacidad caracteriza al gobierno chino. Tienen un particular modelo autoritario y, a la vez, desde hace una década se muestra como la redentora de la economía mundial.
Los investigadores españoles Juan Pablo Cardenal y Heriberto Araújo –autores de “La silenciosa conquista china”– lo describen como “el primer prestamista del planeta”, y advierten que “no regala nada”.
Pese a toda la presión autoritaria, los hongkoneses están decididos a jugárselo todo por sus libertades, con una convicción que bien puede servirnos de ejemplo.
Y, nosotros, con plena libertad, ¿qué tan dispuestos estamos los paraguayos a defender nuestras propias convicciones: nuestra soberanía; nuestra institucionalidad; Itaipú, nuestra mayor riqueza?