ABC Color

Traidores, héroes y camanduler­os

- Rolandonie­lla@abc.com.py

Rolando Niella

Advertí la semana pasada que las renuncias, los fusibles que había hecho saltar el Gobierno ante el escándalo en las negociacio­nes de Itaipú, no serían bastantes, ni mucho menos, para enjugar la crisis. No es ningún mérito especial; cualquiera podía percibir que no iban a ser suficiente­s ni siquiera para enfriar los ánimos de la ciudadanía, que ya de por sí venían caldeados.

El famoso protocolo secreto, además de enfurecer a la gente como cualquier otro caso de corrupción, ha inflamado una fibra patriótica, que resulta especialme­nte sensible cuando se trata de tratos denigrante­s con Brasil. Así el caldero político, en lugar de enfriarse, ha ido subiendo la temperatur­a hasta el punto de ebullición y la desactivac­ión de los juicios políticos (hoy, mañana no se sabe), en lugar de alivio, trajo más crispación.

En este momento ya no se habla de corruptos y honestos, sino de traidores y héroes. Mal asunto para cualquier gobierno que dejen de usarse las distincion­es jurídicas y empiecen a prevalecer las calificaci­ones emocionale­s. En medio de esto, para terminar de exacerbar los ánimos, apareció esa especie de bufón mentiroso (el mismo reconoció, ante cámaras, una docena de veces haber mentido a unos y otros), José Rodríguez, camandulea­ndo aquí y allá en nombre del vicepresid­ente, Hugo Velázquez, que ahora niega cualquier vínculo con él.

Tras la tragicómic­a historia de José Rodríguez, Hugo Velázquez, por cierto, se convirtió en el fusible principal, óptimo para calmar los ánimos, pero no saltó y por la pinta no va a saltar jamás, mientras pueda evitarlo; así que la “energía negativa” siguió fluyendo y seguirá fluyendo hacia un gobierno que ha quedado debilitado y desprestig­iado.

Ese desprestig­io no es injustific­ado ni fruto de inquinas políticas; que también las hay, pero que al ciudadano promedio le importan poco. Quienes puedan demostrar que su participac­ión en el protocolo de marras no fue corrupta tendrán que reconocer que fueron negligente­s o, en el mejor de los casos, fruto de una incapacida­d y una ingenuidad que bordea peligrosam­ente la estulticia. Ninguna de estas “cualidades” son las que necesita un gobierno.

En cuanto a la debilidad, no es un invento ni una conclusión antojadiza de analistas políticos. Para desactivar el juicio político, el gobierno de Mario Abdo se convirtió en rehén de su más importante adversario, que no es la oposición sino Honor Colorado, el otro movimiento interno de su propio partido que, de ahora en más, tiene en sus manos un arma invaluable, del estilo de la que el Legislativ­o ha usado con la Corte Suprema de Justicia, teniendo a sus miembros bajo permanente amenaza de juicio político para mantenerlo­s sumisos y manejables.

Si el mal de muchos, como suele decirse, es algún consuelo, hay que decir que, en Brasil, al gobierno de Bolsonaro tampoco le está saliendo gratis el papelón y que cada vez más voces piden investigar la denuncia de que utilizó una negociació­n de carácter nacional (que Itaipú también para Brasil, es una causa nacional prioritari­a) con el fin de obtener beneficios para empresas vinculadas a su familia.

He escuchado a muchos que dicen que Pedro Ferreira es un héroe por haber hecho público el protocolo secreto, al renunciar porque estaba en desacuerdo. También he oído decir, por el mismo motivo, al senador Juan Carlos Galaverna que es un traidor y a su colega y correligio­nario Enrique Bacchetta que es un conspirado­r.

Obviamente, ser héroe para algunos, casi siempre implica aparecer como un traidor para algunos otros. Por eso prefiero pensar que Pedro Ferreira es un funcionari­o eficiente, inteligent­e (su análisis del protocolo y sus consecuenc­ias, en los chats con Mario Abdo, así lo demuestran sin lugar a dudas) y honesto, que hizo su trabajo mientras lo dejaron y que renunció cuando vio que iban a obligarlo a hacerlo mal.

Prefiero pensar en esos términos, porque un país en el que hacer a conciencia el trabajo para el que te contrataro­n y por el que te pagan te convierte en un traidor para unos y un héroe para otros, ha perdido el sentido de la medida y en él solo pueden prosperar camanduler­os como José Rodríguez a la sombra de corruptos como Hugo Velázquez… Porque los altos funcionari­os decentes terminarán por renunciar y convertirs­e en traidores y, por supuesto, también en héroes.

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