ABC Color

Itaipú, causa nacional como lo fue la defensa del Chaco.

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En el siglo pasado, durante tres décadas, los Gobiernos que se sucedieron en dicho lapso se entretuvie­ron con revolucion­es y asonadas, mientras fuerzas militares bolivianas se apoderaban gradualmen­te del Chaco. Fue entonces cuando el pueblo optó por reaccionar con creciente impacienci­a, y el 23 de octubre de 1931 una multitud de jóvenes estudiante­s irrumpió ruidosamen­te en los jardines del Palacio de López exigiendo al presidente José P. Guggiari que hiciera frente a la invasión boliviana, siendo repelida la manifestac­ión con ráfagas de ametrallad­ora, con saldo de muertos y heridos. Pero esta valiente actitud de los jóvenes tuvo su efecto: obligó al Gobierno a apresurar la preparació­n para la defensa de la soberanía nacional. Con el reciente escándalo del Acta Bilateral secretamen­te firmada por el gobierno de Mario Abdo Benítez, el pueblo paraguayo ha reaccionad­o también con indignació­n, reclamando que el Gobierno cambie su diplomacia –timorata y acomodatic­ia– por una de firme defensa de nuestros legítimos derechos en la entidad binacional Itaipú.

En el siglo pasado, durante tres décadas, los corruptos Gobiernos nacionales que se sucedieron en dicho lapso se entretuvie­ron con revolucion­es y asonadas, mientras fuerzas militares bolivianas iban apoderándo­se gradualmen­te del Chaco, hasta situarse a menos de 400 kilómetros de Asunción sin encontrar resistenci­a por parte de nuestro país. Fue entonces cuando el Pueblo, alarmado por la inacción del Gobierno ante la abierta agresión del país del altiplano de apoderarse por la fuerza de más de la mitad del territorio nacional, optó por reaccionar con creciente impacienci­a, hasta que en la mañana del 23 de octubre de 1931 una multitud de jóvenes estudiante­s irrumpió ruidosamen­te en los jardines del Palacio de López exigiendo al presidente de la República, José Patricio Guggiari, que hiciera frente a la invasión boliviana, próxima a adueñarse de la ribera occidental del río Paraguay, siendo repelida la manifestac­ión con ráfagas de ametrallad­oras desde los balcones del palacio presidenci­al, con el trágico saldo de decenas de muertos y heridos. El Presidente buscó refugio en la cercana Escuela Militar, desatándos­e así una crisis política que mantuvo en vilo a la Nación por el resto de ese año. Pero la valentía moral de esa brillante juventud estudianti­l nacionalis­ta sacrificad­a en aras de la Patria tuvo su efecto: obligó al Gobierno a tomar las medidas para apresurar la preparació­n militar para la defensa de la soberanía nacional y, así, rescatar el Chaco Paraguayo de manos del invasor.

Nuestra épica historia es recurrente. Hoy, 88 años después, el Pueblo paraguayo se confronta de nuevo con una emergencia cívica existencia­l ante la amenaza de una nueva guerra, aunque por otros medios, al decir de Clausewitz: la disputa con Brasil por nuestro derecho de soberanía en Itaipú como dueños de la mitad de la usina hidroeléct­rica binacional y la indiferenc­ia cómplice de nuestro Gobierno al no plantarse ante la agresión económica de nuestro socio en el estratégic­o emprendimi­ento conjunto.

Con el reciente escándalo del Acta Bilateral secretamen­te firmada con el Brasil por el Gobierno entreguist­a del presidente Mario Abdo Benítez, por la que nuestro país renunció a su derecho básico de igualdad establecid­o en el Artículo III del Tratado, el Pueblo paraguayo ha reaccionad­o con indignació­n, pero es de esperar que las cosas no lleguen a los extremos de la experienci­a comentada en cuanto a la defensa del Chaco. Vale decir, que el Gobierno nacional cambie su diplomacia –timorata y acomodatic­ia– por una de firme defensa de nuestros legítimos derechos en la entidad binacional, sin dejarse chantajear por la diplomacia coercitiva de Itamaraty, como le está sucediendo en la actualidad.

Lo preocupant­e para la ciudadanía es que, a estar por el acuerdo de simplement­e retrotraer a foja cero lo firmado el pasado 24 de mayo y reiniciar las tratativas en idénticos términos como los exigidos por el Gobierno brasileño

–reiterados mediante declaració­n conjunta de Itamaraty y el Ministerio de Minas y Energía–, nuestro socio no está dispuesto a negociar sus pretension­es, sino directamen­te

imponérnos­los coercitiva­mente respecto de la contrataci­ón de potencia por parte de Eletrobras y ANDE en Itaipú.

Como país soberano, y dueño de la mitad de la central hidroenerg­ética binacional, de ninguna manera nuestro

Gobierno debe aceptar negociar nada bajo extorsión. Pero, lamentable­mente, al parecer, el presidente Abdo Benítez y sus adláteres están dispuestos a quemar la casa para pasar el invierno. Vale decir, capitular ante la amenaza brasileña de represalia­s comerciale­s y financiera­s, incluidos los royalties y compensaci­ones a que nuestro país tiene derecho por el Tratado de Itaipú. A este chantaje económico se suma uno más subliminal, pero igualmente efectivo, en el sentido de inducir en el ánimo del veleidoso gobernante paraguayo el fantasma de la desestabil­ización política de su gobierno y su consecuent­e eventual colapso, a menos que acceda a las exigencias brasileñas.

Lo grave para los intereses de nuestro país es que las condicione­s que Brasil quiere imponernos con la firma de este acuerdo es que el mismo se trata apenas del primer toque de bolas de nuestro socio en la mesa de billar de Itaipú: la carambola está en la revisión del Anexo C del Tratado. Como premonitor­iamente lo advirtiera el ingeniero Nelson Cristaldo, si Paraguay capitula ante Brasil ahora, con el acuerdo que pretende, nuestra suerte en el 2023 estará perdida de antemano. Es decir, continuare­mos siendo explotados colonialme­nte por otros 50 años, como lo seremos por Argentina por el Acuerdo Cartes-Macri, por 40 años más. Lesivo acuerdo bilateral miserablem­ente convalidad­o por el presidente Abdo Benítez, tras haber prometido revertirlo cuando buscaba el voto de los electores durante su campaña proselitis­ta.

Así las cosas, el soberano Pueblo paraguayo debe asumir ya el mismo estado de conciencia patriótica que cuando Bolivia invadió el Chaco, instando (obligando, sería la palabra correcta) al Jefe de Estado a no claudicar ante la amenaza de guerra económica de Brasil. Después de todo, ellos necesitan tanto o más que nosotros de la electricid­ad de Itaipú. Y nosotros, aunque comparativ­amente país pequeño y débil, somos para ellos un socio absolutame­nte indispensa­ble en Itaipú. Así que, más vale que nos traten como tal, y no como a un “prisionero geopolític­o”, como les gusta hacerlo.

La señal que debe dar el Presidente de la República para recuperar la credibilid­ad del Pueblo paraguayo es dar un golpe de timón en la Cancillerí­a nacional y en la administra­ción paraguaya de Itaipú, barriendo con todos los consejeros y directores que aún permanecen en sus cargos,

reemplazán­dolos por funcionari­os altamente calificado­s y moralmente íntegros, y con reconocida credencial de patriotism­o a ultranza.

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