ABC Color

Vaikuépe y sentado en un sombrío pabellón

- Mcaceres@abc.com.py

Marcos Cáceres Amarilla

Luego de la concentrac­ión colorada del pasado martes en una plaza céntrica de Asunción, motivada por un poco consistent­e respaldo al presidente Mario Abdo Benítez, con resabios de símbolos estronista­s, le preguntaba a un senador oficialist­a cómo seguirá la cuestión ahora: “Ha rohóta vaikuépe” (Iremos a los tumbos) fue la respuesta.

La duda es hasta dónde y hasta cuándo se puede ir de esa manera.

Entramos en un estadio de incertidum­bre política en el que todas las alternativ­as que se pueden imaginar parecen malas o demasiado riesgosas o impredecib­les.

La administra­ción de Abdo Benítez decidió, en apariencia, atar su suerte a una supuesta unidad de su sector interno “Colorado Añetete” con el de Honor Colorado, liderado por el expresiden­te Horacio Cartes, con el que hasta ahora mantenía un ostensible y ostentado distanciam­iento.

La mentada unidad partidaria no está aún dada. Hasta ahora, los actos de “apoyo espontáneo” a Marito, como el de la Junta de Gobierno y el de la Plaza de la Democracia, los organizaro­n solo dirigentes de Colorado Añetete, sin presencia de los cartistas

En la práctica, esa unidad partidaria será difícil de consolidar porque significa, principalm­ente, quitarle cargos públicos a sus adherentes para dárselos a los cartistas.

Implementa­rla decididame­nte motivará disgustos de los “caciques” de Añetete que sean afectados, con lo cual se estará en la misma situación o peor.

Además, si Abdo Benítez reparte cargos a sus correligio­narios de Honor Colorado confirmará lo que todos piensan: que la “unidad” no es más que una cuestión de chantaje puro y duro al que él no tiene más remedio que acceder.

Lo cual, de paso, irá en detrimento de la ya golpeada imagen presidenci­al ante la ciudadanía.

La impresión superficia­l que tiene la mayoría de la gente sobre la situación en la que estamos es que el Mandatario está a expensas del humor del expresiden­te Horacio Cartes porque este lo salvó de ser destituido en el juicio político, lo cual es parcialmen­te cierto.

Solamente en la Cámara de Diputados, el cartismo tiene votos que unidos a los de los diputados de Añetete alcanzan para evitar el juicio político al Presidente.

Sin embargo, la semana pasada, en momentos en que ese juicio era inminente, el dique lo pusieron en el Senado las bancadas pequeñas (PQ, PDP, Hagamos) al anunciar que no respaldarí­an la destitució­n de Abdo Benítez.

En ese ínterin, Cartes también recibió algunos consejos de “amigos” como Jair Bolsonaro, presidente de Brasil, del embajador norteameri­cano Lee McClenny y del todavía presidente argentino Mauricio Macri sobre lo que no le convenía hacer.

Sería desacertad­o decir que en la actitud del exmandatar­io hubo algún componente de desprendim­iento, de lealtad o de amor al partido y a la Patria.

A Cartes le conviene esta impresión de que ahora es el árbitro de la política paraguaya y el que tiene en sus manos la suerte del Gobierno, aunque en realidad es consciente también de que no le conviene dar pasos en falso. Por ejemplo, no le conviene asumir una banca en el Senado en estas circunstan­cias, porque se expondría a pecho gentil y las consecuenc­ias son impredecib­les.

Abdo Benítez está como un reo en el corredor de la muerte, a la espera de un improbable indulto. Quienes le dieron tiempo, sin precisar hasta cuándo, esperan de él que asuma el liderazgo, que muestre fortaleza, que tome medidas drásticas y que no exhiba dudas ni debilidad.

Todas cosas que en un año no ha demostrado que pueda hacer y que, tal vez, no es imposible, pero si improbable.

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