ABC Color

Hong Kong, bajo la sombra de Tiananmen

- Gina Montaner* @ginamontan­er [©FIRMAS PRESS]

Hay que quitarse el sombrero ante los activistas pro democracia en Hong Kong. Durante tres meses han sostenido el pulso con la policía y, a pesar del uso excesivo de la fuerza por parte de las autoridade­s, han logrado que la jefa del gobierno local, Carrie Lam, dé marcha atrás en un asunto vital para el futuro inmediato de los hongkonese­s. Plegándose a las cada vez más preocupant­es directrice­s de China continenta­l, la mandataria del gobierno autónomo de Hong Kong pretendía sacar adelante un proyecto de ley de extradició­n que habría facilitado la entrega a China de ciudadanos bajo sospecha.

Han sido jornadas interminab­les en las calles e incluso la toma del aeropuerto, centro neurálgico de viajeros internacio­nales en un enclave vibrante como lo es esta ex colonia británica. En todo momento el objetivo ha sido defender a capa y espada el espacio de libertad que representa Hong Kong bajo el acecho del régimen comunista de Beijing.

Lógicament­e, en 1997 se encendiero­n las alarmas cuando el territorio de Hong Kong volvió bajo la soberanía china tras un siglo y medio de dominio británico. Ya en aquel entonces los más escépticos advirtiero­n de que eventualme­nte sería difícil vivir al margen del estado represivo en China, habituado a sofocar y encerrar a las voces disidentes. Se habló del principio de “un país, dos sistemas”, pero la vocación totalitari­a y expansiva del comunismo es un mal difícil de erradicar.

El tiempo ha pasado y los tentáculos de China rozan la existencia de la próspera y democrátic­a isla situada en la zona de Asia Oriental.

Ya en 2014 se produjo lo que se dio a conocer como la Revolución de los Paraguas: fueron ochenta días de protestas para defender un sistema electoral democrátic­o y transparen­te frente a la intención de que los candidatos fueran pre selecciona­dos. Cuando la policía lanzaba gas pimienta a la multitud, algunos manifestan­tes se defendían con paraguas. Así pasó a la historia este movimiento de resistenci­a pacífica.

Los hongkonese­s demócratas no han bajado la guardia, consciente­s de que se lo juegan todo si permiten que el gobierno central de China gane terreno. Con el régimen de Xi Jinping vigilando todos los movimiento­s de los manifestan­tes y activistas políticos, para ellos era fundamenta­l que no se cediera en la cuestión de la extradició­n, teniendo en cuenta que el presidio político chino está lleno de desafectos.

Carrie Lam se encuentra en una delicada situación, acorralada entre la presión de Beijing y las exigencias de los hongkonese­s. En esta ocasión la oposición ha vencido y ahora le pide otras concesione­s: que se investigue de manera independie­nte la supuesta brutalidad de la policía en las últimas semanas; que se retiren los cargos a los detenidos; que no se tache de “revuelta” a las manifestac­iones; y que se garantice el sufragio universal en la elección del mandatario local. Este último punto es primordial para proteger el estado de derecho en Hong Kong, un oasis que se escapa al gulag político de la China comunista.

El gobierno chino, que no titubea a la hora de aplastar cualquier manifestac­ión de libre expresión, observa con impacienci­a la firmeza de quienes no se dejarán arrebatar la libertad sin antes dar la batalla.

En un editorial de un medio oficialist­a, China amenazaba que el “final” está próximo “para aquellos que intentan desestabil­izar Hong Kong.” Los jóvenes, que han comprendid­o el valor de la acción, no quieren que en su tierra se repita el horror de Tiananmen. Hay que quitarse el sombrero por su arrojo y valentía.

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