Que a Stroessner le gustaban las criaturas no es ninguna leyenda. Por fin hay gente que está empezando a testimoniar en la fiscalía. Se abrió una causa. Ya hay documentos.
Agrupación. Hay otros sitios a cavar como el edificio donde viven los presos, el edificio que se construyó para los oficiales que se usa como cárcel. Hay otras construcciones que podrían tapar algunas fosas según los testimonios que tengo. Antes de entrar a trabajar junté 34 testimonios de ex militares y policías que cumplieron funciones durante la dictadura en ese lugar. Para investigar hay mucho.
–¿Hay voluntad en ese sentido o la gente ya prefiere olvidar el pasado? Pasaron 30 años...
–Hay de las dos cosas. Hay gente que no sabe que tiene esa posibilidad de aportar una gotita de sangre para comparar con los esqueletos que vamos recuperando, que ya son 37 en total. Hay otra gente que prefiere olvidar. El dolor de la desaparición de un ser querido hace que uno viva en una angustia eterna. El dolor está presente en todos los momentos: en las fiestas, en las reuniones familiares. Yo mismo experimento eso como hijo de desaparecido.
–Su padre fue Agustín Goiburú, el médico. ¿Cómo desapareció?
–A él lo secuestraron de Paraná, Entre Ríos (Argentina), en 1977. Fue una de las víctimas del Plan Cóndor. En la Corte Interamericana están todos los documentos que avalan una condena al Paraguay (2006) a seguir buscando los restos de mi padre y consecuentemente de todos los desaparecidos. Hace 42 años que desapareció y lo sigo buscando como a tantos otros compatriotas.
–¿Qué le dicen que pasó con él?
–Stroessner dio la orden de asesinarlo después de haberle interrogado en su oficina del Estado Mayor, allí sobre Mariscal López y General Santos. Allí lo tenían encerrado en una celda-habitación. Un general que sobrevive y al que le prometí confidencialidad fue testigo y me contó que Stroessner ordenó su asesinato. “Así hay que actuar con el enemigo“, les decía a sus subalternos.
–¿Qué era él, comunista?
–Nosotros somos de familia colorada, de la A a la Z. Yo soy nieto del general Rogelio Benítez y nieto del teniente primero Agustín Goiburú López, héroe del Acá Carayá que murió en la Guerra del Chaco. Papá era médico, subcomisario de la Policía
–Y ¿usted recibe colaboración de las autoridades o es una formalidad?
–Yo vivo de mi sueldo de cinco millones más gastos de representación. Este año todavía no me pagaron los viáticos. Viajo con mi vehículo particular, pago comida, alojamiento, combustible pero lo que hago, lo hago con cariño y amor a la Patria.
–¿Qué significado tiene este hallazgo en Ciudad del Este?
–Vamos a estudiarlos. A mí me fortalece cada vez que encontramos restos de nuestros compatriotas desaparecidos en la esperanza de identificarlos y sobre todo que se castigue a los responsables de esos crímenes. Estamos siendo fiscalizados en forma permanente por el Equipo Argentino de Antropología Forense. Y además hacemos periódicamente cursos de antropología en otros países.
–¿Hay todavía acusados que pueden ser juzgados o ya murieron todos?
–Hay todavía gente que estuvo vinculada y comprometida, con responsabilidad directa en esos hechos. Con esos cuatro cuerpos plenamente identificados, los fiscales y jueces de la jurisdicción tienen que pedir la lista de los militares y policías que cumplieron funciones en esos lugares, verificar quién está vivo o muerto, y si están vivos procesarlos más allá de la edad que tengan. Se los tiene que sentar en el banquillo de los acusados y responder por lo que hicieron.
–En cuanto a esas mujeres que dieron testimonio de violaciones, usted dice que hay dos.
–Hay unas cuantas. Hay dos que dieron su testimonio. Hay una que escribió un libro inclusive. Se llama “Una rosa y mil soldados”. Se llama Julia Osorio Gamecho. Mire: el terrorismo de Estado no tiene que ver con ideologías. Yo soy colorado pero no milito políticamente. No puedo militar orgánicamente en un partido. No me puedo candidatar a nada porque mi servicio es trabajar por la memoria. El campo de los derechos humanos no tiene color ideológico. No tiene partido. Pero eso sí, se requiere de un presupuesto estable que no tenemos. En este momento tengo 12 lugares para ir a excavar como resultado de una larga investigación. No me voy porque no tengo el recurso.