Ecuación social
El Paraguay tiene un solo grave problema a resolver si quiere superar este estado de miseria económica, educativa y moral en el que estamos empantanados, agravado por la inseguridad rampante que nos tiene en jaque todos los días. Tenemos –nada más y nada menos– que resolver la ecuación que nos permita deshacernos de los ladrones de guantes blancos metidos en las estructuras de poder del Estado.
Pillos y trapalones-como diría una persona-que tienen copadas las instituciones de nuestra República, en casi todos los niveles. Desde un pichirulo de juzgado o fiscalía que coimea para que un expediente “camine” o se “tranque” hasta los niveles más encumbrados de la politiquería criolla.
La muerte de un policía, el comisario Félix Ferrari Yudis, durante una operación de fuga de un jefe narco nos demuestra hasta qué punto el crimen inficiona las estructuras de los organismos del Estado, y que la corrupción mata. Antes que el proyectil que acabó con la vida de este compatriota, le mató la corrupción que rodea todo el sistema, y que opera con total impunidad por la desidia existente en las instituciones.
La corrupción se convirtió en un monstruo de siete cabezas, que roba, mata, y se engulle esperanzas y sueños. Para coronar esta tragedia nacional, los corruptos tienen garantizada la impunidad que les ofrece una estructura de complicidad en las instituciones.
Como correlato, nuestra cobardía ciudadana nos mantiene inmóviles, incapacitados de reaccionar. Mascullamos el amargo sabor de la derrota como pueblo, incapaces de escupir esa rabia contenida a la cara de los bandidos.
Necesitamos asumir la convicción de que en nuestras manos está el cambio, que podemos y debemos limpiar el pus sanguinolenta de las estructuras del Estado infectadas de corrupción y que causa dolor a los ciudadanos de bien.
Resolver ese problema implica educación, participación, movilización. Involucrarnos, aprender a elegir a la mejor gente, y desechar a la cuneta de la historia a los sabandijas metidos a políticos.