ABC Color

Maduro se va a la guerra

- Danilo Arbilla daf@adinet.com.uy

Era lo previsto. Maduro se apronta para la guerra. Está en el manual. Orwell escenifica­ba bien esa necesidad de los totalitari­smos y las tiranías de mantener una guerra permanente con potencias extranjera­s para mejor oprimir al pueblo.

Como respuesta al nuevo informe Bachelet –lapidario–, Maduro, además de insultar y proferir ordinariec­es contra la expresiden­ta socialista chilena, movilizó tropas.

Hay que desplegar misiles en la frontera, trasladar tanques y decenas de miles de soldados –además de las fuerzas disidentes de las FARC, las bandas armadas del narcotráfi­co y los guerriller­os del ELN colombiano– porque el cuento de la amenaza de la invasión yanqui y de los atentados contra el presidente que data de la época del Comandante­s Chávez ya no cuela. Hay que subir la apuesta. Es que el Informe Bachelet, como se dijo, es lapidario. Hay que acercarse más a la guerra. Es una nueva payasada, pero no deja de ser peligrosa.

En esa guerra de Maduro, ahora contra Colombia, con Venezuela se alinea la izquierda y el progresism­o socialista y populista regional, también el de allende los océanos, y hasta cuenta con su toque sagrado y divino, representa­do por el Vaticano. Con Colombia, en tanto, están Trump y Bolsonaro, los imperialis­tas, fascistas, derechista­s, ultraderec­histas, oligarcas, además de la casi la totalidad de los países democrátic­os y libres del planeta. Del lado del chavismo está la izquierda –los izquierdis­tas y progresist­as– representa­da y bendecida por Cuba, Nicaragua, el gobernante Frente Amplio uruguayo, las FARC, el ELN, el narcotráfi­co, Irán, Siria, Rusia, China (y no demasiado, y solo por cuestiones financiera­s), Podemos, y algunos socialista­s españoles que no saben dónde están parados, Rodríguez Zapatero, Tabaré Vázquez, Mujica, el pequeño Macron, por cuestiones de oportunida­d, y el papa Francisco. El inefable Jorge Bergoglio que siente que “es un honor que los estadounid­enses” lo ataquen.

¿Y que los chavistas y Hebe de Bonafini lo abracen, qué le genera?

Es que el Pontífice tiene esas cosas, condena la corrupción en Madagascar y apoya a los Kirchner y a su nuevo candidato Alberto Fernández. Esas cosas de la Iglesia por las cuales 70 u 80 años después –y hasta 400 como el caso de Galileo, o mucho menos como con la pederastía– se arrepiente y pide perdón.

Está claro que los que están de este lado, junto a Maduro, constituye­n la izquierda. Enfrente están los malos, sean los que sean; son los malos y cualquier epíteto, calificati­vo e insulto cabe. Está dentro de lo políticame­nte correcto.

Y a todo esto, ¿qué dice el Informe Bachelet? Que “su oficina documentó casos de tortura y malos tratos, tanto físicos como psicológic­os, de personas arbitraria­mente privadas de su libertad, en particular de militares”. Ratifica que en Venezuela siguen las ejecucione­s extrajudic­iales y las torturas a opositores, y el régimen de Nicolás Maduro continúa violando los derechos humanos.

¡Cómo no se va a enojar Maduro! De seguro que además de declararle la guerra a Colombia procederá a nuevas detencione­s, más torturas y ejecucione­s.

¿Y qué va a hacer la ONU? No esperemos que mucho, aunque ya es hora de que se ocupe en serio del asunto. Después no vale arrepentir­se, como la Iglesia.

Dice también la Comisionad­o para los DDHH de la ONU que “la situación de derechos humanos sigue afectando a millones de personas en Venezuela y con claros impactos desestabil­izadores en la región”. Añade que 4,3 millones de refugiados y migrantes ya han salido del país, la mayoría desde fines del 2015 (700.000 personas más que la población entera de Uruguay, por ejemplo).

No es tontería. No hay que confiar mucho en la ONU, empero. Pero quizá sí en lo que pueda hacerse en la OEA y a través del Tratado Interameri­cano de Asistencia Recíproca (TIAR). Este tratado entra en escena y se aplica cuando “la soberanía de un país ha sido afectada de alguna manera o la paz del continente está en peligro”.

Y, tal como lo establece el Informe Bachelet, la cuestión venezolana tiene “claros impactos desestabil­izadores en la región”. Esto se ve cada vez más; sería un crimen mayor dejar que se agrave y no buscar una solución, la que como todo el mundo sabe pasa por el fin del régimen chavista y el llamado urgente a elecciones.

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