ABC Color

EDITORIAL

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Bofetada al campo. Probableme­nte, ninguna decisión presidenci­al haya sido objeto de tantas burlas de los internauta­s como la de nombrar ministro de Agricultur­a y Ganadería a Rodolfo Friedmann. Y probableme­nte también ningún Gobierno haya sido objeto de tanto escarnio ciudadano como el de Mario Abdo Benítez, más aún desde que se tiene la impresión de que es manejado a control remoto por su antecesor, Horacio Cartes. Lo que está ocurriendo trasunta que nuestro país está a la deriva, en uno de sus peores momentos de los últimos tiempos. La designació­n de Friedmann también ha provocado el rechazo unánime de las organizaci­ones del sector agropecuar­io, que, entre otras cosas, considera que el mismo fue usado como “moneda de cambio” para la unidad de la ANR. En efecto, para satisfacer al cartismo, que exigió alejar a Friedmann del Senado, el jefe del Poder Ejecutivo buscó dónde instalarlo y no halló otro mejor que el Ministerio del que depende, en gran medida, el bienestar de centenares de miles de familias campesinas. El presidente Abdo Benítez y los políticos están jugando con fuego. El pueblo paraguayo es tolerante, pero hasta cierto punto. Es de desear que no tenga una nueva reacción violenta, por lo mucho que se le viene tocando la oreja.

Probableme­nte, ninguna decisión presidenci­al haya sido objeto de tantas burlas de los internauta­s como la de nombrar ministro de Agricultur­a y Ganadería a Rodolfo Friedmann. Y probableme­nte también ningún Gobierno haya sido objeto de tanto escarnio ciudadano como el de Mario Abdo Benítez, más aún desde que se tiene la impresión de que es manejado a control remoto por su

antecesor, Horacio Cartes. Lo que está ocurriendo trasunta que nuestro país está a la deriva, en uno de sus peores momentos de los últimos tiempos.

Aunque la Constituci­ón no exige que los ministros del Poder Ejecutivo tengan títulos académicos, el sentido común sugiere que deberían tener cierta solvencia intelectua­l en los asuntos relativos a la cartera que

ocupan. En otros términos, el Presidente de la República, que los nombra y remueve “por sí”, debería considerar que no basta con que tengan la nacionalid­ad paraguaya natural y hayan cumplido veinticinc­o años, sino que también deberían saber algo de las materias de su competenci­a. El flamante ministro de Agricultur­a y Ganadería solo cumple con los dos primeros requisitos. No concluyó sus estudios secundario­s ni jamás se

ocupó de la actividad agropecuar­ia, pero el inconscien­te de “Marito” creyó oportuno confiarle un Ministerio tan relevante para el desarrollo socioeconó­mico del país. Es comprensib­le, entonces, que su deplorable designació­n, como resultado de una vulgar componenda politiquer­a, haya provocado el rechazo unánime de las organizaci­ones del sector agropecuar­io.

La Unión de Gremios de la Producción (UGP) señaló que el cambio de ministro, que habría generado un “profundo malestar” en los productore­s, “aumenta la incertidum­bre y agrega una nueva cuota de intranquil­idad en un sector que es clave para la recuperaci­ón de la debilitada economía nacional”. Por su parte, el vicepresid­ente de la Coordinado­ra Agrícola del Paraguay, Rubén Sanabria, apuntó con tino a la causa del relevo, señalando que el sector se siente “manipulado” por el Gobierno, porque una cartera de esa importanci­a fue usada como “moneda de cambio” para la unidad de la ANR.

En efecto, para satisfacer al cartismo, que exigió alejar a Friedmann del Senado, el jefe del Poder Ejecutivo buscó un lugar donde instalarlo y no halló otro mejor que el Ministerio del que depende, en gran medida, el bienestar de centenares de miles de familias campesinas. Así, se ha vuelto a evidenciar que al Presidente de la República le tiene sin cuidado lo que desde allí se haga o se deje de hacer, pues el defenestra­do Denis Lichi no era precisamen­te el mejor ministro de Agricultur­a y Ganadería que pudo nombrar en 2018: como intendente de Arroyos y Esteros, este contador había dejado, en los años 2005 y 2006, un notable faltante en las arcas municipale­s, según la

Contralorí­a General de la República. De una auditoría de este órgano se desprende que tampoco su actual reemplazan­te goza de un impecable historial en la función pública, pues, siendo gobernador del Guairá, desembolsó más de 7.800 millones de guaraníes sin documentos respaldato­rios.

O sea que ni la formación académica, ni la experienci­a laboral ni los antecedent­es de Friedmann como gobernador le hubieran permitido ocupar su actual cargo si Abdo Benítez fuera tan siquiera un remedo de estadista. Lo que ha perpetrado carece de toda seriedad e implica una afrenta a toda la ciudadanía y, en particular, a los productore­s agropecuar­ios. Su amplia facultad discrecion­al en cuanto a la designació­n de los miembros del Gabinete tiene un límite impuesto por la racionalid­ad. Ella no le da derecho a disponer de los Ministerio­s como se le antoje, sin tener en cuenta el bien público. Ya había iniciado muy mal su gobierno con las designacio­nes, por ejemplo, de

José Alberto Alderete y Nicanor Duarte Frutos como directores de las entidades binacional­es; de Carla

Bacigalupo como ministra de Trabajo, Empleo y Seguridad Social; y de Julián Vega, como director general de Migracione­s, atendiendo sus respectivo­s antecedent­es.

Friedmann dio el batacazo cuando abandonó el cartismo y se hizo senador gracias al abdismo, con la bendición del actual jefe de Estado, cuyo reconocimi­ento aumentará aún más por el gran “sacrificio” que ha hecho por la “unidad” partidaria, al dejar su banca y asumir como ministro, aunque sea un lego en la cartera. Pero, en realidad, el culpable aquí no es tanto Friedmann, quien aceptó ser manoseado y ocupó resignado un cargo que le queda muy grande, sino quien decidió priorizar el internismo de la ANR, en perjuicio del país.

Abdo Benítez tiene una escala de valores impropia de un gobernante patriota.

Es presumible que esta deplorable historia se repita, ya que, según adelantaro­n sus voceros, existen otros ministros que no son del agrado del cartismo. La imaginació­n popular ya ha pronostica­do en las redes que el próximo ministro de Educación sería el diputado

Carlos Portillo (PLRA), conocido por sus trapisonda­s y por sus pintoresca­s manifestac­iones, que revelan una evidente falta de luces. Y como ministro de Hacienda se ha propuesto al senador Javier Zacarías Irún (ANR), investigad­o por presuntos delitos relacionad­os con el manejo del dinero público.

Lo que está ocurriendo es que el presidente Abdo Benítez y los políticos están jugando con fuego. El pueblo paraguayo es tolerante, pero hasta cierto punto, como ya lo ha demostrado en los últimos tiempos. Es de desear que no tenga una nueva reacción violenta, por lo mucho que se le viene tocando la oreja.

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